El vecinito.

 Todo comenzó una tarde que lo invito a Eli a boludear a casa. Charlamos un rato, hasta que se nos ocurre sacar una córeo de un tema que amábamos los dos. No nos tomó más de quince minutos aprenderla y, como hacía un calor bárbaro, dijimos "nos ponemos fresquitas y lo practicamos afuera". Nos pareció tan gran idea, que lo hicimos. Buscamos unas calzas que teníamos por ahí y salimos.

 El patio de esa departamento, estaba totalmente expuestos a los tres pisos de arriba del mismo edificio y a las ventanas del de al lado. O sea, en definitiva, cualquiera nos podía ver. A pesar de ello, nos importó todo un carajo. Lo hicimos igual. Nos pusimos unas calcitas de short rosa, una remerita, unas medias, unas zapas del mismo color y, ¡A DARLO TODO!

 Recuerdo que, desde una ventana, unos ojos lujuriosos apuntaban hacia donde nos encontrábamos nosotros. Le pertenecían al Pipi, el hermanito menor de uno con el que estaba saliendo. El tema, era que se ponía todo pajero mirándonos con mi amiguita moviendo la burra. Tenía la misma edad que yo (22), pero para mí, era un pendejito adolescente mentalmente. No podía ser tan virgo.

 Al tiempo, mi chongazo me invita a su casa. Están ellos dos solos. Voy vestida normal, con un jean pegado al culo. Tranqui. Mi chico y el pendejo de mierda este, se habían ido a jugar a la pelota, tenían short deportivos. Mi amante, que fue el primero en irse a bañar, nos deja solos en el comedor. Se pone travieso el hijo de puta. El silencio abunda en esa habitación.

 Se sienta todo desparramado en un sofá detrás de la silla en la que yo estaba. Siento su mirada sobre mi culito. Encima, se escapaban las tiritas de mi tanga violeta. La dejo ir. Me bajo hasta abajo de las nalgas el pantalón sin salir de mi asiento. Le pregunto si le gusta, que qué opina. Me la toco, me las estiro. Es que me pintó la trolita y necesitaba sacarla a relucir delante de alguien. Mi pata de lana, pestañó.

 Él, sabiendo que iría, no se puso calzón. Dejó que su cogotudo salga a la intemperie para mostrármela y sí, la tenía durísima. Así que... la acogotó mientras miraba mis cachetes. Pero todo duró hasta que el otro zoquete terminó de lavarse la verga. Por suerte, nos cortó el mambo, porque sino... me terminaba sentando en ese pelado.

 En otra oportunidad que también fui a su casa, yo estaba en el living. Me llama para que lo ayude con algo de la compu. Voy. Como veo que debía reiniciarla, me agacho para apretar el botón. El problema era que yo estaba en polleras y me quedó la mitad de la cola cuasi destapada. Se levantó de la cama, se bajó los pantalones, los calzones, se pajeó y a pelo nomás, me pegó con el pingo derecho en el orto.

 Del susto, casi me caigo al piso. Llegué a sostenerme de la cama, ¡ja ja ja, alto salame era! Pero me llegó a agarrar (sí, en pija me agarró). Estaba por sujetarme de ahí, mas no pasó. Supe distinguir entre sus dedos y EL DEDO. Sentimos la puerta del baño del otro gil, así que... nos apuramos a levantarme para que no piense cualquiera.

 Ni hablemos de la vez que me cruzó saliendo del edificio a la madrugada en mis calcitas, dignándome a ir a trotar un poco. Siento que nunca despegó sus lujuriosos ojos de mi culo el muy pajero. Pero, a mí, un toque me morboseaba, porque lo sabía, y no quería renegar. Tampoco quería que dejara de hacerlo. Era una sensación muy ambigua. Alta puta.

 Por último, pero no por eso menos importante, nos encontramos de nuevo en su casa. Como, en esta oportunidad, me habían invitado a ver una peli, nos sentamos en un mismo sillón los tres frente al televisor. En una total oscuridad que no nos permitía ver ni siquiera las palmas de nuestras propias manos. Estaba todo planeado.

