Cara de culo.

 Una vuelta, me fui a Córdoba con la muchachada del laburo en el auto de Tony, el pibe que me gustaba. Obvio que él estaba incluido a acompañarnos a despegar la mente.

 Como partimos de noche y llegamos de día, nos fuimos a dormir una rápida siesta de dos horitas. Ni bien me desperté, la historia se desarrolló de la siguiente forma.

 Yo me salí de mi cama, tal y como me acosté: con un buzo largo y en tanga. Claro, flashé que estaba en mi casa, o no sé. La cosa es que, como estaba medio en cualquiera, me importó nada.

 Salgo de la habitación que me tocó con Tony. Ahí me espera un largo pasillo que, al final del mismo, me conduce a un hermoso comedor donde se encontraba mi enamorado de hoy.

 Como él estaba en babia leyendo el diario, me meto rápidamente a la cocina a prepararme una tacita de café. Salgo de allí, y, ahora sí, encaro directamente donde estaba mi Romeo Montesco.

 Bueno, en fin, ni bola. No levanta la mirada, ni nada. Solo me habla de ese modo, como ausente a lo que ocurría. Eso, me enfurece un poco y se ve que, además, se proyecta en mi cara.

 -¿Por qué esa cara de culo?, me pregunta todavía.

 -¿Esto te parece una cara de culo? -le digo- Esto es una cara de culo de verdad.

 Me levanto de mi asiento. Dejo mi tacita en la mesa. Doy la vuelta a la mesa hasta quedar bien en frente suyo. Me pongo de espaldas a él. Levanto mi bucito con remera y todo lo demás.

 Ahí me tenía, con el culo al aire. Lo único que no me había corrido, era una tanga de tiritas blancas que recorrían mis caderas para sostener el pequeño hilo que atravesaba mis dos nalgas.

Quedó perplejo. Realmente no se esperaba que yo le fuera a responder de esa manera. Los ojos casi que le saltaron de sus cuencas para arrimarse más a lo que conformaría mi cola.

 Y bueno, si él tiene su torso moreno, marcado como una tabla de lavar, totalmente desnudo, ¿por qué no puedo exhibirme yo delante de sus ojos? ¿Eh? Que sea equitativo para ambos.

 Como ya había regresado a mi anterior sitio, para tomar mi café, el chaboncito solo pudo contemplarme en mi totalidad, unas míseras milésimas de segundo. Más no quería. Corta.

 En cuanto volvió en sí mismo, me retó a que volviera a hacerlo. A que no me atrevía a quedarme un ratito más. Claro que acepté el desafío. Es más, le di con el gusto... y él me lo retribuyó.

 Esta vez, paré más la cola para que le parezca más grande y redonda ante su engañable perspectiva. Además de subirme el bucito nuevamente, mi tanga descendió hasta los confines de mis rodillas.

 Al fin se puso de pie. Largó su cafecito. Se limpió y se acercó. Aprovechó que estaba inclinada para arrimar su "nepe" lo más que pudiese a mis inocentes pompas que no tardaron en alertarme. 

 En el camino, se había bajado los lompas y se había bajado prudentemente los calzones. Así es, había quedado en chota para que sienta de piel a piel, lo contento que había puesto a ese hermoso ganso.

 Un hilo largo de baba calentita, que cayó de su boca, fue a dar a mi culito. La otra parte, se esparció en su miembro. Todo eso, permitió que un gordo y extenso miembro (el suyo) se adentrara mucho mejor.

 En tanto, su pene se introduce en mi cola y me entra como cajón que no cierra. Una mano intrusa me sujeta del cabello mientras que, con la otra, me da durísimo en la nalga con su palma bien abierta hasta dejármela plasmada en la piel.

 Qué rica se sentía su cabezota corriendo mis nalgas a un costado, solo para meterse violentamente ante mi agujerito travieso. A su vez, sentía cómo este mismo, le corría el cuerito para atrás a su amiguito.

 Me tuve que sujetar a la mesa para obtener algo de estabilidad ante la fuerza con la que me quería clavar sus benditas estocadas. Estaba muy caliente y no se percataba de lo bruto que podía llegar a ser.

 Mi culito tronaba como loco ante los golpes que asestaba, parecían el galope salvaje de un caballo que corría libremente por la insondable pradera que lo rodeaba. Pura poesía que me estremecía.

 Luego de un rato de serrucharme el ojete contra la mesa, me lleva hacia la silla, donde se sienta, pero sin sacármela del culo. Siempre bien adentro mío, ideal para ponerme como una loquita.

 Sí, ahora lo tenía debajo mío. A mis espaldas. Disfrutando a pleno de la voracidad infinita de mi culito angurriento. Ahora, yo tenía el poder de estimularlo como yo quiera, cuando quiera desde lo alto.

 Su mano aterrizó sobre mi boca, tras sentir un ruido que provenía de una de las habitaciones. El silencio se volvió primordial en ese preciso instante. El tema es que, mientras, me seguía clavando.

 Para nuestra suerte, era una de las pibas que salió corriendo de la habitación directamente al baño. No se fijó siquiera si había un chorro o alguien que pudiera hacerle daño. Fue todo un alivio.

 En el interín, le seguí dando sus merecidos culazos a su pinchila dura, de castigo a lo mucho que me provocó durante este tiempo. Mentira, pero es una buena excusa para que me hagan la cola.

