El grouppie del plomo (primera gira).
Contexto: esto ocurrió en cierto año de mi vida. Probablemente, poco antes de mis 25 años. Salida con un amigo llamado Javier, al recital de una banda conocida suya. Llego al sitio donde se hacía el reci, y encuentro en la puerta a Javi. Justo estaba fumándose un pucho y viendo si aparecía. Entramos. El lugar era una panchería delante, y, en el fondo, tenía una especie de barcito con escenario y todo. Traspasamos un pasillo. Ahí estaba todo el jolgorio. Nos pedimos unas frescas para disponernos a hablar (pésimo lugar elegimos, no se oía nada).
Comenzó a sonar un cover de Nirvana, el cual, me encantaba. Me acerco a adelante de todo, a hacer pogo con unos pibes. Sonaba increíble. Éramos, como mucho, cinco gatos locos. Entre los movimientos corpóreos, las idas y venidas, comienzo a sentir un manotón en uno de mis glúteos. Traté de ignorarlo. A los minutos, siento otro (pero, esta vez, fue mas en forma de caricia).
Giro mi cabeza para pedirle que pare. Ahí estaba, un morocho metalero con rastas y tatuajes. Pantalones anchos con bolsillos largos. Una remera hermosa de Megadeth. Quedé enamorado al toque, como siempre, ¡JA! Una sonrisa enorme me delató. Se percató al toque que me había encantado. Se presenta. Yo, entre el quilombo y lo boludo que quedé, ni bola le di. Me dijo que era el plomo de la banda. Los plomos, para resumir, serían quienes cargan los instrumentos y los transportan del escenario a una camioneta y de la camioneta al escenario. También suelen ser los que están atentos que ningún instrumento falle. Que todo esté sonando a la perfección.
En fin, el gil se me empezó a hacer el gato, diciéndome cosas que no me parecían creíbles. Me la bajó bastante, sinceramente. Sacó un cosito y vació el contenido sobre la parte de la mano (que no recuerdo cómo se llama). Se trataba de merca. Me convida. Al rechazarle, se la toma toda sólo. Poco después de hacer esto, se puso eufórico. Como un loco. Casi que me caga a piñas. Estaba sacadísimo. Me alejo de él, me vuelvo con Javier a la mesa.
Cuando termina el reci, nos vamos con los muchachos de la banda. Me presenta. Entre ellos, se encontraba este muchacho que acababa de conocer. Ahora, sí. "Soy Gabriel", le digo. "Germán". Mas seco que lengua de loro su respuesta. Me pareció llamativa su actitud, pero, cuando recordé que estaba re duro, lo entendí. Mi amigo me dice que lo invitaron a ir a la casa del baterista, donde todos se estaban dirigiendo en este preciso instante. Al toque dije que sí.
Como éramos muchos, los músicos se fueron en sus propios transportes, mientras que, a nosotros, nos tocó ir en colectivo. Algunos fueron con ellos. Otros, en un bondi. A mí, me tocó con Germán. Pensé que el viaje iba a ser un pijazo horrible de un negro vergudo, pero no. Fue todo lo opuesto. Como nos llegó muy lleno, tuvimos que viajar parados... los tres. No, no me equivoco, señor lector, los tres. Él, yo y su amigo de ahí abajo. Ahora te explico en el siguiente párrafo.
Estaba tan lleno, que buscamos irnos lo mas para atrás posible. Pero casi que no pudimos. Esto pasó mucho antes de que pusieran el espacio para la gente discapacitada. Era, basicamente, un pedazo de lata andante. El muchacho, estuvo con cara de culo desde que subimos, pagamos, buscamos acomodarnos hasta que le dije que se quedara atrás mío para "cuidarme". Mis palabras fueron "ponete detrás mío, así me cuidás que no me afanen la plata". Fue toda una excusa, obviamente, para que me apoye todo el viaje. Me hizo caso, se puso detrás.
Mientras que mis dos manos se sujetaban firmemente al pasamanos, él, tenía una de las suyas en el mismo caño y la otra sobre mis caderas. Creo que terminé con mas huellas dactilares yo, que el propio tubo para sujetarse. Tremendo toquetero salió el negro.