 Al irse al baño mi chico, este otro sorete, aprovechaba para arrimarme el bochín. Si hasta quería que le acaricie la nutria. Encima yo fui hecha una trola con un shorcito de Jean, que casi que fue comida por mi cola. Como ya les tenía confianza, no me importaba si me veían así. Ni menos este puberto del orto. Un poco era por Pipi también, no lo niego.

 Para doblarle la apuesta, me paré para hacerme el que quería mirar la parte trasera de la tele. El que más terminó siendo observado en su parte trasera, fui yo. Encima, ese pantaloncito chiquitito, me separaba las nalgas de una manera muy alevosa. Me debe haber visto hasta el alma el desgraciadito ese. Qué rico, más si me dedicó varias pajas.

 Cuando terminamos con mi chongo (al año, año y pico), como me había sido infiel, decido vengarme con su hermano. Ya nos teníamos agregados en las redes sociales, y charlábamos largo y tendido. Él, al enterarse de que lo agarré en una infidelidad y cortamos, aprovechó para tirarme onda. Estuvimos así por un tiempito, hasta que me invitó a hacer algo. Juntos.

 La noche de la cita llegó, fue en su casa, claramente. Mi ex se había ido de joda (o a putonear, fija). Entonces, aprovechamos la soledad para desquitarnos. Es que, además de las ganas de vengarme del forro este, también tenía la misma intensidad de que me la ponga toda ese pendejo de mierda. Estaba entre la espada y la pared.

 Es que no era lo que se dice "hermoso". No era hegemónico. Pero lograba calentarme. Era el típico flacucho, sin carne, medio wachiturro, larguirucho, morochazo, atrevido, re pajero. Bueno, yo también era su predilecta: bien flacucha, con carne solo en la cola, bien puta, enanita, blanquita como su leche, atrevida, re pajera... como él. Terribles los dos.

 Me puse su short favorito (el que nombré antes). Me dijo que fue el que más leche le sacó. Unas medias de Nylon hasta las rodillas, remerita discreta y unas zapas. Fui así los dos edificios que nos separaban. Le toqué el timbre. Abrió desde allá y entré. Subí las escaleras. Llegué. Toqué su timbre desde la puerta. No bastó con desplazar la puerta para que ya me esté mirando de arriba a abajo. Un escaneo bárbaro me hizo.

 Yo no me quedé atrás, también lo escaneé por completo. Me encantaba su onda mezcla de wachiturro con rapero careta. Estaba así nomás, pero me re calentaba con su remera negra larga pasando la cintura casi, con su short tipo deportivo, pero como las que usan los raperos también. Las zapas me da lo mismo, no soy de mirar eso. Pero estaba lo suficientemente guapo para mí.

 Me comió la boca. Me dejó pasar. Me llevó a la cocina donde estaba preparando la cena, hasta que se dio cuenta de que faltaba lo más importante: el escabio. Fue a comprar unas birras y puchos, porque no teníamos, así que... pensé que este debía ser el momento ideal. Me saqué el short, me puse un delantal de cocinera, me dejé las medias, la remerita (que, de por sí, era cortita) y, de esa forma, me puse a terminar con la comidita.

 Vuelve. Deja todo en la mesa. Se dirige hacia donde estoy. Cuando me ve de espaldas, en tanga, con la cola totalmente descubierta, tan expuesta, no lo puede creer. Se le cae la mandíbula. Lo llamo, le digo que venga, que me ayude y el muy virgen, en vez de hacer lo que le pido, viene a ayudarme, LITERAL. Casi lo mato. Le digo "no, vení conmigo. Atrás mío, tonto".

 Me obedece, se pone bien detrás. Paro la colita. Lo primero que siento son sus manos acariciándome una nalga. Luego, el calorcito de su cuerpo acercándose al mío. Continúa su respiración sobre mi piel. Sus labios dándome besos en los hombros. Su ganso rozando mis cachetes. Su voz susurrándome cositas chanchas, como "no doy más del hambre, necesito comerte". Solo nos separaba sus ropas.

