Sentada en el tronco.

 Nos fuimos de camping con los pibes en un bosquecito re lindo que quedaba por Buenos Aires. Era uno muy frondoso, lleno de árboles gigantes. Digno de la típica película yanqui de terror, en la que un loquito secuestra a los adolescentes que participan.

 En fin, éramos cinco en total, todos muchachos. Javi, Pocho, el "Negro", Osky y yo éramos los que conformábamos el grupete de campistas que esperaban pasar unos lindos días en aquel lugar, dejando atrás la rutina de la gran ciudad. 

 Íbamos caminando por ese lugar, siguiendo un senderito precariamente marcado (a duras penas se podía notar). Estábamos buscando dónde armar la carpa. Todos iban delante, menos el negrito y yo, que nos habíamos quedado bien atrás.

 En eso, escucho detrás mío un "uy, tenés un re mosquito ahí", seguido de una bofetada en mi cachete izquierdo. Era mi negrito picarón dándole durísimo a una de mis nalgas. Tanto así, que me hizo saltar del dolor y del susto, ¡JA!

 Del dolor, grité "¡AY!" y me di vuelta a mirarlo con cara de sorprendida. Realmente no me esperaba que fuera a darme así de duro. Me miré bien la zona donde pegó, y sí, efectivamente, me dejó un manotazo marcado. Imprimió su mano en mi piel.

 Claro, como en aquella oportunidad me había puesto un shorcito muy chiquito que casi permitía que se me escaparan los cachetes con cada paso que daba, el chabón cayó en la terrible tentación de nalguearme así de fuerte. Fue hermoso.

 Por suerte, no nos dieron demasiada pelota. Como ya habíamos tenido jueguitos con doble sentido antes, siguieron en la suya. No fue nada nuevo realmente. Era más importante encontrar un espacio para acampar, que el manotazo del mano larga aquel.

 Aproveché que no había nadie más detrás nuestro, para caminar revoleándole el ojete. Solo para que sus ojos se deleiten. Me hacía la sexy. No sé cómo, pero dio resultados. Todavía no lo puedo creer. Pero también soy un amor.

 Al fin llegamos a un lugarcito copado, carente de árboles. No tardamos en ponernos de acuerdo para plantar bandera allí nomás. Por suerte, porque ya habíamos caminado una banda y ya eran como las dos de la tarde. Los estómagos rugían.

 Por este último motivo, nos separamos: Javi, Pocho y Osky a acomodar las cosas, el Negrito y yo, a buscar leña para armar un fueguito y ponernos a cocinar. Genial decisión dejarnos solos. No sé cuál será la mente brillante que se le ocurrió tal cosa.

 Bueno, el asunto es que continuamos siguiendo el rudimentario camino, en la complicadísima tarea de encontrar ramitas en un bosque lleno de árboles. La verdad, esperaba que no nos tomara todo el día lograr llevar a cabo esta labor.

 Luego de unos minutos, hallé mis primeras ramitas, las que me llevaron a agacharme a buscarlas. Esto ocasionó que, mi oscurito amigo, se empezara a calentar mal. Era cuestión de inclinarme a penitas para que el short fuera comido por mi colita.

 En eso que giro mi cabeza, miro por encima de mi hombro y lo noto a él, apoyado en un árbol, manoteándose la gaviota. Se la masajeaba mal el hijo de puta este. Como si estuviese desesperado por ponerla, pobrecito.

 Qué rico era ver cómo se calentaba conmigo el muy pajero. Eso me calentaba mal. Ponía una carita de que estaba fantaseando con mi culito que se vendía solo. No había forma de negarme eso. Desde que estábamos en el tren que venía con esos "chistes".

 Al ver esta actitud, en lugar de frenarlo, me dispuse a redoblar la apuesta. Fue así que me bajé la inútil prenda que nada tapaba, para quedarme solamente en mi tanga roja. Sí, alimenté al fuego que encendió su calentura, en lugar de apagarlo, ¿hice bien? ¡Ah, re!

 Entonces me acerqué. Me puse bien frente a él. Levanté levemente la cabeza y fijé mi mirada en sus ojos. Trataba de hacerme más la sexy. Estiré el brazo para tantearle el bulto y acariciárselo, mientras nos dábamos terrible beso.

 Me di vuelta al fin, para que pueda observar más de cerca mi bombachita. Le moví el culito sutilmente sobre su bulto para que lo disfrute mucho más, segundo a segundo y así, logré ponérsela más tiesa todavía. Estaba dando resultado, definitivamente.

 Una mano gigante se posó sobre mi culito goloso. Un pulgar aterrizó en la parte exterior de mi nalga, mientras que, los dedos meñique y anular, se pegaron un cortito paseo por adentro de mi cola, pero agarrando un poquito, de paso. Se trataba de su enorme mano derecha, claro está.

 Luego, para que no se ponga celosa, le dio un fuerte pero rápido manotazo a mi solitaria nalguita izquierda, que lo estaba esperando con mucha tristeza en el corazón. Una estrategia bastante sagaz, si se me permite opinar.

 "Sigamos camino, que todavía nos pueden ver", me dijo. Entonces, me agaché para recoger la poca ropa que me saqué y que dejé tirada en el suelo. Esto, hizo que mi culito quede totalmente expuesto a sus pupilas pecaminosas y su bultazo que andaba a milímetros de ahí. 

 Caminamos un ratito más, para alejarnos de ojitos ajenos (obviamente, yo por delante, para que pueda observar todo lo que se iba a comer). Yo iba revoleando mis prendas, a la vez que oía las guasadas que intentaba cuchichear en silencio el negrito. Al pedo, la verdad.

