Historias de Terror, capítulo II: La cabeza negra.

 Tras pegarme una buena maratón de videítos de mis canales de YouTube favoritos: Breakman y Doc Tops, decido, finalmente, mover el ocote para retirarme a mis aposentos, para intentar pegar pestañas.

 Una vez acostada plácidamente, la oscuridad plena le jugaron una mala pasada a mi mente: agudizaron cada uno de mis sentidos, para que pueda sentir, oler y escuchar cada cosa que pasaba a mi alrededor.

 Como había visto un video de una cabeza negra que salía debajo de la cama, no quise saber nada con prender la luz y asomarme. Estaba aterrada mal. Quedé totalmente sugestionada, pero mal.

 De un increíble salto que no sé cómo lo di, apreté el botón del velador al toque. No me aguanté más ese puto cagazo que me estaba atormentando. Debía hacer algo al respecto, definitivamente. Ya mismo.

 A la primera persona que se me ocurrió pedirle ayuda, fue al Osky (Oscar), el morochazo que tengo de vecino. En todo caso que sea algún humano el que intente algo, lo tengo a él para que lo cague a palos.

 Como recién llegaba a su casa (de una joda, probablemente) y ahora estaba bastante al pedo, me dijo que iba a venir de una el negrito. Aceptó venir a cuidarme, un bombonazo mi loquito. Lo amé.

 Suena el timbre de la puerta que da al pasillo de mi departamento. Me levanto a los pedos (aunque haya una total oscuridad, no me importó), de un solo salto también y alcanzo el picaporte... no sé cómo.

 Abro la puerta. Ahí estaba parado mi bombón, mi príncipe azul, frente al umbral que está en el pasillo. Me tranquilizó un montón, me devolvió el alma al cuerpo. Lo amé como nunca, con todas mis fuerzas.

 Una vez dentro, me encuentra, aterrada, pegada a la puerta. Se cagó de risa el maldito. Me entró a descansar. Ahora lo odié, pero no tanto como para que se me vaya el amor por el detalle que tuvo.

 Se le fueron las ganas de joder cuando lo agarré de la mano, para encarar directo a la habitación. Encima, la remera que tenía, no lograba taparme la cola y hasta mostraba un cacho de mi bombacha negra.

 El haber visto mis cachetes asomándose levemente y mi bombachita queriendo sobresalir, lo puso contento y aflojó. Para colmo, lo estaba llevando a la pieza, flashó que lo quería violar o algo así.

 Ni bien cruzamos el marco de la puerta, me dirigí a uno de los costados de mi camucha linda para abrirla y permitirnos introducirnos plácidamente en la misma. Toda una caballera soy.

 Para abrir la cama, me tuve que agachar, por supuesto. Esta acción que tan simple se lee, hizo que la remera (¡OTRA VEZ!) se me suba deliberadamente, haciendo que la tanguita se me asome (¡OTRA VEZ!).

 Osky venía acercándose lentamente hacia mí, tocándose la parte alta del pantalón... como haciendo algo que ya sabemos qué. Dio vuelta al rededor de la cama, hasta ponerse muy cerca mío, pero detrás.

 -"Ay, Osky, no sé cómo agradecerte", le digo con toda la gratitud marcada en mi voz.

 -"Yo sí sé", responde seguro, con ese vozarrón que tanto lo caracterizaba.

 Los pantalones que tenía muy bien puestos hasta ese momento, se deslizaron por sus piernas como por arte de magia, hasta caer desmayadas sobre sus pies. Lo mismo hacen sus bóxers. Casi al unísono, diría.

 Se pone frente a mis cachetes gordos, los agarra poniendo una mano en cada lado de mis caderas y los separa al uno del otro, de un rico vergazo, con mucha precisión. No puede ser más hijo de mil.

 -"¿Le tenías miedo a la cabeza negra que viste? Acá la tenés", dijo mientras me puerteaba la cola. 

 Qué doloroso y rico se sentía al mismo tiempo, la puta madre. Pero eso me saco por andar así, en tanga delante de los ojos de un degeneradito como él. No me perdonó nada. Mejor, no me estoy quejando.

 Se agarró la pija para guiársela en el camino a mi hoyito. Una vez que entró, me empezó a golpear la colita con su pelvis y, por dentro, con su pedazo de pija me serruchaba como quería.

 Me sujeta de las muñecas bien fuerte, mientras me da masa por la cola, como un loquito. Pega unos saltitos para hacerme gemir como una loba. Creo que valió la pena babearle toda la pija.

 En un momento, me la dejó adentro por un rato largo el hijo de puta. Bah... para mí, era un rato largo. Capaz eran dos segundos, pero con esa poronga larga y gorda, dos segundos ya es una banda.

