Power trío.
Seguimos en el 2010. Yo me seguía frecuentando con Marto y con Ramiro. Charlábamos por MSN o arreglábamos vernos por SMS. Los tiempos eran otros. Ambos, juntadísimos con sus respectivas mujeres, se la rebuscaban para verme. Un ratito por la tarde, tal vez, a la noche, o, algunas veces, a la mañana (dependiendo el día).
Nos veíamos muy esporadicamente. 2 veces a la quincena, o quizas 3, con mucha suerte. Algunas veces venían a casa. Otras, buscábamos algún negocio o rinconcito oscuro (o en el auto, de muy última, cuando ya nos vencían las ganas). El tema en todo esto, era que ni Rami, ni Martu se conocían el uno al otro. El primero se cambió de escuela en 6to. El otro, venía de la mañana y se mudó a mi turno, mi curso ese mismo año. No tenían idea de que ambos compartían amante.
La cosa se dio, cuando (en plena ensartada con Ramiro) lo nombré a Martín. No le dio bola, él seguía. Cuando terminamos, le conté de su existencia. Claramente no me hizo ninguna escena post garche, ya que no le correspondía. Algo similar sucedió con el otro. Pero, esta vuelta, lo ocasioné yo. Quería ver su reacción. Pasó lo mismo, no hizo ningún berrinche. Me entendió.
Con el transcurso de los días, este último, me pidió conocerlo. Se le cruzó ratonearse con participar de un trío. Nunca lo había hecho. Le pregunté a mi otro chongo qué le parecía la idea, y le encantó. Con la condición de que no se lo garchen a él. Ninguno era versatil, a ambos les encantaba dar pija. Como quien dice, eran generosos, ya que no les molestaba dar sin recibir.
El problema ahora, era combinar horarios que nos quedara bien a los 3. Que haya movimiento para poder ir a algún sitio, ya que ninguno podía poner casa. Hartos, nos dispusimos a organizar unas vacaciones en la costa. Pero no en la parte del mar, sino, a acampar en un bosque que hay por Claromecó.
Llegó el día. Empacamos y nos fuimos. El auto era de Martu. Las pijas eran mías. La ruta, nuestra. La puta, era yo. Hasta les llegué a proponer cabecearlos al costado de la ruta. Así fue. Paramos, salimos, pelaron la verga y desayuné lechita calentita con 4 huevos y mucha carne, en ese preciso instante.
Fue delicioso petearlos a ambos a la vez, era mi primera vez. Pero, lo gracioso, era ver que pasaban camiones y observaban cómo lo hacíamos. Algunos tocaban bocina. Otros, gritaban. Mi mentón terminó siendo un mar de lactosa. Nos subimos al coche y seguimos camino.
Cuando llegamos a la localidad, la belleza que nos rodeaba, no paraba de sorprendernos. A tal punto, que bajamos, empezamos a recorrer, miramos y casi nos perdemos por lo obnubilados que quedamos. No solo que se me ocurrió acampar ahí, también, mi cabeza no paraba de pensar maldades. Todas relacionadas con lo mismo. Fue una locura hermosa.
Nos pusimos a intentar instalar la carpa, como ya tenía una pollerita cortita puesta, una musculosa y una tanga abajo, me puse, como buena putita que soy, en 4 a intentar levantar la carpa. No solo logré hacerlo, también pude mover otras dos que no sabía que haría tan pronto.
Estando en 4 patitas, me doy vuelta y me percato de que mis dos chicos estaban con la pija re dura. Mi carita era de sorpresa. No me la esperaba. Empezamos a estrenar la carpita. Ni bien vieron eso, se me tiraron encima. Sus manos estaban en todos lados. Ambos se aproximaron a mí, para que se las chupe. Salgo de la carpa. Me pongo de rodillas frente a ellos. Se bajan el pantalón que llevaban puestos. Les queda hasta las rodillas. Se corren sus bóxers y comienza la acción. Eso ocurrió. Eran mis dos machos, mis dos pajeros y yo, la putita. Mientras me comía dulcemente una, a la otra procuraba hacerle una paja. Cuando me llenaba de la primera, ver la otra, me abría el apetito de nuevo y me tentaba a hacerle lo mismo.
Estuvimos un buen rato así, hasta que Rami se animó a darme mimitos en la colita. Primero, me agarró bien fuerte un cachete. Segundo, no le importó pasar por alto la pollerita que portaba, me bajó la tanguita negra que tenía hasta casi la mitad de las piernas. Tercero, introdujo un dedo entre ambas nalgas, procurando separarlas, para darle lugar a que pase por mi zanjita. No paraba de darles placer oralmente y él de acariciarme. Después de un rato, comenzó a meter un dedo en mi ano. Luego dos, y así, hasta llegar a querer meterme la lengua. Me dijo que tenía hambre de un buen rosquete. Le solté la verga y se fue hacia allá a atenderme.
