Día del amigo.
Día del amigo y, como si se tratase de un ritual, todos los años nos juntábamos en el mismo sitio. Casi siempre éramos las mismas personas, pero, en ciertas ocasiones, se sumaba alguien mas. Este fue uno de esos días.
Además de nosotros cinco, se acopló el hermano de una de las chicas, su esposa y un amigo de la pareja. Supuestamente, este último, era para presentármelo. Lo vieron muy sólo y, por algún motivo, pensaron en mí. Unos tiernos.
Al principio, me incomodaba el intento de gancho que me intentaron hacer. Pero, con el transcurso del tiempo, nos aflojamos y la charla no tardó en llegar.
Nos introdujimos con las preguntas básicas, que el nombre (Jonathan), que el lugar de residencia (a dos barrios de mi casa), que la edad (la misma que yo por aquel entonces), que si teníamos hijos (él sí), que lo que buscábamos cada uno (coger), que el rol (activo), que el tamaño de mi cola y de su miembro (unos 20 cms me dijo, quedé con la boca abierta) y, de ahí, no paramos.
Lo sexual es un tópico muy concurrido cuando quiero conocer a alguien. Anécdotas, fantasías sin cumplir, las cumplidas (por qué no?).
Para todo esto, yo estaba acostado boca abajo, con las manos sosteniendo mi cabeza y mis patitas moviéndolas de un lado para el otro lado. Parecía una adolescente enamorada.
Todo fluía muy bien, hasta que se puso chancho del todo. Entre todas las interrogantes que nos hicimos, surgió la duda de hacer el delicioso en la primer cita. Mi respuesta era una obvia afirmación. No tenía problema, pero que, en vez de entregar la colita, me animaba a petear. Para dejarme hacer la cola, prefiero esperar.
Creo que, esas simples, pero sinceras palabras, fueron el pie para liberar la bestia de ese muchacho. Por poco no se me tiró encima. Me confesó ser adicto a que lo cabeceen. Que amaba cogerse una boquita.
Obviamente, ante tamaña declaración, tuve que dar la nota yo también, aludiendo a mi clara adicción a tirar la goma.
El muchacho, tras tener acceso a esta data totalmente innecesaria que di, multiplicó su testosterona. La leche hervía entre sus huevos, hasta subírsele a la cabeza (de arriba). A tal punto, que hacía y decía cosas incoherentes. Típicas de un puberto. Pero me daba ternura observarlo. Quisiera aclarar, que nada de todo esto nos escucharon los pibes. Era todo entre nosotros dos.
Como buen calienta porongas que soy, los pibes quisieron saber qué tal nos veíamos juntos, a lo que me le acerco para apoyarle el culo justo ahí.
Sentí su respiración agitada sobre mi hombro, ya que era, a penitas, un poco mas alto que yo.
Se apoderaron de mí las ganas de comerle la boca, pero, inconscientemente, mis labios fueron a dar justo en su cuello. Quedando, así, de nuevo como un calienta vergas.
Su cara fue de "ey, esto va a terminar mal, vas a entregarme el culo HOY MISMO". Pero no lo dijo. Durmió mal.
Otra cosa que no le comenté, mi querido lector, fue que, como ud sabe, ese día cae en pleno invierno. Ergo, estaba abrigado. Sumado a que no es una situación que me lleve a querer vestirme "sexy" (ponele), fui normal. Si mal no recuerdo, tenía un pantalón Adidas, buzo y remera. Nada llamativo. Esto no impidió que logre calentar (aunque sea un poquito) al señorito en cuestión.
Cuando ya se hacía de noche, levantamos todo para disponernos retirarnos. Todos se querían ir, menos yo, que había conocido estufita humana dónde calentar mi culito. Como nadie me siguió en mi iniciativa, me resigné para seguir a la manada.
En eso que me dispongo a escoltar al resto, siento una mano sobre mi parte delantera del codo. Era Jony. Casi timidamente, me pregunta si le podía prestar el morral que tenía puesto.
Por un momento, dudé por una cuestión de que a penas lo conocía. A lo mejor se iba corriendo y, ni en pedo, lo iba a perseguir. Al siguiente milisegundo, medité nuevamente para llegar a la conclusión de que ya me había patinado la poca plata que llevé, que la llave la tenía en el bolsillo y que al DNI lo dejé en casa. Cuando mucho, me chorearía el puro morral vacío.
