Se la chupo, no se la chupo.

 Después de tanto hablar por Whatsapp con Guille, un chabón que conocí por un chat, nos disponemos a conocernos en persona. El lugar elegido, fue Agronomía, por supuesto. El lugar más lindo para conocer gente.

 Me pongo lo primero que encuentro, y eso implicaría, una hermosa blusita chiquita y un Jean blanco que me quedaba casi como si fuera una calza, se podría decir. Marcaba cada parte de mi cola, de mi cintura, todo.

 Lo encontré sentadito sobre la banca que se encontraba en la entrada de Agrono. Lo reconocí de inmediato, porque ya le había visto la caripela, y por suerte, no era una foto falsa. Qué alivio eso, por favor.

 Estaba comiéndose un rico panchito, con abundante mayonesa esparcida en la salchicha. Se ve que no había almorzado por ir a cruzarme, pobrecito. Me partió el alma, pero bueh... se hubiera preparado mejor el gil.

 Ni lo saludé, ni nada. Mis primeras palabras, mientras me dirigía hacia él, fueron un claro "ay, Guille, ¿me das?". La respuesta inmediata del loquito, era un picarón "sí, te la doy toda. Tomá, abrí la boca". Qué conexión.

 En cuanto escuché que dijo que sí, no lo dudé ni por un pequeñísimo instante. Entonces, me tiré de rodillas frente a él, sonriéndole pícaramente, mientras le sobaba las piernas de adelante hacia atrás como toda una putita. 

 Le pedí que sea solo la salchicha. Fue tan complaciente que sacó los rincos pancitos que lo rodeaban. Abrí la boca, tal como me pidió. La metió sin problema. Me dejó sucias las comisuras, como toda una puerquita. 

 Ambos reímos, pues nuestro humor siempre fue así. Desde que lo hallé en aquella sala de chat, nos reímos de puros doble sentido, como dos adolescentes estúpidos. Entonces, era de esperarse que nuestro "hola", fuese así.

 Nos adentramos en Agronomía. Pateamos un par de metros por el sendero que nos llevara hacia algún sitio. Estuvimos así, un buen rato, en la ardua búsqueda de algún rinconcito que nos pueda dar la privacidad necesaria.

 De pronto, un billete se hallaba tirado frente nuestro. "¿Qué es eso?", preguntó intentando que solo yo lo escuche. Entonces, me tiré de cabeza al suelo, dejando bien paradita la colita, delante de sus degeneradas pupilas.

 Tuvo todo mi culito en su total esplendor en frente de sus ojos, a unos escasos metros de dónde él estaba. Mis cachetes que se balanceaban de un lado al otro, sin parar. Lo peor, es que estuve así por un buen rato... para su deleite. No era nada.

 Después de esa exhibición inesperada, no pasó nada. Nos abocamos a caminar para encontrar el sitio donde podamos aplastar nuestros culitos. Es que... nos urgía hacerlo. No daba seguir perdiendo el tiempo boludeando.

 Entre un enorme jardín, encontramos un montón de hermosos margaritas. Repetí lo hecho anteriormente. Me tiré de cabeza sobre ellas, pero era para arrancar una. Esta vez, sí que pude sacar algo. No fue una emboscada.

 Tras hacerle esto, se señalaba la pija. Era porque la tenía hinchadísima de tanto verme agachada. Se ve que, mi culo, surtió algo de efecto. Al fin, por favor. Tanto agacharme, me dolería la cintura si seguía haciéndolo.

 Entonces, a la margarita que arranqué, la empecé a deshojar, pero yo cambié las palabras. Esta vez, las hice con un "se la chupo", "no se la chupo". Obvio, el resultado fue el de "se la chupo".

 Pobre Guille, tanto verme perder el tiempo deshojando esa pobre margarita, se le debe haber deshinchado un toque. Pero no le importó, me esperó hasta que estemos listos. Entonces, nos fuimos sobre unos yuyos.

 Al desabotonarle el pantalón, para luego bajarle la bragueta, me enteré que no tenía puestos calzoncillos. La pelaba y la tenía ahí nomás. Esta situación, me causó un poco de gracia y me hizo preguntarle "¿por qué estaba así?"

 Miré para todos lados, con el afán de ver si había alguien, me puse de cuclillas para mamársela, abrí la boca y me la metí entera. No sé cómo hice, la verdad, porque estaba un tanto grande... como de unos dieciocho centímetros.

 Le tiré el fideo, como si me alimentara de él y tuviera un hambre terrible. Estaba desesperada. Me la mandaba entera, como dando garganta profunda, ahogándome con ese pene hermoso. Tanto así, que la dejé toda babosa.

 Cuando no se la estaba mamando, lo estaba pajeando ferozmente. Además, lo miraba y le beboteaba, con el fin de que no se le baje la garcha en ningún momento. Todo, porque sabía que eso lo volvía loquito.

 Al ver que ya estaba re contra entregado al placer (tanto así, que se le ponían blanquitos los ojos, como la nena de "el exorcista"), volví a devorarme con voracidad su salchicha. Ni lo pensé, fue de inmediato que me la mandé.

 A mis labios, los acompañaba con la mano derecha. Iban casi al mismo ritmo, uno endemoniadamente pernicioso, que lo llevaba a perderse. Iba y venía a lo largo de su tronco venoso, dejándole un rico rastro de saliva.

