En 4K

 Un día cualquiera, hablando con Pipi por internet (no recuerdo si era MSN o ya tenía wpp), me recuerda que ya llegaba el finde en el que Boquita (su club) enfrentaba a Vélez (el mío). Me puse nerviosa, porque, para mí, esos partidos los quiero ganar siempre. Así que... mi chongo, para aumentar esa presión, me propone una apuesta: si Boca gana, me hace el orto ahí nomás. Si Vélez gana, yo elijo. Obviamente, como eso era prácticamente imposible, decido que sale solo un pete. Nada más. En definitiva, salía siempre ganando. Hijo de puta.

 Fui a su casa con la remera y la tanga del Fortin, unas medias de Lycra que me llegaban a unos cms de la bombachita y un shorcito diminuto (que no era su favorito, era otro) que me lo tapaba la casaca, justamente, porque debía andar unos metros por la calle. No daba andar así, por más que sea dos casas de distancia. A lo mejor tardaba en contestarme, no daba que me vean vestido de esa forma. Entonces, decidí taparme un toque.

 Cuando llego a la puerta de su depto, me avisa que estamos solos, que no había drama, que me quede tranca. Resulta que mi ex se había ido a lo de la madre, siempre está toda la tarde, hasta la noche. Le puso excusa de que no iba a poder ir, por lo tanto, quedó solito en casa. Ideal para llevar a cabo nuestro plan maléfico juntos. Solitos.

 Me lleva de la manito a su dormitorio. Se sienta en la cama, prende la tele. Pone el canal que transmite el partido. Me agarra de la mano, poniéndose mimoso. Ya quería cagarme la apuesta. No, satanás, salí de acá, le dije. No me tientes, que quiero la apuesta. Que no sea gil, que no la cague. Quiero cagarlo, por gil. Que no se ponga en goma.

 Se saca la remera, quedándose en cuero, solo con el short puesto. Se acuesta, se acomoda todo plácido. Yo hago lo mío, me saco el short y quedo con la cola al aire, en mi tanga velezana, la que no le importa nada. Me siento de cuclillas en los pies de la misma cama, para tentarlo, para hacerlo olvidar del partidazo que se estaba por venir.

 El partido tenso empieza. Mi equipo parece arrancar conteniendo la pelota los primeros minutos. Toda la azul y oro, tienden a retroceder, hasta que la toman, la hacen suya y el partido se tuerce. Así van y vienen, hasta que, tristemente, anota su club. Uno a cero. Lo detesté. Encima, lo gritó como nadie el maldito. Lo puso muy feliz. Encima, era un ex Vélez.

 Llegó el descanso y la felicidad lo embargaba al sorete. Verlo así, a pesar del dolor de ver perder a mi club, me satisfacía un toque. Me duraba hasta que me decía cosas como "me vas a tener que entregar la rosca otra vez, tal como lo hizo Sosa (el arquero)". Lo quería matar. Maligno, maligno era. Pero, en el fondo, me hacía reír el conchudito.

 En un momento, se me ocurrió brincar para moverle mi culito entangado. Como sabía que su mirada iba a estar pegada en esa zona, se la moví. Lo enloquecí. No veía la hora de que finalice el encuentro para poder cobrar su deuda. Lo puse ansioso. Ya se la estaba manoseando. "Saque la manito de ahí. No se vale, vas a estar sin ganitas", le digo, sin dejar de saltar o gemir como puta.

 Empezó el segundo tiempo, con los dos siendo unos manojos de nervios. Ambos queríamos ser vencedores en esta partida que se asemejaba a la de ajedrez. Es que estuvo peleado el asunto. Se iban todas a la mierda, o muy cerca de los postes. Qué perros estos tipos, te pagan para hacer UNA cosa. UNA nomás. Los puteé mal.

 Por la atención que le ponía a la tele (o los nervios, no sé), me incliné un poquito más para acercarme  (sin dejar de estar de cuclillas), eso hacía que mis sentaderas, desde su visión, parecieran que se comían vorazmente los hilitos que me lo intentaban cubrir. Quedaban las redondeces un toque más expuestas a sus ojos inquietos. Encima, no paraba de putear. Música para sus oídos.