 Del hombro, rodaron sus besos a mi espalda. Descendió hasta las colinas que conformaban mis pompas. Se mete en ella mientras lengüetea bien fuerte dentro de mí. Le pega vigorosamente. Las pellizca con lujuria. Come, casi que me mastica la carne para alimentarse de la fruta que tanto desea y que lo tiene hambriento. 

 Qué rico se sentía. Al fin me estaba por comer este pendejo hermoso, pensé. Me mordía los labios en son de placer. No sabía de dónde sujetarme de la deliciosa que me lastraba la colita. Lo agarro de la nuca, para introducirlo más a mi culito. Gimo, tan alto que los vecinos en seguida nos quieren aguar la joda. Malditos injustos, pero lo entiendo, ya que se me pasó que vivía más gente en el mismo lugar.

 En seguida se pone de pie, sin dejar de colarme unos dedos, sin quitar la mano de adentro de mi colita. Me doy vuelta. Quedo cara a cara ante él. Re mil chapamos mientras me palmea las pompas. Le muerdo los labios, le paso la lengua. Nos mojamos nuestras bocas con nuestras salivas. Qué buenos besos, mamma mía. Me estaba muriendo ya de la calentura.

 Me arrodillo. Quedo frente a su gaviota parada. Se la acaricio. Mientras yo le desato el short, él se saca la remera. Se me hace agua la boca. Me muerdo los labios de nuevo. No doy más de la desesperación. Le veo el tatuaje en la parte baja de la panza (esa pancita chatita). Era como un águila. Lo felicito. Queda en bóxers con la chota erecta. Se le recontra marca. Me encanta. 

 De la sed de leche que tenía, ni siquiera le saco el calzoncillo, se la chupo ahí nomás. Lo sostengo con mis manos, a la vez que le paso la lengua en el glande. Le acaricio con los labios la cabezota. Suelto su ropita interior, al fin, para agarrársela desde la base del nepe y comérmela toda. Le hago la paja con la boca... hasta llegar a mi garganta. Cierro los ojos, para disfrutarla más.

 Me atraganto entera. Abro los ojos, solo para mirarlo disfrutando. Está a pleno y ahora, no puedo parar. Me pego con ella en la cara. Le lamo el frenillo. Vuelvo a deglutirla. Le acaricio los abdominales (no tiene mucho, pero lo hago igual), sé que le gusta, no lo puede ocultar. Se enamoró de cómo hago pete. Quiere más.

 Me ahoga en su verga. Me la manda hasta el fondo de nuevo, con sus manos sujetándome de la nuca. Con virilidad. La saca con hilitos de baba y semen apoyados sobre mis labios. Le pego a mi lengua con su chorizo para que me deje gotitas de su líquido preseminal allí. La quiero toda. No puedo esperar más por su lluvia blanquesina.

 Sigo tirándole la goma con todo el amor del mundo, esta vez, con los ojos cerrados. Los abro solo para verlo gozar, volando de placer. También para admirar su pelvis, los pocos pelitos que poseía su pija. Se los acaricio. No solo ahí, también la pija para volverlo loco. Además, los huevos, para que no se pongan celosos, a la par que se la mamo. 

 Con el culito, sin darme cuenta, abro un cajón que estaba cerca. Nos reímos. "Y sí, con ese ORTAZO, no es para menos", balbucea. Río tímidamente. Aún así, no fue suficiente para distraerme de mi deber. Se la continúo mamando. No paro nunca. Le lleno de besitos el frenillo de nuevo. Me pego con ella en mi piquito. En la lengua. Abro la boca. La devoro una vez más. Entera. Hasta el final de su tronco gordo.

 Le hago la paja, a la par que lo miro con cara de puta. Le beboteo. Intenta hablarme, pero... sus hormonas no lo dejan hilar una buena oración. No se le entiende nada. Está como loco. Solo quiere llegar a su fin. Solo piensa en eso. No sé cuánto faltará, lo adecuado sería que disfrutemos de este momento riquísimo.

