El día que conocí al papá de mi chongo (parte 2)
Lo que acontece a continuación, se sucede casi todo una tarde en las proximidades de un hotel ubicado en la zona Oeste del gran Buenos Aires. Un albergue olvidado hasta por Dios.
Yo, había ido con un buzo largo y debajo un shorcito diminuto, casi imperceptible a la vista. Tan así, que podría servir mas como boxer, que como short. Se me pegaba a las formas de mi cuerpo. Debajo una diminuta tanga negra que no dejaba mucho a la imaginación.
Me cede el turno para subir las escaleras que nos conduce hacia la habitación, con el propósito de tener toda su cara cerca de mis nalgas. Su desesperación, lo llevó a empezar los arrumacos sin siquiera sacarme la ropa. Sin siquiera llegar a destino. Siento sus manos apoyadas en mis caderas. Su lengua paseándose en el interior de mi cola, como si se tratasen de su propiedad. Su respiración la podía percibir en cada poro de mi piel, a pesar de las delgadas telas que la cubrían. Mi temperatura comenzó a aumentar con cada segundo, pues nunca había conocido a alguien que moviera la lengua como él. Su propia calentura, era mi calentura.
Llegamos al descanso en el cual nos permitió estar uno con el otro, apoyados. Ya sentía su poronga durísima rozar mi zanjita que, poco a poco, se iba abriendo. Le quería dar paso a ese pedazo deseoso de placer. Todavía faltaban mas peldaños.
Como desde esa perspectiva, nos tapaba al que nos recibía en la recepción, aproveché y me saqué el shorcito. Me quedé en buzo y tanga todo el camino que restaba (se me hizo larguísimo, por cierto).
Mis glúteos, se asomaban un poco con cada paso que daba. Parecía que querían tentarlo.
Ni bien llego al 5to escalón, su lengua comenzó a penetrarme, generando en mí un gemido que salió del alma. Ese pedazo de carne que salía de su boca, llegó a rozar mi hoyito que, para ese instante, ya estaba prendido fuego.
La llegada a ese piso fue sublime. De pronto sentí sus brazos entrelazándose en mí. Su calidez, la ternura, mezclada con la lujuria provocada por esa especie de previa que, sin buscarlo, se dio. Sus caderas, un poco mas arriba de las mías, se unían. Éramos uno. Su pija, como un mastil rígido e imponente, también, apoyado casi, casi por encima de mi coxis. Podría apostar que ya estaba llorando gotitas de leche.
Me aprieta contra la puerta del cuarto, para disponerse a buscar la llave sin dejar de tenerme acorralado. Y, entre uno de sus tantos chistes, la introduce en mi cola para simular que la quiere abrir. Lo miro picaronamente para advertirle que ese no es el ojo de la cerradura. Se hace el sorprendido para luego rematarla con un: "es cierto, por ahí va mi llave de carne, putita".
Logra destrabarla y yo, de manera juguetona, agarro el picaporte para, finalmente, adentrarnos en el lugar. La cama nos esperaba con sus brazos abiertos, justo en frente de la puerta. Me empuja violenta pero apasionadamente contra el lecho.
Quedo con la colita para arriba, desprotegida de toda tela del buzo. Mi tanga era lo único que quedaba entre él y yo. Lo observo de coté para poder descubrir a un lobo, cuyo hocico babeaba de manera desmesurada. Un canino hambriento, dispuesto a comérselo todo. La remera se desquebraja entera, dejando su torso desnudo para quedar tan solo en jean. Hablando de eso, su pantalón no aguantaba mas de sostener semejante erección. La bragueta se estaba por bajar sola. El botón quería pegar el salto de su vida, con la violencia de un balazo. Pero, aún así, estoicamente soportaron todo. No así pasó con él que se abalanza rapidamente sobre mi, como un misil queriendo destruirlo todo.
Mi anito pedía pija a gritos, pero mi cabeza no. Lo que al final hizo fue meter su cara en mi zanjita para humectarlo un toque. Sabía que, por mas lujuriosos que estábamos, su pijota iba a lastimarme si estaba sequito. Sus manos estrujaban mis nalgas para quedar bien compacto y apretado ahí. Lamía mi hoyito, sus paredes, sus alrededores, mordía uno de mis muslos, se ayudaba con los dedos tirando para abajo e introduciendo su lengua... una y otra y otra y otra y otra vez.
Se levanta para quitarse el jean cual stripper. Lo arroja a un costado y, mientras me come la colita, su pija, que ya tenía las venas alborotadas (se le notaban los latidos), la cabeza, roja como el fuego, largando sus primeras gotitas de líquido preseminal, la agarra para pajearse.
Se levanta para ponerse de cuclillas sobre la cama. Me pone en 4 patitas. Me pide que lleve bien para atrás la colita, hasta el fondo de su vergota, me empiezo a mover.