Se acercó a mi parte trasera, de costado. Me da su buena nalgada. ¡PLAF! Suena. Lo hace una buena cantidad de veces. Creo que esto lo excitó muchísimo, porque la tenía como un asta. Le babeaba y todo de la puntita. Su boca también parecía chorrear mucha saliva que no tragaba. Qué desperdicio, era agüita que podría humectar mis cavidades anales más todavía.
Cuando al fin llega a ponerse detrás, me hace tirar al césped, por lo que obliga a Martu a sentarse también. Se sacan sus pantalones por completo. Al pete no se lo solté en ningún momento. Yo seguía y seguía, con la diferencia de que, ahora, lo tendría a mi otro chico comiéndome el culito. Sus dedos me la abrían, con su boca lamía del plato. Del fruto que amaba alimentarse.
Se dio cuenta de que ya estaba bien humedecido, me hace ponerme en 4 patitas para él. Toma su pene y, de a poquito, va metiéndole bien hasta el fondo. Empieza por su glande. Lo siento, me hace gemir de placer. Continúa con su grueso tronco, que, despacio, va abriendo mi ano a su paso. Yo estaba en éxtasis. Casi que me desconcentro de la cabeceada que le estaba pegando a mi otro chongo. Por suerte, eso no pasó.
Como ya no quería ir lento, se pone a serrucharme el orto bien fuerte. Mi ojete estaba tan abierto y lubricado para esa altura, que casi ni sentí sus pijazos. Entraba y salía como quería, hasta se quedaba bailando dentro. Se habrá sentido un manicero para ese entonces, pobrecito. Pero no era así. Por lo menos, le medía 19x6. Era una medida maravillosa.
En seguida me pide el orto de otra posición, se sienta y me hace seña como para que me siente encima suyo. Me pongo de frente a él, y, mirándonos a los ojos, me abre el culito para introducirla toda. Usa sus dedos para abrírmelo, para ayudarse. No podíamos más. Obvio que la pija de Martu nunca dejó de estar metida entre mis labios. Parecíamos adheridos.
Estaba demasiado contento con cabalgarle la poronga y comerme otra a la vez. Cada tanto los miraba a ellos, y observaba lo concentrados y calientes que estaban. Estábamos en la misma sintonía. Mi pija brincaba con cada sentón que le daba a Rama. Sus manos estaban en mis nalgas, abriéndolas, para que penetre mejor. Mi sudor facilitaba aquello también.
Sus gansos estaban por vomitar. El mío también, así que.. mientras Rami me daba matraca, y me estimulaba por el recto hasta rellenarme con lechita, Martu, quiere dejarme la chechona en mi boquita. Que no desperdicie nada. Es adicto a que le chupe la pija. Me abofeteaba, hasta que, finalmente, llegó la última estocada. La que deslizó todo su néctar. Me la tragué. Siguió moviéndose hasta que se le durmió. Le abrí la boca y le mostré que no me quedó ni un rastro de su producto. Se fue a cambiarse.
Rami pidió que no lo salpiquen de chele. Al ver el petinatto que hice, lo calentó más. Se puso a darme más fuerte. Parecía que se iba a prender fuego mi ano. Cuando notó que mi cara estaba cacheteada, quiso imitarlo, pero con los otros cachetes. Imaginate, querido lector, sopapos en el rostro, en la colita y esos vergazos que iban y venían. Subían y bajaban. Entraban y salían. Esos huevos que golpeteaban fuertemente (no lo vi, pero lo pienso). Lo que daría porque hayan chocado contra mi mentón. Ni mis tetillas ni mi pancita se salvaron, quedaron mordisqueaditos por la lujuria de este pibe.
Sus chotazos ya empezaron a sonar como perro tomando agua. Aminora la velocidad con la que se movía. Todo, para percatarme de que nos saltó como Champagne recién descorchada. Se volcó por todos lados. Llenó de guasca el césped, mi orto. La mía terminó en su abdomen. Ideal, para que me ponga en modo mucama y le asee TODO.
Al rato, se aproxima Martín y al verme, me dice: "¿Todavía estás cabeceando, boludo? Pará un poco, petero". No es mi culpa que mi obsesión más grande sea la pija. No es mi culpa que me encante tanto. Nos cambiamos. Total, yo ya había terminado de almorzar.

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