 Ya cerca del final, como me aburría y sabía que finalizaría así, me levanté de la cama, me puse de frente a la tele solo para moverle los cachetes y darle chirlitos sexys. Unos segunditos así, bastaron para despertar la bestia en ese muchacho. Necesitaba su atención. Sin dudas, la había conseguido a pleno hace rato, solo con la ropita que me había puesto para aquella ocasión.

 "A cumplir la apuesta" me decía sonriendo, mientras se bajaba el short. Una vez hecho eso, se acarició el ganso. Se levantó de la cama. No le costó nada que se le ponga tiesa, y sí, imaginate estar viendo algo que te calienta mal por 90 minutos, más el descanso, sin poder hacer nada. La tenía babeando. No sé cómo aguantó tanto sin que le explote la pija.

 Se me acerca para comerme la boca, el cuello. Acariciarme la colita. Darle cachetaditas. Mordernos todo, tocarnos a más no poder. Agarrársela, torcérsela mientras lo pajeo. Eso lo ponía bravito. Lo sabía. Ya conozco cada rinconcito de él. Sé dónde tocarlo para que se prenda fuego su cerebro. Es que no es muy diferente a su hermano. 

 Como yo sí tengo palabra, a pesar de las insistencias a un pete, me negaba. Nada de petes. Le iba a entregar el rosquete directamente. Así nomás. Eso lo puso traviesillo y me agarró bien fuerte una nalguita. Maldito. ¡PLAS! ¡PLAS! ¡PLAS!, sonaron. Eran sus manos haciéndolas tronar con pasión. Estaba sacadísimo.

 Me agarra de los brazos, me hace dar vuelta, me apoyo contra la mesita del televisor, me baja la tanga a las rodillas, me abre el culo, se sujeta el chorizo y arremete contra mí. De pie, ahí nomás. Sin preguntar, ni pedir permiso, en menos de lo que canta un gallo, la tenía toda adentro. En seco, a pelo. Solo tuve que sostenerme las nalgas, para que Pipi solo deba introducírmela. Papito, me encantó.

 Otra vez tronaba el cuero de mis pompas. Esta vez, eran por la acción de la colisión entre su pelvis y mis gordas cachas. Ya no eran sus enormes manos, no. Ellas estaban sosteniendo mis caderas, acariciándolas, controlándome el movimiento. En mi cintura también había una. En tanto, las mías, apoyadas contra la pared.

 Se deja caer al borde de la cama, sentado. Me caigo sobre su poronga. Me muevo. Traga y destraga. Salto y me desplomo encima suyo. Me agarra de las nalgas, les pega. Las sube y las baja él con sus poderosas manos a lo largo de ese tronco rico. Me vuelve a golpear solo por no saber meter su pitote en mi culito chiquito.

 Caemos de costado para que me dé murra. No podía estar tan rico eso. Se mueve como un conejo, muy rapidito, para enterrarme la zanahoria. Los soniditos no cesan, eso lo hace peor. Hijo de puta, qué delicia cómo me coge el culo. Está coloradísimo, le salen las venas del cogote. Eso es un indicio de algo que me encanta, pero prefiero no pensar en eso y seguir disfrutando.

 Nos vamos a la cabecera de la cama, se apoya ahí. Me subo encima suyo. Pongo las patas al costado de cada pierna. Abro mi culito. Le agarro la pija, me la meto hasta el fondo y me empieza a mover de arriba a abajo. Le encanta. Hasta gime de placer, más que en las otras posiciones. Definitivamente, esta es su favorita. 

 Subo y bajo nuevamente del grosor de su hermoso pito. Sigo yo teniendo el control. No me gusta del todo, pero... está bien, la puedo llevar, porque amo tener su verga dentro mío y, si depende de mí, no me la saca jamás. Estamos tremendamente calientes. No aguanto más, le empiezo a pedir la mema. Estamos en el paraíso del orgasmo.