 La peor de la crueldad, fue cuando me quedé sentada con su berenjena enterrada entre mis nalgas. Le dejé el canelón con la manga bien corrida para atrás un rato largo. Creo que eso aceleró su eyaculación.

 Para nuestra desgracia, la muchacha se une a nosotros. Pasa por el angosto pasillo que había, hasta llegar al ancho comedor en el que nos encontrábamos bebiendo nuestro desayuno. 

 Obviamente, para todo esto, ya nos habíamos "desabotonado". Me subí la tanga, me acomodé bien el buzo, para que no se me note nada y traté de disimular por completo. 

 Por parte de mi chongo del momento, sucedió lo mismo, se puso el bóxer, se subió la bermuda y silbó una canción con toda la carpa del mundo, para no quedarnos en evidencia.

 Nos saluda como si nada, sin sospechar que sucedía algo. Se sirvió algo de café, unas ricas galletitas que habían por ahí y se unió a nuestra mesita improvisada para charlar un toque.

 Luego de beber mi rapidito desayuno, me levanté para dejar todo en la ya ocupada bacha, para luego lavarlo. Le echo algo de agua y listo. Tarea finalizada por el momento.

 Se me ocurre buscar en la heladera para ver qué había para almorzar y ya estar listos para cuando llegue la hora. Entonces, me dirijo hacia ella, abro la puerta y me quedo fijándome por un rato.

 El "problema" con esto (¡PONELE!), fue que, mi gran "agachamiento", subió estrepitosamente mi pequeño buzo, exhibiendo así, gran parte de mi inocente colita por culpa de esto.

 Por suerte, la perspectiva en la que se encontraba mi amiga, me tapaba completamente la puerta, mas no ante los ojos de Tony, que me encontraba justo, justo en frente suyo.

 Al ver que nos pusimos a hablar sobre cocinar y todo eso, la chica huyó espantada como si hubiera visto un fantasma, dejándonos solitos nuevamente. Me declaré como una genia desde ese entonces.

 Mi culito no aguantaba el encierro que le generaba el bucito, así que... pedía liberarse, salirse de toda atadura y poder ser observada por cualquier ojo de algún ser humano de sexo masculino. Ser deseada.

 Tony, que era muy precavido, se fijó que no haya moros en la costa. Observó por doquier para que no haya rastro alguno de algún aguafiestas que nos corte el maravilloso mambo que estábamos por bailar.

 Cuando confirmó toda ausencia, se bajó un cachito el pantalón, desabotonó su bóxer, peló la verga, se pajeó un poco y arremetió contra mi descuidada colita, que estaba totalmente 

 Su hermoso pedazo moreno iba poniendo hacia un lado mis nalgas, abriendo paso a medida que se iba acercando a mi agujerito, para poder llegar a experimentar las hermosas sensaciones del placer.

 Otra vez nos encontrábamos culeando en la misma pose, conmigo bien agachada y él por detrás dándome tras tras. Repetíamos la misma secuencia que ya habíamos empezado hace unos minutos.

 Sus movimientos y sus enorme manos apoyadas en mis caderas, hacían que me moviera de adelante para atrás y viceversa, como si me estuviera serruchando el culo sin piedad.

 Estábamos dejando escapar el frío de la pobre heladera de tanto tenerla abierta. Había que cerrarla inmediatamente. Eso hicimos, para continuar con la serruchada espectacular que nos estábamos pegando.

 Ahora, era la puerta de la heladera de lo que intentaba agarrarme. El problema, era que no estaba tan firme, así que... intentamos encontrar algún lugar para poder seguir con el polvazo que nos estábamos echando.

 El lugar que hallamos, fue la gigantezca mesada que estaba al lado de la heladera. De inmediato nos dirigimos allí. Yo, sin dejar de tener su enorme pene endurecido metido en mi golosa cola.

 Comencé a gemir del tan ansiado placer. Es que me encantaba sentir bien adentro su poronga gorda y gigante penetrándome dulcemente por el orto. No quería parar, que se quede eternamente dentro mío.

 Sus manos taparon mi boca totalmente. Eran tan grandes que abarcaba casi toda mi cara. Podía agarrarme todo el rostro, si eso quería. Tenía unas manotas de oso, tremendas. Qué rico.

 Ay, por fin. Su pene empezó a disparar litros y litros de su blanquecina esencia sobre el cutis de mi colita. Todo quedó desparramado sobre la zanja larga que parte en dos mi culito. Riquísimo.

 El hombre cayó casi rendido a mis espaldas. Fue un hermoso polvo. Bien intenso. Nos dejó exhaustos, con la lengua para afuera a ambos. No podíamos más, pero todavía había algo más por hacer.

 A Tony se le ocurrió limpiar cada gotita que habitaba en mi colita con la punta de su chota. Así fue cómo dejó su puntita, bien jugosa, con su lechita goteando a borbotones. Una total delicia.

 Me quito de la mesada, me arrodillo, abro la boca y saboreo cada gota que cuelga de su verga. Esto, lo pone a tiritar deliciosamente. No daba más. Eran las sensaciones que necesitaba ese garche.

 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Caperu-colita rota y el choto feroz.

Pinta mi colita.

Calza justo.