La de mi orto sin tu choto.
En una noche cruel de verano, un amigo... MI AMIGO... notó que estaba opacado por la tristeza, debido a un mal desempeño "universitario". Me preguntó si todo andaba bien, a lo que le respondí que sí, que todo estaba joya. Al notar que me rehusaba a contarle, intenta invitándome a una joda que se daría el próximo sábado (o sea, dentro de dos días).
Llegado el momento de la velada, arribo como si nada al lugar acordado por ambos. Se trataba de la casa de un conocido de mi amigo. El plan era el siguiente: hacer la previa ahí, irnos al boliche y palmarla en ese mismo lugar. El pibe puso la casa, pero estábamos lejos. Quería hacer una especie de pijamada.
Por suerte, uno del grupo me trató con más cariño que el resto. Eso fue bastante oportuno. El más atento de todos. Me alegro que haya estado él, así no me apegaba tanto a mi compa.
De todo ocurrió en esa previa. Chupi a rolete, música a todo culo, charlas y boludeces. Nada raro, ni fuera de lo común, hasta que... Ignacio, el anteriormente nombrado, me pidió que lo acompañe a conseguir birra de la heladera. Fuimos y, ni bien me agaché para agarrarlas, sentí una apoyada tremenda en la cola. Quedé asombrado. No me lo esperaba.
Al ver que, en lugar de dejarme, me erguí, pensó que no me gustaba tanto la pija como pensaba. Pero se equivocaba, obviamente. Se apartó de aquella puerta del electrodoméstico y volvimos con los chicos.
Luego de eso, no pasó demasiado. Fue una salida completamente normal. Escabiamos, nos reímos, bailamos, etc. Nada resaltable realmente. Todo transcurrió de igual manera hasta que volvimos.
Una vez allí, como no teníamos pijamas, la mayoría se decidió dormir en bóxer. Imaginate, tenía como cinco hombres alrededor mío, durmiendo en ropa interior. Me babeaba de solo pensarlo, pero no... ¡COMPOSTURA, CHE, NO PUEDO SER TAN PUTO!
A mí, me había tocado dormir en un colchón en el piso junto con los otros tres pibes. El dueño, en su cama, claro está, y otro pibe junto con Nacho, en el comedor, en el sofá cama.
En un momento, como no podía dormirme, me puse a boludear con el celu. Me puse boca abajo, destapado, con una remera que, a duras penas, me tapaba la cola. Encima, buscaba escalar mis nalgas cada tanto. Entonces, me lo tenía que bajar.
Presentí que se abrió la puerta. Despacio. Una sombra se asomó. Observó un momento y se piró. Se deschavó al hacerse sentir con el colchón del sillón y algunas cosas que se chocó en el camino jaja. Lo ignoré, pensando que solo se había ido al baño o a otro lado.
Como me dio sed, me fui a la cocina a buscar algo para beber. En el camino, me lo topé a este muchacho. Pero como estaba dormido (o eso me quería hacer creer), no nos dijimos nada. Pasé de largo sin hacer ruido.
Me dispuse a servirme agua de la canilla, depositada en un vaso de plástico que encontré por ahí. Uno que todavía tenía sabor a birra. Le daba un gustito especial. Uno mucho más delicioso.
Confié mi retaguardia, porque, cuando me levanté, no me puse los pantalones (sí, así es, fui para allá, así como estaba). Ajá, me animé a ir así, a sabiendas de que se encontraba aquel chico por allá.
Como les contaba, confié mis nachas al exponerlas de esa forma, mientras abría la canilla, humedecía el vaso y vertía el líquido a la vacha. Apoyé los codos en la mesada e inclinado con la cola toda expuesta, así como estaba, bebí de a sorbos.
La postura hacía que mis hombros empujen la remera para arriba, haciendo que mi cola quede totalmente expuesta, también se relajara, mis nalgas se abran, mi agujerito quede al intemperie.
En eso, siento unos brazos enredándose en mi pancita. Del susto que me dio, casi rompo todo y casi le encajo una piña, pero logró retenerme sin que le pueda hacer daño alguno. Hasta que vi que era él.
Del forcejeo que hicimos, su verga y mi cola se tuvieron que rozar. No fue adrede (al menos no de mi parte), solo se dieron así las cosas. Esa es la única explicación que le encuentro cada vez que lo pienso... ¿o no?