La carita que ponía me obligaba instintivamente a darle culazos rapidamente. Aumentar la velocidad, mas la calentura que ya teníamos, lo inducen a querer lechearme todo. Como anteriormente le pedí que me diera la mema en la boquita, me avisa. A lo que me saca la pija del culo para llevarla a mi cara y darme de tomar toda su exquisita cheche.
Todo su rocío cabió en mi lengua. No volcamos nada. Nuestras miradas no dejaron de perderse durante este ritual. A pesar de lo extasiado que estaba, no dejó de verme, justamente, para corroborar que me la haya tomado. Así fue, abrí la boca y le mostré que, precisamente, todo su jugo estaba ahora viajando en mi garganta.
Un hilito de leche se cernía sobre mi. La tomé y no paré de limpiarle la chota. Le quedó impecable, casi lustrada. Su glande brillaba. El calor atenuaba lentamente en esa habitación.
Con su pene en proceso de relajación, se dirigió al baño. La charla surgió de a poquito, pero muy amena, mientras escuchaba la lluvia de la ducha golpeando en la bañera. Nada importante eran mis preguntas, solo me interesaba saber por qué alquiló por 4 hs la habitación, si no íbamos a coger tanto. La respuesta vino sola, cuando me acordé lo lujurioso que fue la última y, hasta antes de ese momento única, vez que lo hicimos. Es muy insaciable y yo una petera viciosa. Él ya lo sabía. Supo prever todo.
De pronto, varios minutos mas tarde, del baño sale una persona igual a la que entró, pero con otra actitud; una mas libidinosa. Su pija estaba muerta, pero que si lo tocaba, sabía que se iba a endurecer otra vez. Se acerca a la cama, donde yo me encontraba recostada, descansando, y, mirando mi colita, acerca su pija y me empieza a pegar en la cara con ella. Cuando deja de hacerlo, la mete en mi boca. Primero despacio y hasta ahí. Apenas frota su frenillo contra mis labios. Pero, a medida que va estimulando, ese miembro va entrando mas.
Ahora, con un tamaño importantísimo, me confiesa lo mucho que le gusta mi boca. Mi cachete se infla con la forma de su verga. Lo deja un buen rato dentro. La saca y, un hilito de baba y semen, unen mi labio superior con su glande. En mi orificio bucal, mientras tanto, repleto de un poco de su lechita, hace burbujas. Mi mentón ya fue regado con una porción de su poción masculina también. Me da de vergazos con una de sus manos para que, con la otra, poder sujetar mi nuca y, además, dirigir él, el ritmo del movimiento. Mis dos labios, junto con mi lengua, pajeaban de arriba a abajo todo su tronco hasta llegarle a los huevos. Sus gemidos no se hicieron esperar cuando me acerqué la bolsa de sus bolas. Me comía uno, luego, el otro. Los estiraba, jugaba con ellos. Paseaba mi lengua por el medio hasta llegar al comienzo de su verga y, así, recorrer nuevamente todo su tronco hasta llegar la puntita que me esperaba ansiosamente. Una vez bien arriba, su líquido preseminal no para de brotar, debido a mis movimientos. La envolví toda hasta bien abajo, y proseguía succionando.
Parecía un toro embravecido su gesto. Hasta que se acordó que tenía colita y me empezó a nalguear. Su mano grande, que ocupaba casi toda mi nalguita derecha, quedó colorada y con su forma marcada. Los pellizcos, apretones y cachetazos no se hicieron esperar. Una buena cantidad de veces me lo hizo, hasta que su dedo del "fuck you" comenzó a rondar por la zona intermedia entre mis bolas y mi cola.
Mi lengua en su frenillo fue la gota que rebalsó el vaso, La retuve ahí un lindo rato y, como la erupción de un volcán, la guasca salió disparada. Cayó sobre mi pelo, frente, ojo, nariz y, finalmente, en mi lengua. No paré de chuparle todo lo que se le llame pija. No podía parar, así como él tampoco paró de dedearme. Metió todo su dedo medio en mi colita. Fue casi como sentir a otro flaco garchándome. Una delicia que no iba a perderme.
Me suplicó que pare de petearlo porque no iba a salir mas. Le sequé los huevos. Fue entonces que le pedí que se acostara conmigo, que me haga cucharita. Levantó un tubo del teléfono de la habitación para pedirse unas birras heladas y crema batida. Cortó y se acostó conmigo. Habremos hecho cucharita, mientras mirábamos tele y hablábamos, durante unos 15 minutos hasta que al fin llegó el pedido. Se puso una bata del hotel para recibirlo. Abre la puerta, y me acuerdo que me dio la re verguenza el hecho de que el "botones" pudo haberme visto en tanga, culo arriba tirada en la cama. Según mi chico, no vio nada. Era imposible desde ahí. En fin, se acostó y nos pusimos a escabiar. Recuerdo que brindamos por éste "romance", por la unión. Los arrumacos, los besos y la franela, empezaron a llegar. El alcohol ni nos había pegado y ya queríamos ponernos cachondos de nuevo. Así que, terminamos la primer botella, la dejamos tirada al costado y empezamos a darnos besos, él encima mío. Luego, entregué mi cuello para sus labios hasta seguir bajando, hasta que llegó a mi pancita y paró. Agarró la crema batida, la agitó y la empezó a esparcir en mi rayita. Por tercera vez, mi culo fue su plato principal. Pasa que él sabe que mi predilección es hacer petes, pero lo que me arrastra al abismo del frenesí sexual, es que le hagan de todo a mi coli coli.
