Petardo sereno.

 Hubo un tiempo en que tuve un amigo que laburaba en un super mayorista. Era sábado y él me había propuesto ir a un bar, solo que, como no pudo salir temprano, tuve que ir para allá. Ningún drama, sus compas me caían re joya. Eran un 10. En especial, el sereno. Siempre era mas que buena onda conmigo. 

Llego al local, me abre él y me lleva donde estaba mi amigo. De ahí, nos dirigimos a la casita en la que el sereno vive (Juan Carlos, digamos...)

Las birras pasaban, y el chabón se la re bancaba. Charla va, charla viene, se le acaban los puchos a mi amigo. Se dispone a ir a un kiosco, dejándonos con mi querido juanca sólos. 

Si bien, me caía bien, no había tanta onda como para charlar. La cosa es que, yo, por aquel entonces, tenía la manía de decir muchas veces cuando algo no me importaba "que me chupe el orto". Por alguna extraña razón, le dio curiosidad si realmente me lo habían chupado, ya que tanto lo ofrecía... obviamente, RE SI.

Al notar tanta franqueza de mi parte, arremetió con preguntas sexuales. Yo no tenía ningún drama con eso, pero me sonó rara su curiosidad, ya que nunca se me insinuó, ni nada.

"¿Te gustó que te hagan la colita?", "¿Tragaste?", "¿Sos solo pasivo?" Fueron algunas de sus inquietudes.  Todos mis "sí", fueron el pie ideal para la pregunta crucial "¿sale pete?" Mi cara de wtf? sugirió a este "muchacho" (porque tenía arriba de 50, aprox), a que mi respuesta iba a ser un rotundo "NO", y... la verdad, me daba desconfianza a que llegue mi amigo y me encuentre tirándole la goma. Ironicamente, comentarle esto, solo sirvió para que al susodicho se le empiece a parar.

Llevó mi mano a su entrepierna, para que se la acaricie. Era verdad, se le estaba poniendo durita. Y yo, a decir verdad, también me estaba calentando.

Se levanta para dejar ver su terrible erección (no era grande pero era bastante gordita, como me gustan a mí...), traba la puerta, vuelve a mí, me la arrima a dos cms de mis ojos, y me mira como diciendo "cométela toda, putita".

El éxtasis en mi mirada era inminente. Se notaba a leguas el hambre que tenía. Encima, alegre, me pongo peor, mas golosita. Lo miro directo a sus pupilas, abro la boca, saco la lengua y empiezo a jugar con su verga pero teniendo ropa puesta. Su respuesta inmediata fue sujetarme fuerte del pelo para atragantarme con ella.

Mi lengua jugueteando con sus bordes, lo lleva al punto de rogarme por la mamada, pero... todo a su tiempo. Su bragueta descendió, permitiéndole asomarse de a poco. Su slip, tenía la puntita húmeda. Presagio de que todo va excelente.

Mi labor continuaba, solo que, ahora, le agregué besitos a su puntita. Me pareció un detalle muy tierno. Era de los ruidosos, lo cual, sin saberlo, despertaba el triple a su amigo.

Cuando, por fin, me decidí a correrle el calzoncillo, quedó al interperie. Al fin la pude conocer. Al fin me la presentó. Era una poronga gorda y colorada. No era grande (unos 16, ponele), pero tenía otros atributos. Era venosa, cabezona, deliciosa, estaba, además, prolijamente recortada en la parte de los vellos y muy lechera. Sus dos acompañantes, no se quedaban atrás, ¿o sí? ¡CUACK! Eran muy gordos, caídos, arrugados, pero sabrosos.

La espera terminó. Empecé a saboreársela con mucho ímpetu, como si fuera la última verga del universo. Su mano en mi nuca, y la fuerza de la pelvis, me la llevaron hasta el fondo de la garganta. Me la empujó hasta la campanita mientras mis manos se quedaron con sus huevos. Tras el impacto, la sacaba muy lentamente de mi cavidad bucal. Hasta que quedó frente a mí nuevamente. Una verga hermosa, con unas venas que le latían. Llena de baba que escurría por los costados. Bajé a lamer su escroto. Mi mano le hacían una paja bien jugosa que disfrutaba a pleno. 

Sus gemidos eran música para mis oídos. Sus pedidos, cada vez mas insistentes, me hacían darme cuenta de lo mucho que deseaba acabar y llenarme de su leche. Su glande brillaba por mi saliva y su líquido pre seminal. Se la escupía para sentir el sonido mas sabroso que escuché en mi vida: el de una verga dura húmeda.

Ambos estábamos con el placer al mango, hasta que un portazo nos volvió a la Tierra, así es... volvió mi amigo. Me dijo: "De ésta no te salvás". De un lado, mi amigo intentando abrir la puerta. Del otro, yo, haciéndole un pete al compañero de laburo de mi amigo.

No pasó mucho tiempo que su cara cambió. Su gesto demostraba que algo le sucedía: era todo su semen subiendo desde sus bolas hasta la punta de su jugosa chota, para que, desde su punta, despidiera todo el exquisito manjar que guardaba. La acercó a mi boca para que no desperdiciara ni una gotita. Calentito, suculento, viscoso. Chorreaba sobre mí. Mi lengua, boca, mentón, comisura, absolutamente, lleno de guasca. A pesar de aquello, continué comiéndole la verga gorda que poseía ese muchacho. Mi felicidad se hacía cada vez mas notoria. Me la frotaba por la cara, me pegaba con ella. No quería que le abriera a mi amigo. Que se joda. Igual, el pibe ya había dejado de insistir. Se había resignado.

Me pidió que pare de cabecear, por favor. Ya no tenía mas cheche. Decía que le hacía sentir un cosquilleo en la verga que lo volvía loquito. Le suelto la pija. Me voy a limpiar. Él se viste para abrirle la puerta. Ya no estaba. 

Nos fuimos a buscarlo para encontrarlo en el almacén, sacando birras heladas. Cuando me le acerco a hablarle, me siente el aliento y se confirma lo que pensaba. Me dice al oído "¿te lo comiste a él también? Pará un poco". Calculo que tenía aliento a esperma... o, simplemente, me quería paranoiquear solo porque lo suponía. Maldito.


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