Luego de un tiempo viajando así (que no me quejo, por cierto, me encantó), el bondi se empezó a vaciar. Una señora cerca nuestro, se levanta para irse. Me dispongo a sentarme y, en un descuido, ¡PUM! Se me sienta él. Me hace burla, aludiendo a que fue más rápido que yo y, cuando menos se dio cuenta, tenía mi culito aplastándole la verga.
¿Que no puedo sentarme? Le susurro. Quedó helado. No se la esperaba de mi parte. Jamás creyó que fuera a ser así de putito. Entre bache y bache, le empiezo a sentir el muñeco despertándose. Yo creo que, si el viaje continuaba cinco minutos mas, me enlechaba todo. "Tu celular me está hincando la cola" le suelto en un tono de beboteo. No paró de transpirar ni un instante, pobre muchacho. Lo hice sufrir. Lo pensaba más atrevido, por lo que me había hecho cuarenta minutos antes. Mi costado mas malvado brotó cuando empecé a saltarle encima de la pija, exagerando el brinco que nos hacía dar cada bache. Esa fue la frutillita de la torta. Creo que era la primera vez que estaba tan contento por las roturas del asfalto.
Habla como puede. Sus palabras fueron "en dos paradas, bajamos". "Ufa, yo ya estoy en la parada y no me quiero bajar", le repliqué. Suerte para él que no tenía puesta una pollera, sino, lo mataba a culazos. Asustados de que nos pasemos, me apuro, me levanto y voy al timbre a tocarlo. Con una voz temblorosa, me pide el morral que tenía. Largo una carcajada inconscientemente, se lo alcanzo. Le tuve piedad. Se colocó la bolsita como pudo, apuntando adelante, cosa que le tape la erección. Aunque parezca un ridículo por no sabérselo poner, hizo caso omiso a mis advertencias. A todo esto, aclaro que estábamos sentados del lado individual. No había nadie sentado al lado nuestro.
Cuando, al fin, nos bajamos del bondi, encontramos diagonalmente a la parada, a los demás ahí. La banda estaba descargando los instrumentos. Se puso a ayudar, demostrándome que, ciertamente, era el plomo de la banda. No quedé tan sorprendido, pues, no me dijo que era de Aerosmith. Era una banda under. Buena, sí, pero under al fin de cuentas.
Nos invitan a pasar a quienes no formábamos parte de la misma. Había escabio para embriagar al regimiento europeo y asiático completo. Eran épocas en las que te podías cagarte muriendo de un coma etílico con ochenta mangos. Lo hermoso era ver cómo fluía, no solo el alcohol, sino que, además, otras sustancias también. En el patio y la terraza, se podía encontrar a fumones. En el living y la cocina, los alcohólicos. En el baño, los merqueros durangas. Y nosotros dos, con Javi ahí, en el medio de todo.
Nos decidimos por empezar con unas birras heladas que habían en el freezer. Allí, me comentó que había pegado onda con una minita que había ido a ver a los pibes. La misma que se nos acercó para conversar.
Corrieron las primeras rubias. La charla se puso interesante con la chica. Pegamos muy buena onda. Me cayó muy bien. Las birras comenzaron a hacer efecto en mí. Cuando salgo del baño, lo veo al pobre de Ger llevando las cosas. Se me fue la empatía por verlo laburar, cuando lo vi encuerado. Dios mío, qué espaldita, papá. Era un triángulo perfecto. Qué lomo. Nunca se lo había notado. Y claro, ¿cómo notárselo? Si usa ropa re contra holgada. Casi que voy corriendo a agarrarlo de atrás a abrazarle esa preciosa espalda transpirada, pero tallada a mano.
Le toco con un dedito, se da vuelta... casi que me hago pis de solo verlo. De adelante, no se quedaba atrás (¡CUACK!) Era un Adonis tremendo. Mis ratones se hicieron presentes. Bufff.. cómo sudaba ese hombre, se secaba la frente con la muñeca y el antebrazo. Le ofrezco de mi bebida. Casi que no podía creer tener semejante MACHO frente mío. Mas, sabiendo todo lo que le hice. No pude evitar mirarle los brazos tatuados y venosos. Era el hombre perfecto para mí.
