Las basketbolistas se divierten.
Hace un tiempo, con una amiga tan pasiva como yo, asistíamos a un club deportivo. La idea era distraernos un poco y hacer un poco de ejercicio, pero también la de conocer chicos.
Un día, entre todos los que asistimos al lugar, nos pusimos a caminar/trotar, alrededor de la canchita de basket. En ella, había un grupo de chicos jugando que, cada tanto, nos echaban el ojo. Y claro, ¿cómo no nos iban a mirar? Si teníamos unos shorts que parecían que nuestros culos, se los estaban comiendo. A esas prendas, les decíamos Puti-shorts.
En fin, ellos eran 5 chicos BIEN morochos. El mas petiso, medía 1,80 (5 cms mas que yo). El más angosto, era un placard. Le dije a Eli, mi pasi-amiga, que los vea. Todos, tremendamente bellos. En un momento, se nos acercan para decirnos que les faltaba un jugador, así que... me preguntan si me uniría.
Acepto el desafío, pero con la condición de que seamos nosotras dos contra todos ellos. Se miran como extrañados, no entienden nada. Quizás pensaban que éramos una especie de Michael Jordan y Manu Ginobilli, así que... no titubean y aceptan la propuesta. No es que lo fuéramos, pero... queríamos sentir chorizos y ellos parecían tenerlos.
Entramos a la canchita en modo competitivo, craneando toda la que se vendría, pero sin saber qué esperar. Comienza el partido.
Ni bien se da por empezado el encuentro, me encara el primero. Al notar este intento por marcarme, me doy vuelta y le pongo todo el culote en su verija. Lo sorprendo. La distracción funciona, permitiendo que yo pueda ejecutar mi pase a la perfección. Se la paso a Eli, se acerca al área. Anota.
Yo, para todo esto, cuando empiezo a transpirar, me saco el joggin y quedo en mi putishort favorito, el que me trae buena suerte. Como no había casi nadie a nuestro alrededor, aproveché.
Tampoco pierdo oportunidad de sentir esos tremendos bultos morenos. Ellos, de shorts deportivos y musculosas, no se negaban a eso (al principio nomás).
En el medio de mi zanjita, se rellenaba con la tremenda tararira que poseían esos muchachos. Algunos se calentaron al toque. Otros, mas concentrados, se hicieron esperar. Imaginate si tuviera tetas.
Una vez entrados en confianza, cuando encestábamos, nos daban nalgadas. Las mías, sonaban más piel, pues... el putishort era casi una tanga hasta este momento.
Fue tal la distracción que les generábamos, que no sé cuántas veces encesté. Creo que les ganamos. Nah, mentira, nos llenaron la canasta, bah... no sé, ninguno contó la cantidad. Pero nos divertimos calentando pija. Esa era la idea.
Terminado el encuentro, que fue bastante reñido (creo), nos felicitamos y, cuando queríamos seguir caminando, nos proponen otra cosa: ir a las duchas. Como no se nos habían cumplido las dos horas, además, queríamos histeriquearles un poco, nos negamos para seguir nuestra marcha caminando alrededor de ellos.
Mientras hacíamos el recorrido, observábamos que hablaban entre ellos y se quedaban mirando un rato largo. Pasados unos minutos, nos vamos solas para los baños. De camino, nos percatamos que los chicos vienen detrás nuestro. Estaban re calientes los muchachos. Y bueno, no voy a mentir, yo también lo estaba. Me supera el calentar pijas.
Ni bien llegamos, empezamos a desnudarnos hasta llegar a las duchas. Al tiempo, caen ellos, también en pija. Siento unas palmadas en mi espalda, era Eli, señalándolos. Yo me encontraba contra la pared, posta no me esperaba que cayeran. Cuando me doy vuelta, contemplo esos cinco vergones oscuritos. Se veían preciosos hasta dormidos. Nunca me di vuelta del todo, ni siquiera para mirarlos. Quedé un poco de espaldas a ellos. Los miraba de coté. Nos mirábamos los 7.
Prendieron las duchas. Ya estábamos todos empapados. Las miradas, como bala, iban y venían. Noté que se lavaban en demasía la pija. Yo, permitía que el jabón se empape completamente para que se escurra por toda mi piel, hasta llegar a mi cola.
A pesar de no mirarlos del todo, sentía sus miradas sobre nosotras, bah... al menos sobre mí. Esto, no me iba a intimidar, así que... agarraba el jaboncito y lo dejaba caer, para luego recogerlo. Lo habré hecho como tres veces. A la cuarta, me hice bien el boludo, lo tiré, pero, en lugar de quedarme agachado, me puse en cuatro a buscarlo. Para estas alturas, yo creo, que ya estaban totalmente engarrotados.
Eli se da una vuelta, los ve y me lo advierte. Pero, en lugar de hacerse él el sexy, me agarra las cachas, las abre y me empieza a masturbar el ano. La muchachada se nos acerca para preguntarnos si necesitábamos ayuda. Dos se van con mi amigo, los otros tres, conmigo.
Uno de los míos, mientras me palmeaba la cola, arroja un jabón con la otra mano, aludiendo que le gustaba lo bueno que era buscándolos. Nos sonreímos pícaramente. Ni bien me agacho, encuentro lo que buscaba, levanto la cabeza y veo esas tres pijas re duras encima mío. Esperando que les dé amor. Eran tan hermosas que no sabía por cual empezar, así que... arranco por todas. Ya fue. Sí, intenté juntarlos para poder meterme tres vergas al mismo tiempo. Se complicó, pero pude. Hacía mucho tiempo no tenía tantas pijas solo para mí, pensé. Me sentía bendito de nuevo.