 Se le vuelve a piantar la chota de mi culito, pero... esta vez, en vez de volver a introducirla, le acaricio la pija un rato. Se la amaso por la parte inferior. Nos quedamos un toque así, ya que entiendo que le encanta. Lo complazco. Me da una buena tunda en la cola, una vez más. Pará, loco, me estás dejando sin cachas. Sos un hijo de puta. Te amo.

 Gemimos juntos. Yo, como una trola, con voz aflautada. Él, como un macho en celo, con mucha esperma que regalarle a mi colita. Eso hace. Me da mis estocadas finales bien adentro. De a poquito. Dejamos de brincar para que se agarre la chota, mientras la tiene dentro mío, y se toquetee el cuerito hasta que no aguante más.

 Así es el asunto, se agarra hasta los huevos, a la par que respira de forma agitada. Se queja. Me la deja bien adentro, a la par que su porongón va vomitando toda su calentita leche. Me fascina. Para mi desgracia, la va sacando de a poquito, para que, finalmente, salga impecable. Sin una gota de mugre. Solo su pedazo más que limpiecita.

 Sus manos no largan mis nalgas, que las separan para dejar bien abierto mi agujero. Para que, con cautela, vaya fluyendo cual río, todo su producto blanquecino que hace un ratito me largó. Gotita a gotita, timidamente, iban asomándose de mi culo. Lo sentía. Estaba maravillado lo bien que lo hace. Me sorprendió para bien.

 Estábamos a centímetros de la cara del otro. Nos dimos un beso. Me recuesto a su lado. Pipi se sentó en la cama. Parecía con ganas de irse, pero no. Cuando le pregunté adónde va? Me dice que quería ir a bañarse. Estaba con mucho calor. Transpiraba. Y eso que fui yo quien movió el orto todo el tiempo. Pero posta, estaba muy alta la temperatura en esa habitación. No éramos nosotros.

 Agarró la ropa que dejó tirada y se fue. Yo, por mi parte, me volví a vestir. Me puse todo, menos el short. Usé mi camiseta de Vélez como vestido, es que estaba muy pesado para ponerme todo. Me fui a la cocina a servirme un vaso de agua. Me devolvió la vida realmente. Lo andaba necesitando. Fue como un segundo orgasmo.

 Mientras tomaba me colgué pensando en mi ex y en el actual. Cómo me vine a perder este, por estar enamorada del otro gil. Re dormí mal. Pipi andaba re caliente conmigo hace una banda, y ni cabida. Es que, intenté responderme, era demasiado pendejo. Ahora, al menos tiene veinte. Está un toque más maduro. Eso que nunca me gustaron más chicos que yo... hasta ese momento.

 Salió de bañarse, envuelto en un toallón que solo cubría sus partes nobles. Aunque, algo de bulto le formaba. Me ve, viene hacia mí, me roba un beso, me abraza. Ay, es un dulce de leche. Me estaba enamorando mal. Encima me dice, "al fin me das bola, hija de puta. Desde que tengo 15 años, que nos mudamos a este edificio, que te vengo observando y pajéandome pensando en vos". Me hizo suspirar.

 En fin, me da otro beso y se pone a arreglar para la cena, mientras hablamos, escuchamos música y bailamos unos cuartetazos. Las vueltitas que me hace hacer, las hacía yo moviendo el tuje, obvio. Eso provocaba que se me subiera el vestidito improvisado que me puse. Se me escapaba tres cuartos de cola, a pesar de intentar en vano que me tape algo.

 Notó el detallazo de que me había ido toda de azul (medias, camiseta y bombachita). El tema era lo que hiciera juego con la V blanca de la casaca. Le digo "acá está", mostrándole la zanjita. Claro está, lo clarito me lo dejó derramado en el agujero de la cola. Su reacción fue una mezcla de risa con una exclamación de placer.

