A llorar al campito (primer día).

 La cosa comenzó cuando, en una excursión en el campo, nos dirigíamos con un chabón que acababa de conocer en ese mismo campamento, a explorar un poco más aquellas zonas alejadas de cualquier rastro de civilización conocida (NAH, mentira, estoy exagerando, pero no hubiera sido mala idea, eh?).

 Como sabíamos que la caminata iba a ser ardua, decidimos ir ligeros. Creo que yo me fui al carajo con ese punto, ya que me puse zapatillas, un vestido verde oscuro que me llegaba a cubrir la cola con toda la furia y una tanga del mismo color... como para hacer juego, ya saben, coquetería for ever, lo principal.

 El tipo, al ver que pensaba pasear así, me dijo que, por lo menos, me lleve una cantimplora o algo así. Yo lo miré con cara de "no vamos a ir al desierto, pibe", y, en todo caso que no perdamos, él me podía ofrecer su leche para tomar y su pija para comer. Y yo, por mi parte, le podía dar la cola para que se alimente. Así que... de hambre, no íbamos a morir.

 Sumergidos ya en la aventura, nos dispusimos a recorrer el área que estaba cada vez más empinada. No era una montaña, obvio, pero como que subía y, a su vez, también se volvía más pesado al andar. A medida que transcurría el tiempo, se ponía más agotador.

 Yo, empezaba a notar que el chabón se iba quedando cada vez más atrás. Por alguna razón, en lugar de venir conmigo a la par, se iba poniendo más lento su caminar. Claro está, yo lo relacionaba a esto con que se estaba cansando. Mi inocente mente, siempre pensando cualquiera.

 Estaba tan concentrada en la naturaleza que se desplegaba ante mis ojos, que no me percaté de que, el chabón, tiraba comentarios con doble sentido porque me estaba mirando la cola. Cola que, a su vez, se estaba piantando cada vez más la muy desgraciada inquieta.

 Me decía cosas como que "qué lindo me quedaba el verde", pero haciendo alusión a mi tanga, no a la pollera. O como que "qué profundo está el abismo", "qué paisaje tan verde", o cosas por ese estilo. Mi distracción, claramente, estaba en su nivel más alto.

 Desde su perspectiva, podía ver mis cachetes de pe a pa. Encima, cada tanto me resbalaba un poco y eso hacía que mi culito termine más que destapado ante sus picarezcos ojos. Para esta instancia, ya me conocía el apellido, el DNI, el ADN e incluso todo mi árbol genialógico.

 Creo que, no solo conoció mi tanga, también mi hoyito ya que me decía cosas con referencia a algún agujerito que veía al costado del camino. Estaba hecho un degenerado desubicado. No lo culpo, me re contra regalé. No dejé nada a su imaginación.

 Para la altura en la que me di cuenta, no paré de reírme. Me causó mucha gracia lo atrevido que se puso, así que... le di material para que se inspire y se ponga super romántico el muchachote. Al estar yo delante, aprovechaba para hacerme la que me iba a rascar la cola y llevaba los dedos ahí, para que las nalgas se separen y pueda contemplar de par en par todo lo que poseía.

 Cuando no aguantó más de tener tanto material, se detuvo ahí nomás, apoyó el pie sobre una piedra y, esta misma pose, permitió que se le marque la chota, mostrando que la tenía re contra dura. Dijo que no avanzaría más hasta que no le tire la goma. Tuve que complacerlo, ya que yo quería continuar.

 Claramente, tanto mostrarle el culo a lo largo del viaje, le puse el pinocho como una roca, pobre muchacho. Encima, me hacía la que me bajaba el vestidito que nunca pasaba de la parte inferior de mis nalgas. Era una trampa. Era un final anunciado.

 En seguida me le acerqué, le levanté el short, en la parte donde van las piernas, permitiéndole que su pija pueda tomar aire. Qué rica era, parecía tener el cogote de un brontosaurio. Encima, era larguita. Ni muy, muy, ni tan, tan. Era la justa medida. Para colmo, estaba depiladita a full.

 Me permitió cogotearle el chori. Me prendí para poder mamársela como si fuera una cerdita tomando la leche de su madre cerda. Estaba así de desesperada por semen. Muy equivocado no estaba el chico este, mi guía, iba a tener sed tarde o temprano (más temprano que tarde, en este caso).

 Las venas de su berenjena pálida, se empezaron a asomar. Se ve que lo estaba haciendo bien rico. Eso me aportaba más ganas para darle amor con la boca a esa pija hermosa. Estaba extasiada. Me había sacado la lotería chupándole la verga a este MACHO frente a tanta belleza natural a mi al rededor.

 Me entretuve unos buenos minutos saboreando cada rincón de su glande rosadito. Es que estaba muy delicioso. No podía parar de degustarlo en su totalidad. Me daba la hermosa sensación de estar disfrutando de un placentero heladito con cucurucho de crema americana (mi preferido).

 Después de un rato de masajearle el glande con los labios, me tiré el lance para poder olerle el pupo lo más cerca que podía. A veces lo lograba y, en esos momentos, lo dejaba boquiabierto, ya que era algo importante lo que tenía. Pero, las veces que no, solo atinaba a dejarle empapado el tronco venoso.