Traté de disimular lo pajera que me puse, hablándole de forma normal los tatuajes que tenía. No quería mostrarme que era todo suyo (sí, mucha Thalía en mi vida). Nos sentamos en un sofá que había en el living. Nos presentamos nuevamente. La poca data que le pude sacar era: Germán, 32 años, plomo, trabajaba en una distribuidora además, metalero, de San Lorenzo. Hablamos muchísimo de música. Era nuestro tópico favorito.
Para resumir y no hacerla tan larga, el susodicho, se va al baño a hacer lo primero. Yo, por alguna razón, lo espero en la puerta hasta que tomo el valor suficiente, el sorbo mas largo de birra y me mando al baño también. Como ya aclaré antes, al baño, iban generalmente los faloperos. Íbamos a tener que esperar para hacer algo.
Una vez solos, lo encaro, hago piecito (porque sí, era un poco mas alto que yo) y lo chapo como nunca se lo hice a nadie. Quedó helado nuevamente. Me deja de besar para decirme que fue su primera vez con un chico. Mi carita endemoniada, me transforma. Ni bien lo escucho decir esto, la Diosa de las putonas me posee. Cerramos la puerta y, como se decía en ese tiempo... ¡A LO TUYOOOO!
Mis besos de lengua son el primer paso al infierno. Luego de eso, le manoseo la pija por arriba del pantalón, (como también, por dentro) mientras mis labios, se deslizan hasta alcanzar su cuello. Con mis uñas, dibujo sobre sus tetillas. Ya estaban erectas, igual que allá abajo.
Sus manos masajean una de mis nalgas cada una bien dulcemente, hasta que me suelta un "ufff... qué redonditas las tenés"... como si no las hubiera tocado anteriormente. "Son todas tuyas" le comento, la típica mentira que largás cuando estás caliente.
¡PLAF! tronó uno de mis cachetes contra su palma, ¡PLAF! La otra. Las aprieta. Las pellizca. Recorre con la yema de su dedo índice a lo largo de toda mi rayita. No doy más. Me re calentó. Me arrodillé ante él, como si se tratase de un mortal venerando a su Dios. Lo despojé de las pocas telas que cubrían su suave cutis. No despegué un solo segundo mis ojos de los suyos. Quería ver cada gesto, cada ademán, cada semblante que se manifieste en su rostro.
Con su chota al aire, pude ver el tronco gordo que tenía entre las piernas este chabón. Era hermoso todo eso. No era grande (unos 17 tendría), pero de anchura, era una locura. Una belleza. Tuve que abrir mas la boca, pero... no me quejo. Me encantó. Si me pegaba con eso, me bajaba dos dientes. No me importaría, de todos modos. Lo disfrutaría con una sonrisa de oreja a oreja, aunque ello me conlleve no tener la sonrisa completa que tenía antes. Me sostenía el pelo para hacerme petear, me cacheteaba, me escupía en la boca, me ahogaba, me cogía la boca, me hacía de todo. Era su hembra.
Los que solicitaban el baño, no se tardaron en llegar. Se agolparon en la puerta, porque, resulta que yo tenía las patas trabándola. En un momento, lograron destrabarla, pero estaban TAN ebrios, que ni notaron nuestra presencia. Proseguimos con la felación como si nada.
Algunos, entraban solo a vomitar, otros a mear y, algunos que otros, a chapar. Repito, por suerte, ninguno estaba lo suficientemente consciente de lo que hacíamos, ni de lo que hacían los demás. Uno, incluso, quedó desmayado allí mismo. Yació inconsciente. Mientras veía a todos los que nos interrumpían, en mi mente saltaba a cada rato las ganas que tenía de leche, pero también de retirarme de ahí. Mi boca, ocupadísima, casi podía balbucear sin babearme. Esas gotitas se deslizaban a lo largo de mi pera, para poder alcanzar lo mas bajo de allí y estrellarse contra el suelo.
¡Qué imagen mas bizarra! Yo, haciéndole un tremendo pete y los demás re fisuras, tomando coca, alcohol. Inconsciencia pura. Había uno durmiendo en el piso. Otro, en la bañera. Hubo otro que meó y se tomó el palo. Parecía un baño público. Pero qué distraído, otra vez, mi mente voló.
