Nadie me quita lo cabeceado.
Brian fue un pibe que conocí en Internet hace unos años. Tuvimos un tiempo larguito hablando, hasta que, al fin, nos decidimos a vernos. Se van a sorprender, pero este debe ser el vigésimo pibe que conozco y que mide mas de 1,90, bien morocho y que me encantó, ¡JA! Si bien, ya había visto fotos, tenerlo en persona, era otro cantar.
Quedamos en encontrarnos en la parada del bondi cerquita de mi casa, ya que a él le quedaba cerca tomarlo y bajarse. A mí, también. Me costó reconocerlo, pues tenía una capucha que le tapaba casi todo su rostro. Recuerdo que, ni bien se la quitó, me encantó. No era exactamente una belleza hegemónica la que poseía, pero era suficiente para mí. Yo tampoco lo soy.
Hacía frío aquella noche, así que aprovechamos para pedir bebidas y tragos bien fuertes. Para entrar en calor, siempre tuve la costumbre de poner mis manos en la cola. Esa noche, no fue la excepción, obvio. Al darse cuenta que hacía tanto esto, le llamó la atención, pero no dijo ni "mu". Tenía la data de que me atraían particularmente los hombres. Eso debió aplacar su inquietud.
Nos pusimos un toque en pedo para poder jugar al Pool. Mientras lo hacíamos, charlamos sobre sexo, OBVIAMENTE (entre otras cosas, pero ese tema fue el que mas sobresalió). En fin, lo que mas resalto fue su experiencia con una chica trans. Ese detallito me dio esperanzas para poder, aunque sea, chuparle la verga en alguna oportunidad. Me contó, además, que fue el mejor pete que le hicieron. Que, quizás, lo vuelva a querer intentar, pero... probablemente, sobrio no iba a tener que estar.
Sentí que, todo eso, fue un guiño o una señal para que no duerma. Pedí mas escabio. A esta altura, no me importaba perder el partido. Tenía en mente algo mas.
Después de varias birras y fernet, nos fuimos a "caminar por ahí" un rato. Transitamos varias calles oscuras, hasta dar con una en particular que le gustó mucho. Peló una bolsita con hierba de un bolsillo. Mi temor fue que, el fumar faso, me provoque un cuelgue importante. Que pasemos la noche sin hacer nada. Accedí de todas formas, ¿cómo iba a negarme a un troncho?
Qué ricas florcitas trajo. Eran una bomba. Lograron volarme hasta Neptuno por varios minutos, hasta que volví. Habíamos quedado, no solo en hacer algo juntos, sino, a que me haga unas rastas. Nos fuimos a la plaza de mi barrio a eso, ya que no se veía un carajo en ese lugar donde paramos.
El frío lo salvó de que me pusiera algo mas... ¿sexy quizás? Tan solo atiné a ponerme un Joggin, remera y campera. Obviamente, de ropa interior, COMO SIEMPRE, una tanga roja de encaje.
Mi mente inquieta no paraba de divagar, ni de vagar, sin dejar de atender que, "Brai", estaba toqueteando mi cabello. Me hizo saber que, la vez que le pasé la foto de un orto, se había percatado que era el mío. Nunca quiso decirme si le había gustado o no, pero sí que era la de un chico. Y sí, tenía razón, era la mía. No era ningún boludo el muchacho. No me esperaba que me dijera algo así.
Se me olvidó mencionar que estábamos sentados en el verde césped, entonces, al pararse, quedé con su pelvis apuntando justo a mi rostro. Me llevaba como 20 cms, los mismos que le colgaba entre las patas. Se puso de pie solo para hacerme el chiste de "te agarro de la nuca y me devorás todo lo que se llame pinga". De mi parte, eso, jamás podría ser considerado "chiste". Si me lo proponés, ya te estoy cabeceando el pupo antes que termines de invitarme a comer.
Yo me dejé llevar. Le seguí la broma y, cuando me encontré pegadito a su goma, se la acaricié con mucho amor. Fue tal el cariño, que, inconscientemente, lo miré como la puta mas puta de todas las putas. Sostuve un pedazo de su morcillón y le pasé la lengua. Él captó esta señal a la perfección.
A pesar de que su pantalón era lo único que se interponía entre su amigo y yo, no pude evitar darle placer. Se ve que mi actitud le voló la cabeza, para darle rienda suelta a nuestra locura.
No estábamos lo suficientemente borrachos, ni flasheados. Estábamos en el punto justo donde nos permitía ser conscientes sobre todo lo que pasaba.
Me agarró de mis rastitas recientemente hechas para tener el control total de mi cabeza. Para hacerme tragar todo su miembro el tiempo que mas desee. Se ve que eso lo excitaba. Como también quería mover su propia pelvis, para cogerme la boca bien fuerte. La metía hasta el fondo. Ahogarme con su vergota era la idea. Sacármela de mi interior toda babeada, al punto de no poder reconocer la diferencia entre nuestros fluidos. Que se cree un menjunje entre mi saliva y su leche.
Una y otra vez repetía el proceso. Que se deslice la punta de mi lengua en el tronco de su pija, mientras lo miro con cara de tener sed de lactosa. Eso hacía, le rogaba de su miel masculina. Beber hasta la última gota que salga despedida de su cañón de carne.
Me bajé el pantalón para mostrarle la tanga que me puse aquella noche. Le había encantado, pero estaba mas concentrado en el pete. Desde su perspectiva, no pudo contemplar demasiado mi cola, pero sí de mi golosa boca.
Al mismo tiempo que observaba mi cola, se pajeaba para que yo le comiera los huevos. Esas deliciosas bolas lampiñas, gordas, rellenas del juguito del amor al cual tanto me hizo esperar, yo, en ese momento, era dueño.
Le frotaba la lengua de arriba a abajo y de izquierda a derecha. Las estiraba. Las bañé en baba. Todo eso, fue suficiente para que me la meta en mi cavidad bucal nuevamente e intente arremeter con varias estocadas hasta el fondo con su sable venoso.
Por fin los empujones pélvicos que recibí, dieron sus frutos. Toda la mema que podía contener ese biberón de veinte cms, fue liberada. Creo que se la vacié en un encuentro fortuito de lujuria. El alivio se hizo presente cuando salió el último rocío de su pene.
Le mostré que todo fue a parar a mi garganta (bah... todo no, porque hubieron restos suyos en mi mentón, como siempre). Pensó que ya había pasado todo, pero no. Le hice saber, sin palabras, que aún no habíamos terminado. Continué peteando, aprovechando que no se había puesto en estado de flacidez aún.
La intención era que se estremezca hasta la punta de los pelos. Creo que lo logré.
No nos vimos nunca mas, pero... ¿qué mas da? Nadie me quita lo cabeceado.

Comentarios
Publicar un comentario