Ya estando así, se acuesta sobre mi pero a la inversa, me da el tarrito de crema y le embadurno la pija en cremita, proponiéndome un rico 69. No fue la posición mas cómoda para llevarlo a cabo, pero eso no impidió que pudiéramos disfrutar.
Con las dos zonas llenas de crema, nos pusimos de coté a coger contra la pared de la cama. Después, patitas al hombro. Fue lo mejor verlo sosteniéndome las dos piernas, verlo transpirar, loco de sexo, entregados de igual forma. Para terminar, puso una de mis piernitas al costado con el fin de apretujar bien fuerte su pija y que hagamos un sánguche de minalga y pija. Lo apretó tanto, que su orgasmo acrecentó para, luego, pajearse sobre mi cara.
Terminó en la sábana, en mi otro ojo y, finalmente, dentro de mi boca. Todavía sabía a cremita, tenía restos.
Transpirados, me da la mano, me levanta, me agarra de la cintura y me lleva al baño. Llena el Jacuzzi que había ahí. Me pide que entremos. Bebemos las 4 birras que faltaban. Nos relajamos mal porque todavía restaban como dos horas y cuarto. Se me acerca, me abraza. Las charlas no pararon de ser a futuro, como proyectando algo. Me daba la sensación de que algo sentía por mí. Por segunda vez en mi vida, presentí que era querido, valorado, para algo mas que sexo y que me pasaba lo mismo con alguien. Las miradas no eran solo dos pares de ojos que se cruzan en el camino, se decían mucho. Parecía genuino. Siempre que le preguntaba, ya había terminado con su novia. Estábamos totalmente libres de terceros. Todo iba perfecto.
Hasta que nos empezamos a contar fantasías. Él, casi no tenía. Yo, imaginaba con participar de una Bukkake. Juntar varias de frente y llevármelas todas a la boca. Diez activos que pierdan la razón por mis petes. Que les estimule la verga y pierdan todo contacto con la realidad. Ser la reina del sexo oral para ellos.
En seguida, se puso la botella en la pelvis y simuló que era una pija. Me pidió que chupe de las dos, y lo hice. Succioné de la boca de la botella. Lo calentó mal. Se empezó a tocar, mirándome. Me dijo que le encantaría verme chupando otra verga. Le perdía mucho ver mi boca en acción. Mis labios gruesos abrazando un tronco gordo y, a su vez, escondiendo mis dientes para dar mas placer. Mi lengua llevando la batuta de la orquesta. Mi nuca bailando al compás del goce. Mi garganta aguantando hasta el final. Le parecía muy rico. Me confesó la cantidad de veces que, cuando llegaba a su casa, se pajeó pensando en mi culo. De las veces que fuimos al pool y me lo miraba meneándose mientras apuntaba. Cómo agarraba el taco. O cuando, en chiste sin saber lo que pensaba, simulaba que el palo era una pija y la pajeaba. De la pasión que le despertaba el estar rodeado de amigos en común que teníamos y no poder hacer nada. Tener que contenerse. De las miles de veces que me apoyó adrede. O cuando me lo tocaba. Sentí que debí ayudarlo, así que... me di vuelta para hacerme el que buscaba algo. Paré bien la colita, que se veía como dos islas en un enorme mar, según me dijo. Me le acerqué y le volqué un sorbito de cerveza en la pija. Lo tomé. Le pasé la lengua. Me le senté encima, de frente. Lo froté de arriba a abajo con mi ano. Me miró y me dijo, no, si te vas a mover así, me vas a hacer acabar en dos segundos. Eso ocurrió, pero esta vez, su lechazo penetró bien profundamente mi ser. Se sentía como si fueran LITROS Y LITROS de su viscosidad. A tal punto, que brotaba de mi colita como si estuviera meando. Nunca lo vi tan relajado como ese polvo que, mucho no hice, pero parece que fue suficiente.
Ahora, quien debía darle la mano era yo. Limpiamos la bañera, nos cambiamos y nos fuimos.
Como él era el primero en irse, llegue a penitas a divisar un mensaje, cuyo contacto estaba agendado como "AMOR (y un corazón)". Me empecé a transformar. Los celos emergieron de mi. Me contuve, solo atiné a preguntarle quién era. Me dijo que su mamá, que tenía que irse a su casa.
Ya eran las 9 de la noche, todo estaba en pañales.
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