 Una vez más la llevo hasta el fondo, pero, ahora, la aguanto lo más que puedo. Cuando sale su glande, me pego a su tronco para darle más de mi salivita. El tema fue que, esta, quedó más blanquita de lo normal y se chorreó por una de mis comisuras. Me limpio con un dedito, aunque la gotita fue tan traviesa, que quedó en mi pera. Prosigo la mamada.

 Desde su perspectiva, observaba mi mollera yendo y viniendo a lo largo de su chota mojada por mi boca. Más atrás, mi culito hambriento que venía esperando desde hace demasiado tiempo. Así que... se apiada de él, pidiéndomelo. Ya era hora, la concha de tu madre. Al fin, me vas a coger el culo, pajero. No aguantaba más.

 Me pongo de pie. Me pongo de espaldas de nuevo. Me inclino ante mi Pipi. Me apoyo sobre la mesada. Me abro la colita con las manos. Se agarra la pija, se la escupe, la mete despacito centímetro a centímetro bien adentro mío, después aumenta la velocidad y me empieza a serruchar el orto con todas la furia. Es que sí, la estrechez de mi ano, lo calienta mal.

 Cada vez que me la pone, se sienten como unos cachetazos de Tyson. Es que su pelvis llega a chocar hasta el fondo con las carnes de mis nalgas. La mete entera, hasta el fondo y me encanta. Me puso como loquita, a pesar de lo gorda y grande que la tenía. Encima, no podía gritar. Tenía que aguantarme las ganas de gemirle, solo lo hice a su oído.

 La deja adentro un buen rato, hasta que no aguantemos más. Afuera, no dura ni cinco segundos. La vuelve a introducir. Repite el ciclo: va de a poquito y luego me la da con toda. La deja un rato y me la saca para que salga a tomar aire una milésima. Creo que, así, abrimos como mil cajones más. No nos importó un carajo eso.

 Lo espío por encima de mis hombros, la está recontra gozando. Tiene la cara coloradísima, con venas en el cogote. Se muerde los labios. Largo una risita cómplice. Eso me da más placer. Lo nota, por lo tanto, en castigo me da nalgadas increíbles. Bien sólidas, concisas, consistentes. Me las deja marcadas, como un tatuaje. 

 Me agarra sin sacarla, me lleva hasta el living que estaba ahí nomás y me hace poner en cuatro patitas en el suelo, sobre una alfombra bien calentita que había ahí. Me sujeta de la cintura. Prosigue bombeándome el ojete, con el hoyito más abiertito que pude por la pose. Estaba bien salvaje el puto. No me quería largar nunca más.

 Como se me seca el agujerito, baja a chupármelo un ratito más. Lo lame alrededor, por doquier. Bien en sus paredes internas. Lo escupe como con diez litros de babas, lo lubrica, se levanta, se pone encima mío y vuelve a darme masita un ratito más, papi. Creo que seguimos así unos dos minutos más, hasta que me pregunta dónde quiero sus renacuajos. Literal, esas fueron sus palabras.

 Mi respuesta, obviamente, fue en la carita y, como está a nada de acabar, me la saca de la colita, me acomodo, me pongo de rodillas, se pajea un ratito frente a mi boca abierta, para terminar volcándome todos sus hijitos crudos en la caripela, tal y como se lo pedí. Empecé a sentir una lluvia de un líquido viscoso que caía de a montones sobre mi boca, mi lengua, mi nariz, mis ojos y algo de mi pelo. Fui feliz. Eso SIEMPRE me pone feliz.

 Pendejo del orto, me volvés loca mal. Los ratones que me hice viéndote volverte chanchito este tiempo, me voló la cabeza. Es que, fui pensando en vengarme, en dejarle una sorpresa, pero este pendejo de mierda coge tan rico, que me hizo borrar de la mente lo culeado que fue su hermano. Me hizo olvidar que estaba despechada. Igual, me cogí a su hermano, eso fue suficiente venganza por hoy.


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