 En cuanto le solté la verga, un hilito de baba acompañó mi labio. No se quería soltar de mí. Estaba adherido. Levanté la carita hacia donde se encontraba él y le pregunté casi susurrando "¿te gusta como te hago la paja?"

 -"Shhhh... callate y seguí chupando", me contestó.

 Tras esta respuesta, me callé y seguí tirándole la goma sin parar. Estaba motivada a no detenerme. Me propuse a sacarle la leche. Pero, el tema, es que me puse bastante parlanchina. Justo en ese instante que debíamos guardar silencio.

 -"Qué pajero sos, ¿eh? No sabía que te calentaba tanto que te haga un pete en un lugar público", seguí.

 El silencio fue su respuesta. No dijo ni una sola palabra. Estaba perdido en las sensaciones que le producía mi juguetona lengua. Estaba dispuesto a dejarse arrastrar por la lujuria que le generaba mi persona.

 -"¿Me vas a llenar la boquita de lechita?", pregunté con curiosidad.

 -"Es probable", contestó apuradamente.

 Otra vez el silencio se adueñó de ese lugar. Me enfoqué en pasarle la lengua alrededor de su glande, pero sin quitarle los ojos de encima. Hacía circulitos con mi lengua. Le acariciaba el frenillo. Me la mandaba a guardar.

 Los ruidos que sentíamos, no nos desconcentraban para nada. Seguíamos en la nuestra totalmente, como si nada. Pese a la gritera que podía oirse que provenía de unos pocos metros de nosotros, los ignorábamos por completo.

 Otra garganta profunda. Esta vez, me la mandé entera. Casi que tocaba su pelvis con los labios. No podía creer que me había entrado toda. Por suerte, estaba bien depiladito, así que... no me tragué ningún pelo.

 Los escupitajos no se hicieron esperar. Cayó cada gotita sobre su cabezona. Resbalaban y rodaban hacia la parte mas baja del glande, casi tocando el cuello del pito. Solo entonces, seguí la mamada de una.

 Le hice saber las muchas ganas que tenía de beberme su semen. Que no podía esperar por tenerla derramándome sus gotitas blanquecinas en mí. Estaba muy sedienta, y no podía ocultarlo más. Debo ser sincera.

 Seguí cabeceándolo un rato largo más. Aprovechaba cada oportunidad que me la sacaba de la boca y observarla, ya que era preciosa de verdad. Sobre todo, cuando tenía el cuerito bien corrido y me dejaba verle el glande estaba enamorada de ella.

 Paseaba mi cara de puta por absolutamente cada rincón del tronco engomado de mi primo. Sentía mi lengua caminando por ahí, por sus gordos huevos también, o quizás, mi respiración chocando contra su endurecido miembro.

 Mirábamos para todos lados, para ver si no se aproximaba nadie. Para nuestra suerte, el lugar estaba como vacío. No había un solo rastro de humanidad por ahí cerca. Entonces, proseguimos con nuestra aventurilla.

 De arriba a abajo se la pasé. No le tuve ni un poquito de piedad, ni en pedo. No dejé un solo recoveco de esa sabrosa verga sin saborear. Solo entonces después, me la volví a introducir enterita una vez más. Me hace babear de solo recordarla.

 Seguí haciéndole ver las estrellas con la boca. Se le notaba muchísimo en los gestos obvios que hacía el muy degeneradito. No paré ni por un segundo. Sea de costado, de frente, desde cualquier perspectiva, no importaba, se lo hacía también.

 Ya chorreaba un fino hilo que salía del agujerito de su verga. Era la antesala, una advertencia de lo que se podría venir en unos minutos. Claramente, le estaba babeando como loca, y eso, me dejaba empapada la boca, pero mal. No solo de eso, a mí también me hacía babear.

De tanto pedirle leche, me lo terminó concediendo. Se agarró la chota y empujó el cuerito para atrás un par de veces más, hasta que, al fin, vació su rico biberón de carne sobre mi lengua, que lo esperaba ansiosamente a su llegada.

 De su uretra, salieron varios disparos lácteos directo al interior de mi boca. Se sentían violentos, con un sabor algo ácido, de consistencia viscosa, temperatura calentita. Todo tal cual como me gusta la lechita a mí.

 En cuanto terminó de dispararme, continué deslizándome bucalmente sobre su miembro. Iba de acá para allá, sin parar. Lo hice un par de veces más. Estaba en mi salsa. Sentía que no todavía guardaba un poquito más.

 Cuando dejó de salir su rica mema de ese "pico dulce", me desprendí, le solté la verga, abrí la boca, saqué la lengua y mostré todo el cargamento de semen que me escupió. Era una banda, lo pudo notar. Estaba bien cargado el muchacho.

 -"A ver, tragatelo, putita", me susurra.

 Le hice caso al toque. Empujé con los músculos de la boca, hacia la garganta, para que cayeran en ese abismo. Me deleité realmente. Estaba muy delicioso. Se ve que se alimenta bastante bien, se podría decir.

 Entonces, saqué la lengua, para demostrarle que ya tenía en mi pancita, todos y cada uno de sus nenes crudos. Estaba vacía de esperma mi lengua. Estaban muy ricos, la verdad. No me puedo quejar en lo absoluto.

 Cortó otra margarita para mí y la empecé a deshojar, diciendo "me quiere", "no me quiere", hasta alcanzar al "no me quiere". Me hice la decepcionada, haciéndole "pucherito", seguido de una ofendida porque me dijo que "encontraría otra al toque".

 


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