El cliente siempre tiene tremendo cabezón.
En uno de los tantos kioscos que laburé, llegué a tener un cliente fiel. Uno que concurría de manera casi diaria. Es mas, venía tan seguido, que ya nos sabíamos nuestros nombres. Se llamaba Gastón.
La primera vez que me compró algo, era nuevo en el barrio, sin saber que, también sería nuevo cliente. Esa ocasión, no pasó nada raro. Solo pidió una coca que se alcanzó y unas papas fritas. Pero nunca dejamos de mirarnos, casi con deseo.
Por alguna razón, Gas, desde la 2da vuelta que se hizo por el negocio en adelante, compraba cosas que se encontraban en lo mas alto de un mueble que tenía a espaldas mías. Siempre debía usar la escalera.
Cuando me hizo buscarle por primera vez, no se esperaba para nada que parara la cola casi en su cara. Hasta llegué a pensar que no volvería nunca mas. Pero fue todo lo opuesto, incluso, parecía que me lo pedía adrede.
En una de esas oportunidades, a sabiendas de que no dejaría nunca de comprarme ese producto, aproveché para estar presentable para él. Me depilé completamente las piernas y la cola, me puse una pollera sexy, la tanga mas pequeña que encontré, me hice unas trenzas para verme como una nena para él y fuí, así, al trabajo.
Lo esperaba con ansias, así que, cuando al fin llegó, me pidió lo mismo de siempre. Puse la escalera, la subí y, ahí estaban, mis pompas total y completamente expuestas de par en par sobre su cara, solo para él.
Miro para abajo, con carpa, para ver sus pupilas dilatadas sobre mis posaderas. Boquiabierto. Realmente no se esperaba esto.
Al notar lo atónito que lo dejé, para meter mas leña al fuego, menée un poco la cola. Puse AC/DC todo el día, sabiendo que a los dos nos encanta (ya lo había visto con una remera de ellos).
Justo cuando me encontraba bien arriba, empezó a sonar "back in black". Eso me motivó a intentar mostrarme mas sensualmente. Estos movimientos, los aprendí exclusivamente para ocasiones como éstas. Sentí que se fueron alineando los planetas.
Claro, como no me dijo absolutamente nada, cosa rarísima porque, así estuviera vestido como un ciruja, siempre me piropeaba las nalgas. Pero, esta vez, no dijo nada. Lo dejé mudito.
Agarro lo que me pidió, bajo, se lo cobro y se va. Calladito, sin decir ni una palabra, se marcha.
Yo, para mis "adentros", me pregunté a lo largo del día "qué pasó? En qué fallé?" porque sí, era claro que fue un rotundo fracaso, aunque se haya quedado viéndome como hipnotizado.
A los dos días, el muchacho retornó. Pero, en esta ocasión, yo no tenía planeado nada. Fui normal, con mi calza gris. No me disponía a coquetearle, ni nada. Pero él, sí.
Ni bien vio mis gordos cachetes trepando por las escaleras, peló su hermoso ganso peludo y chueco. Estaba divino. Puso un billete encima pero, yo, aún no me percato de ello.
Al bajar, pongo las cosas de tal forma, que tapan lo que hacía allí. Le tiro el precio y, Gas, como respuesta, me dice "¿querés ver-guita o querés ver-Gastón?" Automaticamente, me dio risa, pensando que solo se trataba de una broma. No, repentinamente, se puso atrevido el muchachota.
Desvío los ojos para abajo, despeja la zona y noto que, efectivamente, debajo de ese billete, había algo mas: mi propina.
Lo agarro y siento la firmeza en la que se encontraba ese rico miembro. No era para menos, nos la pasamos días y días diciéndonos cositas mutuamente. Acosándonos los dos.
A ese billete no lo largué mas. Lo empecé a manosear para todos lados, hasta que su cara cambiaba. Le encantaba. Al fin habíamos pasado un límite.
No dejé nunca de observar cómo el placer lo iba llevando a ese hombre.
Se cruzó para mi lado del mostrador, pero justo, justo, un cliente quería pasar. Antes que abra la puerta, Gasti logra ocultarse debajo del mueble. Para su suerte, no era transparente como algunos. Como estaba lleno de golosinas, resultaba ser buen escondite.
Aprovechó de estar a la misma altura de mi ojete para abusar de él con su lengua y sus dedos. Sí, mientras laburaba, tenía a alguien bajándome la calza, abriéndome las nalgas para, luego, chuparme salvajemente el orto. Qué rico se sentía, pero debía disimular.
El calor que emergía de allí atrás, era infernal. Su lengua trepaba los muros de mi cola para zambullirse dentro de mi ser. Estaba incontrolable todo. Deseaba con fervor quitarme la ropa, para que me haga suya, sin restricciones.
Con tamaña mamada de culo, sentía que estaba en deuda con él. Que mis chupadas debían estar a su altura. Pero, en lugar de ello, quiso otra cosa.