Acepté, se lo di y, ni bien lo agarró, se lo colocó de una forma poco usual. Yo, cuál niño inocente, lo que menos me imaginé es que era para taparse la tremenda erección que tenía. Cuando caí, ya tenía tres cuartos de morcilla atravesando mi garganta. Pero... no nos adelantemos.
En una maravillosa jugada, dejamos que todo el grupo se adelantase. Se quedase lo suficientemente lejos. Pero no tanto como para que no llamemos la atención.
Entre esquina y esquina, me agarraba del mentón para chaparme. Tremendos picos nos dábamos. Sumado a que, claramente, nuestras manos no se quedaron quietas. Todo eso, impedía que se le deshinchara el muñeco.
Hartos de andar por una avenida tan transitada, les hicimos saber a la muchachada de que iba a acompañarlo a la "parada" (sí, atesoro el momento en el que me preguntó si quería ir a la parada, mientras me guiñaba un ojo y ponía carita de chinwenwencha). La timidez, a la mierda.
Nos saludamos con el grupo para encarar una calle oscura. Silenciosa. Cuasi muerta.
Estábamos lejos de la casa de ambos. Así que... o lo hacíamos ahí, o nos quedábamos con las ganas. Esta última, no pintaba ser la opción correcta.
Luego de una rica chupada de lengua, llegaron los manotazos.
Su ganso no paraba de crecer conforme nos íbamos poniendo mas mimosos.
Fue tal la calentura, que me dio un vergazo en el orto con la ropa puesta. Eso fue muy excitante para los dos. Lo intenté pajear con las nalgas.
No mintió con que tenía una enorme tararira. Me lo estaba confirmando.
Para disimular, por si caía la cana, trató de abrazarme lo suficiente como para que se vea tipo dos amigos saludándose. Creo que no se notó que estábamos libidinosos.
Después de frotarnos un buen rato, conseguí que esté a punto caramelo.
Nos metimos al umbral de un edificio viejito para continuar.
Supuse que, de tanto franeleo, la cosa se pondría rapidita. Así fue. Le bajé la bragueta del pobre Jean que tenía puesto. El botón también.
Me tomó por sorpresa tener que encontrarme tan pronto con su aparato. No había bóxer, ni slip. Nada mas se interponía entre ESO y yo.
La cogoteada cósmica que le quise pegar, fue terrible. Era verla y sentirme como un hambriento frente a un banquete. Un sediento ante un oasis. No podía creerlo.
Ahora sí, lo primero que hice, fue metérmela lo mas que pude en la boca. La abrí bien grande, dije "AH", hasta que me empuje la campanita con el glande y me provoque vómito. No me importaba NADA.
Si bien yo ya había estado con un negro HIPER PORONGUDO, no sé qué tenía esta morcilla nueva que generaba tanta locura en mí.
En fin, el morocho empujaba su miembro para atragantarme. Al salir de mi cavidad, estaba bañada de baba que se escurría hasta tocarle los huevos.
Medio segundo aguantó de no sentir mis labios abrazándose a su tronco semi chueco. Tironeó fuertemente del pelo que se alojaba en mi nuca, para, salvajemente, volverla a introducir.
Sus gemidos solo se detuvieron cuando se salía o la sacaba yo, debido a mis arcadas.
Ahora, me daba golpecitos en el rostro con su garrote de carne. En la frente, en ambos pómulos, dónde sea que me los diera, quedaban hilitos de semen mezclados con saliva.
Mi cara era un desastre que, por alguna razón, lo consumía de pasión.
A la vez que se pajeaba, mis labios carnosos jugueteaban con sus huevos. Estaba encantado. Mas me motivó a mí, a recorrer con mi lengua por todo su miembro hasta alcanzar la puntita y quedarme en su frenillo. Allí me quedé.
Mis ojos JAMÁS se despegaron de los suyos, como buena putita que soy.
Me pregunta dónde quería la mema, mi obvia respuesta fue que la quería toda en mi garganta. Que no derrame NADA.
Los últimos segundos antes de culminar, me dediqué a pajearlo con la jeta. Cosa que amó. Me lo re agradeció. Tanto así, que cumplió con lo pactado. Todo fue a parar allí. No cayó nada.
A medida que se iba inundando (porque sí, tiró bastantes lechazos), lo iba tragando hasta vaciar y esperar lo siguiente. De todos modos, no pude evitar que se formara un caminito de esperma por mis comisuras que limpié con mis dedos inmediatamente finalizó.

Comentarios
Publicar un comentario