 Interrumpimos ese lapso de calor, para contarnos las histeriqueadas que nos pegamos. De mi parte, no había tal cosa. Solo es mi naturaleza de calienta pija. Pero no era con intenciones de hacerlo con él. Es más, cero fe le tenía. Me sorprendió para bien rotundamente en nuestro primer polvo. Aunque, no niego que me calentó cuando me mostró la verga en el sofá, aquella vez.

 Me senté en su mesada de marmol, sin percatarme de que puse el culito encima del mango de un tenedor. Y no, ya no siente nada ese ojete, me dijo. Malo que es, cómo no voy a sentir? Si acabo de estremecerme con el rico lechazo que me dejó depositado en el orto. Bien que no decía lo mismo con cada vergazo que me propinó.

 Le hago pucherito. Se enterneció. Me llenó de piquitos. Siguió cortando sus verduritas como si nada, pero con esos besitos, la solucionó. Bueno, en fin, me agaché para prender una radio que se ubicaba allí mismo. Me quedé así hasta encontrar una canción interesante. Hallé una romántica. Una lenta bien de los años 80s. 

 Moví el orto un toque al ritmo de ese temazo (take my breath away). Cansado de mirarme el tujes deslizándolo por doquier, se arrimó. Danzamos, apretamos, chapamos, nos toqueteamos, nos decimos cositas. Se apoya contra la mesada para seguir chamuyándonos y besando nuestras partes con desenfreno.

 Me susurra un "vamos a la pieza, mirá si entra mi hermano y nos ve en esta situación". Acepto. Nos vamos chapando. Yo, avanzo yendo para atrás. No quería largarle más esos besos. Besaba increíble el pendejo de mierda, fue lo primero que me enamoró. Algo realmente inesperado en alguien tan jóven como él. Sorpresota.

 Abro la puerta de su cuarto de un culazo. Entramos. Se saca el toallón. Lo arroja por ahí. Me pone de espaldas, me baja la tanga nuevamente, me sube la camiseta, me inclina hacia la cama sujetándome solo con los brazos, me da mis buenos chirlos y, sin pedirme autorización, nuevamente, embiste su macabra poronga contra mi culito indefenso que pide por ayuda.

  Pellizca una de mis nalgas, mientras me culea bien sabroso. Me la va metiendo fuerte. Es que ya lo tengo tan abierto, que entra sin problema alguno. Me lo hace saber. Yo ya lo había notado, pero "seguí, seguí, papito. Dame duro. No te distraigas", le decía. Me importaba un carajo todo. Solo quería que me dé por el culo. La tenía hecha un fuego.

 Ahora se apoya con las dos manos sobre mi culito. Me sujeta para ponerme más al medio de la cama y seguir teniéndome en cuatro patitas. Me pongo en cuatro patitas para él, delante suyo. Por esta pose, otra vez es que el desenfreno lo posee, estaba sacadísimo. Es que lo tenía tan estrecho que no podía evitar enloquecerse de placer. 

 Me da zarpado. No para. Está como loco, gimiendo. Me pega, me tira el pelo, me escupe el orto, le hace de todo sin control. Me hace agachar totalmente, con la oreja sobre la cama, la cabeza de costado, la colita paradita bien en alto hasta que su guasca empiece a salir de a montones. Me avisa que está a punto. Me pregunta dónde lo quiero. La quiero en las nalguitas, obvio.

 La saca. Se pajea mirándomelas y comienza a brotar las semillitas del amor de mi chico. Todo a chorrazos, de a litros. Violentamente van a parar justo en mi zanjita humedeciéndome de pe a pa. Incluso las que quedan en su verga, las limpia en mis nalgas. Le siento el cabezón aterrizar entre mis cachetes. Atrevido, qué rico estás.

 Meneo la cola para él. La misma que, antes era marrón, ahora, es blanquecina, como su mema. Toda. El agujerito bañado con su sustancia. Completamente empapada en su leche, bailo en la misma posición. Sin levantarme, tratando de parecer sensual. Le fascina a mi bebito. Yo, me cago de risa, obviamente. Probablemente me veo ridícula así.

 "Con razón duraron tanto con mi hermano", dice mientras ríe el muy perversito.

 


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