El tren bala.

 Viajar en el San Martín, a la hora pico, por lo general, es sinónimo de viajar como ganado. Lo bueno, es que son solo 3 estaciones. Eso tomaba solo 20 minutos para llegar.

 Mi interés en este transporte era porque ya salía tarde y no tenía ganas de tomarme el bondi. Pero no de vago, sino, porque este tardaba demasiados minutos en llegar y, además, daba muchísimas vueltas. Una fiaca.

 De por sí, ir a este barrio, era el causal de una gran jaqueca, pero bueh... era el único lugar donde vendían las entradas de la banda que quería ir a ver (sí, toda la molestia por la música).

 Entre la pereza y el calor, me resultaba insoportable estar allí. Solo me motivaba el pensar en ese recital. Encima, ningún amigo me pudo acompañar. Estaban todos ocupados. Maldita sea.

 Por fin llegó esta mierda. Resignado, me subí y busqué dónde acomodarme. Estaba todo hasta el ojete. Dondequiera que fuera, no había asiento para mí. Y bueh... me tuve que quedar por ahí.

 A la siguiente parada, Chacarita, se sube otro montón de gente que tampoco veía la hora de llegar a sus casas. Cansados. 

 Por alguna razón, entre la muchedumbre, pude divisar a un guacho precioso. Me movió el piso. No pude sacarle los ojos de encima. Era demasiado bello.

 Por suerte, el que venía al lado mío, se bajó, haciendo que él se acercara y se pusiera ahí. Sí, ahora lo tenía muy cerca.

 Pude relojearlo mejor. Tenía una barba prominente, ojos negros, me llevaba una cabeza, tenía algo de pancita birrera pero, en general, delgado y, en su brazo derecho, por debajo de la manga de la remera, se le dejaba ver un tatuaje de la banda que quería ir a ver, ¿casualidad? No lo creo, mi ciela. Todo parecía una señal.

Mis primeras palabras después de estar casi una hora callado, fueron hacia él, y fueron las siguientes: "esaaaa, aguante los gardelitos".

 El pibe, gira la cabeza hacia mí, me nota, mira mi remera porque me la estaba señalando yo mismo, sonríe y asiente.

-"¡Esaaaa, aguante! ¿los vas a ir a ver?" Preguntó.

-"De una -exclamé-, estoy yendo a comprar las entradas".

-"Estamos yendo al mismo sitio. Menos mal, porque no sabía cómo llegar. Creo que te voy a seguir".

 De ahí en adelante, la charla no cesó. Inmediatamente hubo un feeling increíble. De los que rara vez surgen con los extraños. Muy llamativo, la verdad.

 Se llamaba Fabricio. No era ningún nene, tenía dos años más que yo, pero una carita angelical. Estaba solterísimo (buenísimo también).

 El tren llegó a su destino final y nosotros también. Fuimos directo del andén hasta la salida. 

 De camino al punto de compra de tickets, pensé que lo aburriría. Pero no. No paramos nunca. Dialogamos de la vida, de la música, del amor, etc.

 Cuando llegamos, me llamó la atención que parecieran oficinas. Todo muy pulcro. Fuimos al piso designado y nos hicieron esperar en el vestíbulo.

 Al ver los tanques con agua, me dieron sed. Le pregunto si quiere. Ante su negativa, me acerco para servirme yo. No salía.

 Como soy medio lelo, me olvido que tenía puesto un short diminuto (no el puti, otro), y me agacho para verificar el estado de aquella canilla.

 Se ve que, el inclinarme para ver, generó que la remera se suba por la acción de mis hombros, dejando mis dos nalguitas a vista de algún degenerado que ande cerca.

 Su carita, al instante, fue de sorpresa. No se esperaba que un remerón lograra ocultar un short tan diminuto, casi colado en mis partes traseras. A tal punto, que se escapaban un poco de cachetes por los costados.

 Volví a mi asiento con un vasito de telgopor lleno de agua. Había logrado que funcionara. Tal exhibicionismo valió la pena.

 Sus cejas levemente arqueadas, mostraban un rostro totalmente sorprendido. No lo podía creer. O sea, se veía que usaba la "reme" (como él le decía) como si fuera un vestido, pero nunca se imaginó que era literal la cosa.

-¿No querés ir a buscar más agüita? Interrogó.

-No, gracias. Ya me serví. Acá tengo.

 Al ver mi negativa, lo frustró un toque, hasta que nos llamaron para ir a uno los escritorios. Al verme ponerme de pie rapidamente, solo esperó a que me adelantara.

 Al salir de allí con los boletos en la mano, la felicidad nos embargó. Amábamos al grupo con la misma intensidad. Se sentía hermoso.

 Cruzamos unas calles hasta llegar a una plaza enorme. Subo por unos escalones que habían, todo para que me mire... y me miró. Su mirada fue muy penetrante. Demasiado para mí.

 Me quedaba con una piernita sobre un escalón más alto que el otro. Sacaba cola también. Todo para provocarlo, para después sacárselo, diciéndole que no.

 Una vez en el tren, repleto de gente también, nos volvimos a "apelotonar". Estábamos tan apretados que, sin querer, me nalgueó dos veces.

 Como se dio cuenta que no me lo tomé a mal para nada, se aprovechó. Me dio a entender que era el mejor sitio de todo el tren para dejar la mano. No sé si era tan piropo eso.

 Las caricias no se hicieron esperar. Se puso bien pajero. Subía y bajaba por la parte superior de mi pierna hasta lo que es bien entrada mi nalga. La adrenalina acrecentaba con el pasar de los segundos.

 Yo no me quedé atrás tampoco. Le mimaba el salchichón que le colgaba, que también le crecía exponencialmente. Al parecer, su tacto y el mío hacían muy bien la labor de imaginar. Ardíamos.

 Me puse de espaldas a Fabri para permitir que nuestras pieles se funden en uno. En otras palabras, le acogoté el ganso y él me coló unos dedos pervertidamente. 

 No llegábamos más a nuestras estaciones, porque se había quedado en Palermo (una antes que la suya, dos antes que la mía). Aprovechamos esa situación para continuar sacándonos las ganas mutuamente.

 Me bajé un poquito el pantalón, se bajó el suyo y se pajeó sobre mi cola con la mayor de las carpas. Sentía sobre mi raya, su cabezón siendo ahorcado. Sentía sus golpecitos detrás mío. Necesitaba tenerla dentro.

 Por fin sentí su jugo escurriéndose por esa canilla de carne, cayendo directo a mis nalguitas deseosas. Me manchó tanto la pierna, como la cola y el short. Me chorreaba su néctar por toda la gamba. Hermoso.

 Al sacarme todo rastro de su restos con la mano, lo lamí. Quedó sorprendido. No se esperaba que fuera tan trola. Pobre incauto. Eso porque no me conoce. Si supiera...

 


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