 Una vez más, me tenían a mí, tratando de deglutir lo más que podía. Al pasar la mitad, solo debía respirar más por la nariz para que no me haga sentir arcadas. Para colmo, el guachín, gemía encantado la cantidad de estrellas que le hacía ver con la garganta.

 Salía de mi boca toda babeada. Empapada de mi amor. Hasta mis labios quedaban así, unidos por un delicado hilo de saliva que no nos quería separar jamás. Al menos no por este cortísimo lapso que sentíamos esta pasión desenfrenada. Innegable.

 Lo mejor, fue cuando lo empecé a pajear para ver las caras que ponía. Me mojé las manos totalmente, pero no me importó, porque necesitaba observar sus gestos, estudiar lo que no decía vocalmente. Ahora sí lo asumí, estaba llevándolo por el camino correcto del placer.

 Allí, volví a juntarme con su miembro. En esta oportunidad, le pasé la lengua en su frenillo. La paseé por doquier, por cualquier sitio que pueda llamarse frenillo, sin restricción alguna. Con esto, su cara se sonrojó y le brotaron las venas por doquier.

 Bajé hasta sus huevos, los lamí de lejos. Los hice míos, cómo y cuándo quise, de la forma en que me apeteció. Estaban muy gustosos. Encima eran gordos, lampiños. Podía pasearles mi lengüita juguetona, sin el miedo de hincarme con algún pelo traicionero o, incluso, que no terminen en mi boca.

 Apoyé mis labios sobre su cabeza, para succionar como una puta. Sí, los puse en forma de un pico de ave, para poner la forma de su casquito de bombero. Mi jeta siempre tuvo la habilidad de adaptarse a todas las formas que podía poseer cualquier pene. Lo hice varias veces.

 Después de un buen rato, y aunque usted no lo crea, empleé por primera vez mi mano, poniéndola sobre la base del amigo gordo que tenía este huevón. Sí, recién ahora pude agarrarle la garompa. No me pude aguantar más, tenía que hacerlo. Se me estaba cansando el brazo de tanto tenerla al costado.

 La mano me permitió tragar más, llevármela más adentro y con mucha más comodidad. A full. Qué boluda, ¿por qué tardé tanto entonces? Se estará preguntando, querido lector. Simple, es que estaba re panchita apoyada sobre una piedra. Me quedaba re piola. Solamente eso, mera confortabilidad.

 Se ve que le cabeceé tan rico, que no tardó nada en salirle las primeras gotitas de semen. Como le pedí que me la diera toda en la lengua. Puse los labios en forma de "O" y vertió todo como si fuera una botellita de carne. Por fin me estaba dando de beber.

 A su término, lo miré, abrí la boca y dejé que escapara de mí, cada gotita blanquecina que me dio. Gran parte de estas, fueron a dar al piso, a fusionarse con la tierra para fertilizarla, ¡Ja, ja, ja!. Solo algunos hilitos rebeldes quedaron pendiendo de mis labios o mi pera.

 En la uretra también le quedó el rastro de una gotita que no quiso venirse conmigo, así que... tuve que limpiársela. No podía permitirme que se fuera con la pinchila sucia, llena de sus hijitos. Comprendí que mi deber era quitárselos todos.

 Le pasé la lengua y, al ver mi actitud, se la agarró para metérmela entera en la jeta. Qué malito que es, no me puede tentar así. Quería repetir parece. Pero yo ya había tomado una enorme cantidad, estaba con la panza llena (no literalmente, ¡JA!).

 Me prendí de lleno a su glande con mis labios, haciendo la boquita como un pez, con la intención de asegurarme de que no le quede nada más, ningún residuo de vida por ahí. Incluso él, me la pasó por el labio para también quedarse tranquilo de que había finalizado con mi labor exitosamente. Claramente, era así.

 Se subió los lompas junto con sus bóxers, a las chapas, ya que se empezaban a sentir voces cada vez más fuertes ya que se acercaban. Era el grupo del que formábamos parte. Al percatarme de lo mismo, hice igual. Me acomodé bien la ropita, cosa que nadie se dé cuenta de que estábamos juntos.

 Al ya estar con la cara limpita de semen, por haber sacado todo de mi boca, no tenía que hacer más nada. Solo rezar a que no se sienta tanto el olor a guasca. Para eso saqué una cajita llena de Tic tacs, me mandé una buena cantidad, hice una especie de gárgara y... a socializar se ha dicho.

 Extrañada por mi memoria de pez, le pregunté el nombre, ya que se me había olvidado. Me comentó que se llamaba Luca, que era de un lugarcito por Neuquén, muy cerca de donde estábamos. Es que, cada tanto, se daba ese lujo de viajar ahí para hacer ese campamento.

 Teníamos casi la misma edad. Obviamente, él era más alto. Yo tengo un imán tremendo para los lungos. Sumado a esa barbita sexy que tenía y esa carita de pajero, me había sacado la lotería posta. No estaba jodiendo. Estaba demasiado rico el guacho ese.

 El día pasó relativamente normal. Siempre juntos. Nos pudimos conocer una banda después del pete ese. Fue como que ya nos teníamos mucha más confianza para preguntarnos lo que quisiéramos. Fue una luz verde para preguntarnos absolutamente todo. Quedé encantada.



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