Me tenía con la boca tapada. No podía ni decir "sí" sin esforzarme. Al pedo realmente, porque yo le tenía muchas ganas. Era un pibe muy atractivo ante mis ojos. Pero era medio violeta, y esto me lo confirmó.
Al oído me susurró las palabras mas guarangas que me pudieron decir. Pero, en vez de indignarme y mandarlo a la mierda, extrañamente, esta situación, me calentó mal. Automaticamente, me dejé coger.
Sus manos eran tan grandes, que logró sujetarme las dos mías, con una sola de él. A su vez, me daba nalgadas bien fuertes. En consecuencia de esto, mis cachetes gritaban bien alto cada vez que su palma y mis glúteos se cruzaban en el camino.
Se baja el bóxer lo suficiente como para quedar con el chotón que tenía al aire. Se la empieza a sacudir solo para darme chotazos en las pompas. Después de esto, la cosa no paró de ponerse bien ardiente.
El chorizo gordo y jugoso que tenía, la apretaba entre mis dos nalguitas que parecían un par de pancitos. Daba la sensación de que estábamos preparando un delicioso choripán, más que garchando.
Se masturba usando mis glúteos como si fueran sus dedos. Como si fueran un buen par de tetas que le hacen una rica turca. Hasta acelera su velocidad, a tal punto, que la fricción empeoró todo al carajo.
Llevó mi bombachita diminuta hasta mis rodillas, se agarró el porongón y la guió para encontrar mi hueco. Le abrió paso con el glande, para derivar todo en una arremetida feroz que, impulsado por ese ímpetu sexual que lo caracterizaba, casi me hace gritar. Casi los despierto a todos.
Su chorizo gordo y moreno (sí, a pesar de ser blanco, tenía la pija medio ennegrecida), entraba y salía como si nada del interior de mis paredes anales. Fue allí que se dio cuenta de lo tan penetrado que fui, de que mi culo ya tenía una buena cantidad de kilómetros de carne almacenado.
Se sujetaba bien fuerte de mis hombros para poder pegarme un buen sacudón. Como para poder empujar hasta el fondo. No le hacía falta escupir. Eso no necesitaba de nada. Bailaba. No era ningún virgen.
Sus besos traviesos, se apelmazaban en mi espalda o, tal vez, en mi cuello, como intentando estimular mis sentidos por ese camino. Era al pedo, porque ya estaba por ese sendero de pasión. Su forma de encararme, me motivó lo suficiente.
El pedazo le estaba avisando a su cerebro que se estaba por aproximar el Tsunami de leche. Eso hizo que él me avise a mí que me prepare para aquello. Hasta me advirtió que se vendría algo muy potente.
No le creí que fuera para tanto, pero igual me acuclillé. Estaba realmente sediento de esperma. Se pajeaba frente a mi rostro, mirando mi cara de puta. Paraba solo para que le lama el cabezón. Proseguía y mi lengua iba a su escroto. A sus deliciosos huevos.
Nunca exageró. El primer chorro que le salió de la uretra, salió disparado con toda. Una parte quedó estampada en la puerta de la bajo mesada. Pero también dejó una estela sobre mi cachete. La otra, en mi boquita golosa.
El resto de escupidas, salieron menos violentas. Aunque, no por eso, fue menos rico sentirlas. Varios se acumularon en mis labios, para terminar rodando a mi mentón. Me bañó con su espesa mema. Me sentí Cleopatra.
Como me vio que tenía la pija parada, me hizo separar las piernas, para recibir su índice. Estimuló mi asterisco para que toda mi cremita saliera al fin.
Todo fue a parar a un vaso, del cual, me hizo beber. Nunca supe de lo rico que sabía. Recién me entero. Debería tomar de mi mamadera más seguido. Aunque sea incómodo.
Para todo esto, Nachín, ya tenía su bóxer bien colocado. Estaba por irse. Decidimos volver juntos. Así cuchareábamos.
Una vez en su catre, empujo (sin darme cuenta) su celular. Se prende, y, qué hay allí? Sí, mi foto. La foto de mi orto. Alto chinwenwencha, se estaba pajeando sin mí. Mirándome. Qué degeneradito que es.

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