Así es, se puso de pie y se pegó tanto a mí, que parecíamos siameses. Una tarea tan simple como depositar los billetes dentro de la caja, se tornó una misión imposible, debido a sus besos en el cuello y a lo pegado que tenía su verga a mis nalgas. Estaban casi separadas por él.
Dos perros en celo, están menos abotonados que nosotros dos en ese preciso instante. Fue así como, haciendo un intento sobrehumano, cerré la caja, cerré con llave la puerta y di vuelta el cartel de "abierto" a "cerrado".
Luego de eso, como si se tratase de un trenecito, nos dirigimos nuevamente atrás del mostrador. Al tomar yo la iniciativa, se enteró que podríamos ir al baño.
Después de trabar otra puerta de ese pequeñísimo cuarto, la fiesta comenzó.
Ambas prendas que cubrían nuestras piernas, se desprendieron de nosotros para salir volando de allí. En cuanto a lo de arriba, solo la de él se fue (pero no tanto, solo la desabotonó), dejando su torso al aire. No era ni gordo, ni flaco, pero era hermoso tenerlo así.
Mis labios, automaticamente, se adhirieron a ese cuero divino. Pasé por su cogote, sus pectorales (sin dejar de recorrer sus tetillas), sus abdominales, su pupo... hasta que, al fin, llegué a destino; la última parada ¡cuack!
Qué nervios, después de comerme el culito de la forma en que lo hizo, sentía que debía dar mi mejor performance oral. Evocar toda mi experiencia para lograr extraer cada gotita de su juguito delicioso.
Tomé firmemente la base del tronco de su pija. La hice mía. Paseé mi mano derecha a lo largo y ancho. Mientras nos arrojábamos miradas asesinas, le escupí el glande hasta esparcir toda mi babita. Ya se oía un sonidito excitante.
Cuando dejaba de pajearlo, él movía su pelvis para cogerme la mano. Se veía demasiado sensual su pupo yendo y viniendo. Me hacía morderme los labios. Estábamos en un trance sexual.
Harto de esperar, me tomó de la nuca y me atragantó con su garcha. Me lo hizo tan fuerte, que varias gotas de leche, mezcladas con mi saliva saltaron para dispersarse en mi mejilla. En mi pera.
Allí mismo, sentía cómo sus huevos golpeaban duramente, debido a las ganas que le ponía. A la par que todo esto acontecía, me llegó a hacer una cola de caballo en el pelo que, a su vez, tironeaba y aflojaba como si fuera su muñeca inflable, o su puta. Me dolía, pero no quería que me suelte nunca jamás. Era muy rico.
Todo lo que yo podía ver frente a mis ojos, era su pelvis y los pelos. Cuando notaba esto, me abofeteaba solo para que no le quite la vista de encima.
"Mirame, puta de mierda -decía, mientras sus pupilas se perdían por debajo de los párpados-, sacame toda la leche que acumulé cada vez que me mostrabas ese orto redondo, trolazo". Sus palabras calaron profundamente en mí.
No se movió mas, la sacó y me empezó a dar pijazos en el rostro y la lengua. Sentí que el turno de tomar las riendas, me había llegado.
Otra vez agarré firmemente su pedazo, para llevármela a la boca de forma gradual. Primero, la cabezota colorada que poseía ese pito gordo. Segundo, el tronco venoso. Tercero, mi lengua acariciaba sus bolas mientras le hacía garganta profunda. Esto último, lo ponía loquito.
Terminada la sesión de pete, me hace poner contra el lavamanos que estaba allí, con la cola paradita. Esperando pija. Pero, en lugar de ello, me mordió una nalga, le pegó, la escupió, le coló unos dedos y, otra vez, se puso a jugar con ella.
Astiado de todo, le pido verga a los gritos, con lo cual, acude a mi reclamo. Pobrecillo, mi culito apretadito, logró hacerlo acabar en menos de dos minutos. Eso, sumado a que ya estábamos completamente excitados, derivó en un hermoso lechazo de parte de ambos. Él, en mis nalgas. Y yo, en el piso del baño.
Me pasé las palmas en la nalga, para escurrir el lechazo. Me limpié cada rinconcito humedecido por los flujos de Gasti, dejándolo total y completamente limpito. Mejor que nuevo.
Salimos juntos de allí, acomodándonos la ropa. Yo, me ponía la calza. Mientras que Gas, se subía la bragueta del Jean y se abotonaba la camisa. Nos saludamos en el cachete y, cuando estaba por irse, le devuelvo el billete en agradecimiento a la chupada de orto que me pegó. Me enamoró. Pero, debido a lo rico que la pasó, no solo no agarró su plata, sino que, además, me dio mas como pago al pete que le hice.
Me dice "quedatelo, putita, te lo ganaste". Me guiña un ojo y se va. Volverá? Quién sabe, primera vez que alguien me pagaba por sexo... y me encantó.

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