En mi afán por darles placer a todos, me comía una y pajeaba a dos. Luego de un rato, soltaba la que tenía en la boca, otro probaba mis labios y pajeaba a los otros dos restantes. Así fue el proceso por un rato, hasta que uno de ellos se aviva, se va a mis partes traseras, me tocó la colita un rato, me lo chupó, me lo dedeó, lo saboreó por un tiempo hasta empacharse de él y disponerse a clavármela un poco.
Sé que soy bastante golosa, en casi todos mis relatos, porque AMO cabecear, pero... de tanto en tanto, no viene mal que me la pongan (aunque sea una puntita). De todos modos, ese hombre no se iba a quedar con solo la puntita, no. Me la quería meter entera, arremeter hasta el fondo. Eso hizo. Mis gemidos no se hicieron esperar y, a pesar de tener la boca ocupada, me salían unos grititos.
Mientras los miraba a los ojos a mis dos activos, también se los echaba a mi amiga, que también tenía la boca y el hoyito llenos de carne. Por putas calienta pija, nuestros machos no se pudieron resistir y nos hicieron suyos. Recuerdo que uno estaba acostado en el piso, él en medio, sentado sobre su miembro, dándole culazos y el otro parado dándole de comer. Nunca lo vi tan feliz a ese muchacho. Noté que uno de los que yo estaba pajeando, le habló al que le comía la pija a mi amigo. Cuchicheaban entre sí.
Me distraje un toque, pero, cuando volví a mí, me dediqué con toda a los míos. Le agarré la poronga al que estaba pajeando, de tal forma, que él dejó de murmurar con el otro pibe, para prestarme atención. No salía de su asombro por el cambio de personalidad que tuve, le hice ver las estrellas a mamadas. Estaba totalmente al palo.
Les hice saber a los tres que quería toda la lechita en mi boquita. Que no se les ocurra eyacularme en otro lado, porque quería saborear la de los tres, sin excepción. Quería tomarme toda la mema que cupiera en esos biberones.
Y así hicieron, toda la leche que brotó de esos tres miembros, salieron disparados directo a mi boca.
Quisieron intercambiar. Uno de los que estaba dándole amor con la boca, se fue a mis partes traseras y el otro, a que lo cabecee un rato. El primero empezó chupándome el orto. También pegándome, dedeándome, hasta que, con la pinga bien endurecida y rebosante de leche, quiere meterla.
Con sus dedos, comienza a abrirme el hoyito para que su pito pueda entrar con más facilidad. Todo un considerado.
Una vez dentro, con el ano bien humedecido y abierto (por la lluvia del baño), me coge. Me la pone toda, con tal furia, que casi, casi acaba antes que el otro. Todavía tenía estrecho el hoyo, por lo que, según él, hizo que apurase su climax. Paró para no dármela tan rápido y arremetió nuevamente.
Por el otro lado, mi amigo, luego de ponerlo contra la pared, le hicieron comer las dos vergas a la vez. Seguido de eso, uno se puso debajo para recibir los sentones hasta explotar dentro suyo.
Me daba envidia ver lo bien que movía esa burra. Buscaba imitarlo, pues parecía que, en tan solo unos minutos, ellos acabarían.
Veía lo bien que la pasaba siendo atravesado por esa vergota enorme. Yo también, pero él, estaba en otro planeta. En placerlandia.
El punto cúlmine llegó cuando, con Eli, nos pusimos nuca contra nuca, con la lengua para afuera, esperando esa lluvia blanquesina que se estaba por desatar.
Ellos, en ronda, se pajeaban al máximo para apurar esa hermosa sensación. Sus manos recorrían ferozmente a lo largo de sus falos. Mis tres chongos nuevos se pajeaban delante mío de lo rico. Se estimulaban viéndonos esperar la chechona. Mirando nuestras caras de putas deseosas. Nuestros culitos abiertos. Mientras se la sacudían, se dibujaba en sus rostros la felicidad. Me daban, cada tanto, vergazos en los labios.
Y el momento llegó, sus borbotones comenzaron a salir. De a poquito, nuestros rostros se empapaban con sus chorros de semental.
Entre los tres lograron inundar mi boquita. Emblanquecer mi carita. Parecía un llanto, pero no, eran las lágrimas que las pijas de mis chongos temporales habían vertido sobre mí. Mis cachetes chorraban hasta llegar a mi mentón.
No contento con ello, los dos chongos de mi amigo, llegaron a rociarme también. Mi pelito se volvió canoso de pronto, pero no, era rocío de amor. Mi frente y mis ojitos también fueron alcanzados. Estábamos extasiados con el tremendo baño de enjuague que nos pegamos.
Con Eli, hicimos de plomeras limpiando esas enormes y chorreantes tuberías que colgaban frente nuestro. Se ve que fue una labor impecable, por cierto. Sus rostros lo reflejaban a la perfección. Además, nos dimos besos para quitarnos el semen que no entró en nuestras bocas, el mismo que se nos deslizaba. Qué manjar de dioses nos pegamos. Nos quedamos relamiendo por un rato largo.
Al final, nos bañamos los 7, nos cambiamos y salimos caminando como si fuéramos amigos de toda la vida. Nos pasamos nuestros fonos, obvio (como era de costumbre), porque... todos sabíamos que no se quedarían las cosas así.

Comentarios
Publicar un comentario