 Tanto vergazo, casi me tira a la cama. Nah, posta, me llevó unos centímetros para adelante. Fue hermoso, aunque quedé con la cola cerrada, ya que estaba en cuatro. Quedé como acostada.

 Otra vez, en un afán por tener el control sobre mí. Al ver que estaba muy recostadita, me pide que la pare como recién, mientras me espera con ese pijón colgando, todavía durísimo.

 Le hago caso, claramente, él es mi papi. Paro la colita, tal como me pidió. Me estira las manos de la muñeca. Me recuesto boca abajo. Al fin estoy tal como le gusta. Me mete el pene. Me regodeo. Gimo.

 De nuevo me da masita por la colita, pero igual sigo teniendo bajo el culito. Me lo levanta con su fuerza, agarrándome de la cadera. Continúa bombeándome ferozmente el muy hijo de puta.

 Me tiene piedad, porque no es fácil de aguantar semejante chota gruesa. Me estaba dejando demasiado abierta la colita. No lo podía soportar y, el hacerlo despacito, lo hace más soportable y rico.

 La peor, fue cuando se detuvo de nuevo con media pija adentro. Ay, Dios, le supliqué a los gritos que me la saque. Me encantaba, pero necesitaba que siga taladreándome el ojete. Que no pare, por favor.

 Mordía mis labios. Mis ojitos se volvían blanco. Agarraba con fuerza la sábana que cubría la cama de mi hermanastro. La cara de estúpida que le debo haber puesto, seguramente, era de placer puro.

 Continuó un rato largo así. Solo se detenía a descansar porque la pose era incómoda para él, pero seguía dejándomela enterrada por la mitad. No aprendía, ni me tenía piedad el muy maldito.

 Finalmente, para las últimas enterradas, la hundió toda bien fuerte y la empezó a sacar de a poquito. Diecinueve centímetros que parecía nunca terminar de salir. Hasta me pareció que seguía saliendo.

 Me hizo saborearle la pija por última vez. Obvio que lo hice, no podía dejar pasar la oportunidad de volver a tener semejante verga adentro mío, aunque sea solo de mi boca. Me tenía loca.

 Garganta profunda a cada rato mientras lo miraba directamente a los ojitos haciéndole cara de puta. Eso lo calentaba mal. Todo para volver a dejársela empapada de mí. Le encantaba. Quería más.

 Seguían saliendo burbujitas de mi boca, por los costados más precisamente. Es que era el único rincón que dejaba vacío. Esa chota no me dejaba nada de espacio. Alta locura tener todo eso adentro mío.

 Viendo que me di un par de arcadas peteándolo, aprovechó de poner su mano en mi nuca. Me sujetó del cabello y me llevó hasta el fondo. Mismo fondo que pudiese intentar tocar con la campanita.

 Me hacía llorar. No le importaba. Seguía. Le encantaba. Como si se alimentara de eso. Lo excitaba, se le notaba en la cara. Ponía gesto de que ya quería volcarme toda su leche calentita en mí.

 De cuclillas me tenía, rogando por semen. Desde ahí, de lo alto en el que se encontraba, el muy cochinito, podía ver todo mi cuerpito. Mi culito abierto debido a esa pose o a su pija. No lo sé.

 Mis labios, llenos de baba y líquido pre seminal por casi todos lados, eran el disparador de sus fantasías más degeneradas. Es que emulaban a la perfección cómo podría quedar mi carita después de su lechazo.

 Por fin llegó el momento. Se agarró la pija mientras vigilaba mis movimientos atentamente para poder estimularse. La zamarreaba para todos lados, a la vez que apuntaba mordazmente, buscando el placer.

 De pronto, después de tanto tiempo poniendo tanta cara de puta, rindió fruto la tan larga espera. De su hermosa pija empezó a salir gotones de semen como una lluvia blanquecina que tanto me merecía.

 Algunas fueron a dar a mis labios o a mi nariz. Otras, las que más disfruté, dibujaron una deliciosa "Z" en mi lengua casi perfecta. Pero no se quedó ahí, también me salpicó un ojo y el cabello. Enchastre.

 Mi piedad, fue la de proseguir succionando ese miembro, hasta borrar cada atisbo de su miel blancuzca, del producto más rico que podría disparar esa verga caliente. Sí, me prendí de allí para nunca soltarla.

 Le pajeaba el glande como una loca petera de mierda, sin quitarle los ojos de encima. Iba de aquí para allá, una y otra vez. Como siempre. Pero solo al glande. Me sujeté bien fuerte como una garrapata.

El miedo ya se me había pasado, la calentura ya se nos había pasado. Ahora, estábamos disfrutando del relax que nos generaba el post polvazo, qué rico. Solo faltaba que me dé vuelta y pueda dormir con su verga apoyándomela en la cola.



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