Me apuré a cabecearlo, porque no daba mas de la sed de leche que tenía. Le hago garganta (BIEN) profunda, le lengüeteo bien zarpado el frenillo, los huevos también. Los saboreo con muchísimo amor. No dejé ni medio milímetro de pija sin ensalivar. Sus bolas no fueron la excepción. Los estiré. Lo pajeaba también.
Por suerte, no fue guacho. No se olvidó de avisarme que el semen le estaba escalando a lo largo del miembro. Puse la boquita, para darle paso a todos sus hijitos que nunca pudieron nacer, porque me los tomé ¡Je, je!
Cuando acabó, mi maldad fue superior a mí, haciéndome que le pase la lengua en todo su frenillo nuevamente. Pero, ahora, muy lentamente. Estremecerlo es lo que quería. Sacarle hasta la última gotita. Ya no tenía pupilas, eran un globo blanco. Vacío. Sin alma. Abrí la boca para mostrarle que estaba totalmente sin rastro de sus juguitos. Que todo fue a parar a mi garganta, a mi estómago.
Quedó tan blandito, que parecía un zombi. Se subió el pantalón, la bragueta. Lo agarré de la mano y salimos de allí. Encaramos derecho hacia una escalerita que conducía a la planta mas alta del lugar.
Nos fuimos a la terraza porque, con la cantidad de gente que había ahí, casi ni se podía respirar. Sumado a que fumaban como murciélagos. Subo primero yo las escaleras, obvio, porque... siempre puta. Siempre exhibiendo el ojete.
Una vez arriba, nos pusimos a mirar el paisaje que nos regalaba la vista, apoyados sobre la pequeña reja que hacía de cornisa. Muchos edificios despintados, gente ebria, una calle oscura y él, que, por alguna razón, empezó a sentirse un poco caliente. Me inclino sobre la baranda, pero, por supuesto, de pie a su lado. Mirando la luna o la nada misma.
Nos quedamos así, hasta que, de la nada, se puso raro. Se agachó detrás mío, se pone de rodillas para darme una de las chupadas de orto que mas disfruté. Una de mis favoritas. ¡Qué placer, madre mía!
Me bajó el pantalón (sí, era re fácil de bajar), me sujeta del ojete, me separa las nalgas, me corre el hilo de la tanga negra que tenía en ese momento y se pone a lamer como si su vida dependiera de ello. Tenía un hambre insaciable. Estaba sacadísimo.
Se ayudaba con tres dedos. Escarbaba y escarbaba, como buscando oro. Luego, succionaba. Estaba enamorado de mi culo, no paraba de decirme lo mucho que lo calentaba. Lo mucho que le encantaba tener tan cerca de su vista tamaña redondez. Obvio, cuando me lo decía, paraba de chupar. Yo le decía "sí, sí, seguí chupando. No pares". Quería mas. Cuando veía que iba a exclamar algo, le ponía el poto en la boca para que se calle y siga.
En una de esas, ayudé con mi mano a abrir una de mis nalgas para separarlas y permitirle adentrarse mas a mi caverna de carne. No se sabía dónde terminaba mi colita y empezaba su lengua. La cantidad de "Mmmmmhhh..." que nos decíamos, daba la sensación de que estábamos degustando el banquete mas exquisito nos haya tocado deleitar (bueno, él sí lo estaba haciendo).
Mi pija estaba totalmente erecta, como nunca. Eso obligó a tener que acogotar mi gallina hasta poder explotar completamente y eso estaba por pasar. Llegué a mi punto culmine cuando lo agarré de la nuca para que se pegue mas a mí. Así fue, mi miembro fue una manguera que expulsó demasiado semen, haciendo que caiga exhausto al suelo.
La transpiración y el agotamiento, nos dio sed, así que... lo mandé a buscar algo pa tomar. Me trajo unas birras heladas. Un "elissir", diría el Coco Basile. Continuamos conociéndonos. Hasta que, hablando de comida, le mencioné que me encanta la morcilla. Obvio que todo era sin animosidad sexual. Sonrió, como que ya le había quedado claro que me gustaba mucho la morcilla. Sobre todo, la que es bien gorda y negra. Claramente, lo había entendido todo ese muchacho.
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