El wapijudo.
Una noche, que fuimos a Soul Train con unos amigos, me crucé con el wachiturro de mi vida. El "Brashan" definitivo. El que me flechó no solo el corazón.
Ya me había fichado fuera del recinto. Cuando me encontraba hablando con mi gente, hasta que, nuestras miradas, se cruzaron.
Estaba sentado en el piso, con otros pibes mas. Escabiando algún fernet que tenían por ahí. Pasándoselos el uno al otro.
Yo le pispeaba la entrepierna sin carpa. Lo notó. Se manoseaba el amigo, con las piernas bien separadas, para permitirme contemplarlo en su totalidad.
Él me relojeaba de arriba a abajo, hasta detenerse en mis posaderas cubiertas por un pantalón. Me daba vueltas a penas, para que lo pueda hacer con comodidad.
Al fin entramos. Nos buscamos inmediatamente. Quisimos tener mejor percepción el uno del otro. Era hermoso.
A pesar de las luces, detrás de todo ese camperón enorme, esas altas llantas, esos piercings en la ceja y esos tatuajes tumberos, tenía un magnetismo poderoso que se adueñó de mis suspiros.
Ahora que lo pienso, no fue solo eso. También la forma en la que sacudía sus largos huesos que sostenían, sus mas de 1,80 metro de longitud, al compás de la música que pasaban.
Sus ojos color miel, se posaron sobre mí, poco después que yo. Se me acerca. Me habla amistosamente pegado al oído. Me susurraba. Yo, le sonrío. No entendí nada... o casi.
El muchacho me extiende su mano, con el afán de saludarme. Le acepto su saludo. Resulta que su intención era la de arrastrarme a la pista de baile y estar a solas.
Lo que duró la cumbia que sonaba, me había contado que se llamaba Brian. También preguntó por el mío. Qué sé yo, estaba medio en pedo para ese entonces.
Nos contamos de dónde éramos, a lo que nos dedicábamos y todo eso que uno se pregunta ante aquel que no conoce, pero que le gustaría saber.
Luego de tres canciones (una cumbia y dos reggaetones), me lleva a un rinconcito, donde se encontraban alojados mis amigos. Se puso en modo de galante. Todo un dandy.
Quedó fascinado con mi forma de bailar música urbana, pero le aclaré que era solo mover el culo. Automaticamente, se corrigió "bueno, no quería sonar tan atrevido, pero sí, me encanta cómo movés el culo". Acto seguido y tras sentirme halagadísimo, lo invité yo a danzar.
"El taxi", era el tema del momento, por lo que tuvieron que ponerlo de una. Me resultó tan vigorizante, que le meneaba sobre la verga. No paré nunca de hacérselo.
A su término, nos fuimos a la barra a pedir algo para tomar. Pedimos bastante birra y dos vasitos de fernet, lo agarramos y nos fuimos adonde estaban todos.
Allí se habían mezclado sus amigos con los míos. Dejé todo para ellos, menos los dos vasitos y nos apartamos a seguir con nuestros pasitos prohibidos.
Antes de continuar, cabe aclarar que cuando dejé todo el escabio a los pibes, me tuve que agachar delante suyo. Dejé mis nalgas mostrándose ante sus ojitos bellos. Se abrían.
Volviendo adonde lo había dejado: aminoramos la potencia que le poníamos, para que nuestra bebida no se derramara.
Noté que me miraba los labios cómo se posaban sobre la pajita gruesa que me dieron, para extraer el trago que me habían preparado.
Su perversión lo llevó a fantasear mientras me miraba absorbiendo. Habrá imaginado que mi popote era su miembro duro y venoso, siendo mamado por mi boca... o no sé qué.
Cuando me doy cuenta y le pregunto qué le sucede, me contesta juguetonamente (un poco en broma, un poco en serio), "¡cómo te gusta chupar, eh! ¿No querés chupar de esta?", todo al oído (a mi oído, claro).
No me achiqué y mi respuesta mas inmediata fue "no sé si te la vas a aguantar tanto, yo soy muy sedienta", dándole un punto final con un estremecedor beso en el cuello.
Su reacción fue la de agarrarme una pompa y comerme la boca de manera lujuriosa. Tremendo beso fue.
Me llevó a un rinconcito oscuro, se sentó, bajó su cremallera, corrió sus calzones, peló su chaucha y me hizo sentar arriba suyo.
Yo, al percatarme de sus intenciones, me bajé con carpa mi pantalón, mi tanga y, con mucha destreza, le hice la paja.
Así es, le masajeé el enano por un buen rato mientras él me toqueteaba la cola. Toda la zanjita fue manoseada por mi Brashan.
Todo su semen fue a parar a mi pierna y parte del asiento de cemento que se extendía a nuestro costado.
Lo que fue a dar a mi gamba, lo limpié con la palma. Lo que fue a dar al asiento contiguo, lo limpié con la cola, sentándome encima.
Nos subimos todo y nos quedamos dialogando mientras fumaba de sus puchos. El relax nos invadió mutuamente. Como la gente cerca nuestro, estaba casi en la misma, nadie nos dio bola.
Nos lamentábamos de no poder coger con mas comodidad que esa, pero que, momentaneamente, era suficiente para ambos. Aunque no acabé. Viéndolo así, era como si yo también lo hubiera hecho.
Volvimos con nuestra muchachada mas relajados, para que no nos extrañen tanto. Bailamos un poco mas, bebimos un toque mas y eso fue todo esa noche.
Para cierta hora, la gente del boliche nos corría. Con buena onda, claro. Nos juntamos con el grupito y salimos.
De camino a la parada, nos pusimos hiper melosos nuevamente (y un poco mano larga también), lo que llevó a darnos unos buenos besos bien ricos. Eso originó a desviarnos de nuestro destino.
"No te vas a ir sin probar mis labios", le decía, mientras buscábamos algún sitio. Él tampoco se quedaba atrás. Nos susurrábamos cosas que después íbamos a tener que demostrar.
Hallamos un lugar reparito en el umbral de un edificio grande, donde continuaron los mimos y el chape mas fogoso que se nos ocurría dar.
Me arrodillé ante él, le sonreí, le eché la mirada mas puta que tenía y empecé a desprenderle el Jean. Así fue la primera vez que obtuve esa morcilla gorda para mí.
Ya la tenía toda dentro, solo debía succionarla. Lo estaba haciendo. Masajeaba esa pija con mis gordos labios, solo para darle placer. Procuraba no solo quedarme en su punta, también deseaba deslizarme lo mas que podía.
Como si se tratase de un fideo, lo iba engullendo. Qué rico sabor tenía, era demasiado limpita. Se sentía un aroma a que le daba mucho cuidado. Quizás demasiado.
Por culpa de mi trompa, su glande ya tenía el prepucio corrido. Como si fuese un peladito con polera, como le solíamos llamar.
Yo ya me estaba tocando, me estaba sintiendo excitada. La saqué y me acariciaba la garompa también, a la vez que le hacía ese delicioso pete. Ambos debíamos pasarla genial.
Cerré los ojos para solo escuchar sus gemidos y nada mas. Para guiarme con su voz por el camino que me lleve a su punto más álgido.
La saqué de mi boquita, para agarrársela y lamerla por sus costados también.
Como una canilla de alta presión, sus primeros chorros salieron violentamente. Arrojó su semen por toda mi carita, sobre todo, mis ojos, nariz, boca y frente. Fue muy precipitado, pensé que duraría muchísimo mas debido a la paja que le clavé. Pero no, ambos estábamos muy calientes.
Yo también saqué toda mi rica leche que limpié primero, sentándome allí dónde cayó. Me bajé el pantalón y puse el orto. Lamí la parte de mi mano que se manchó de guasca y terminé secándome lo suyo que se agolpó en mi rostro. Todo con la lengua, claro.
Una deliciosa mezcla de mis hijos y los suyos.
Satisfecho, me dijo que me gané su número de celular, que aquello no podía, ni debía quedar así. Que había que concertar otra cita, en un futuro nada lejano.

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