 Uno o dos minutos después, encontramos un buen lugar. Escuché un "acá nomás". Frenamos. Puse mis shorcitos en el suelo. Me pidió que le tirara la goma (así, esas mismas palabras usó). Aproveché el short para apoyar las rodillas y me dejé caer con total rapidez.

 Casi como una profesional, le bajé los pantalones con el bóxer al mismo tiempo. Eso hizo que, al fin, esté frente a frente esa chota que tanto se hacía desear. Cayó como si fuera la trompa de un elefante... y eso porque no estaba dura del todo.

 Entonces le agarré la pija y me la introduje en la boca. Inmediatamente, ni bien apoyé su glande sobre mis labios, lo miré fijamente, casi como un acto involuntario y succioné como si fuese el último día de mi vida en esta Tierra.

 Mi cuello empezó a trabajar para que mi boca pueda ir de adelante para atrás, mientras le apoyaba mis labios húmedos en su cabezona. Arrastraba su cuerito para atrás también, dejándola cada vez más desnuda... en su totalidad. 

 De a poco, gracias a este osado movimiento bien aplicado, su verga iba dejando de estar cada vez menos gomosa, se le iban notando más las venitas e iba tomando la forma adecuada que le correspondía al adquirir el calor necesario: un tanto encorvada hacia arriba.

 No necesitaba de las manos. Con tener un fluido movimiento del cogote, ya bastaba para darle el placer requerido. Con no desprenderme de su miembro, era suficiente para poder hacerlo gozar, hacerle ver las estrellas con la jeta.

 Empezó a felicitarme por el talento que tenía y hacérmelo notar con su cara, ya que, cuando levanté la vista de nuevo, me di cuenta de que se iba poniendo cada vez más colorada. Había sinceridad en sus palabras, no lo podía esconder.

 Desde su perspectiva, no solo podía ver mi cabeza ir de adelante hacia atrás o viceversa sobre su pedazo, también, podía contemplar mi culito siendo tapado únicamente por esa diminuta tanga roja que, como una zorra, me había puesto en aquella ocasión.

 Seguí atragantándome con verga como una loca, sin parar. Solo él podía provocar que mi cabeza parase de llevar ese método para sacarle la leche. Si me lo pedía, pararía. No tendría ningún problema. Preferiría que no, obvio, ya que estaba muy encantada con ese sabor a pija que tenía.

 El muy pajero, me agarró de la nuca firmemente, para ayudarme a atragantarme mejor. No solo lo logró, sino que, además, lo hizo ver las estrellas. Fue su parte favorita del pete que le estaba haciendo. No paraba de gemir como desacatado.

 No quedó nada de carne sin tragar. Estaba toda adentro mío. Enterita. Podía sentir ese hermoso falo lleno de baba y algo de líquido preseminal, atascado en todo lo que sería mi boca. Qué delicia, por favor, qué deleite.

 Desgraciadamente, me soltó. Fue de repente. Solo entonces, volví a aquella "rutina peterística" para sacarle la mayor cantidad de leche que pueda. Me encantaba, pero quería que siguiera apretándome contra él, porque podía ver que le volaba la peluca.

 Al fin me pidió la cola. Me paré con la boca chorreando baba como si fuera no sé qué ja, ja, ja. Me puse de espaldas, para mostrarle las cachas. Otra vez les pegó y las palpó por doquier. No dejó nada sin revisar, ni siquiera mi pobre hoyito, que abrió con dos dedos y espió.

 De la nada, ya estaba en cuatro patas, recibiendo de su gordo pene que se adentraba y salía violentamente. Sí, de una, ya me daba duro. No le importó ir tomando algo de fuerza despacio. Le entró de una, sin dudarlo.

 Él, en dos patas, agarrándome la cintura. Una con la rodilla sobre el suelo (para tener apoyo). La otra, como doblada (para poder impulsarse correctamente). Yo, entre tanto, como ya dije, en cuatro patitas, con la cola mirando para su lado y recibiendo todo lo que pueda darme.

 Sentía cómo su poronga, no solo me separaba los cachetes, sino que, además, me abría el agujero del culo y me lo serruchaba sin piedad alguna. Su mano, desde la cintura, me obligaba a ir y venir, ya que era quien me guiaba en esta tremenda garchada que me estaba pegando.

 Estuvimos así, en esa rica pose, hasta que vimos un tronco caído al que aprovechamos para utilizarlo. Puse las manos encima suyo, me incliné y, mientras mi negrito estaba detrás, me enchufaba de su enchufe de carne en mi toma corriente.

 Qué rico cómo me garchaba este loco. Si bien, no lo hacía rápido (como a mí me gusta), me lo daba sin parar. No se detuvo por un rato largo. Eso también es muy disfrutable, tiene su ventaja, podría decir. No me quejo, al contrario.

 El enorme y morocho muchacho (quedé como una enana a su lado), tenía su ancha pija metida en el medio de mis cachetes entrando y saliendo. Le rebotaban y ponía a temblarlos cada vez que chocaba contra él. 

 Las puteadas no se hicieron esperar. Me empezó a decir de todo, también me hacía saber (otra vez), lo mucho que le gustaba, lo caliente que estaba, utilizando palabrotas demasiado sucias, que endulzaban mis oídos notablemente.

 Me trataba de puta, de chupa vergas, de todo lo que a una putita como yo le podía encantar. Mis respuestas lo ayudaban un montón a calentarse más todavía, para terminar dándome más y más duro por el culo. Lo que me hacía inspirar para putearlo.

 Tanto romperme el orto, terminó llegando al punto cúlmine. Me lo advirtió. Me hizo saber que estaba a pocos segundos de escupirle el ganso, que no aguantaba más, necesitaba volcar toda su miel adentro mío. Pero le dije que no, que prefería en la colita.

 Luego de hacerme gritar a puro vergazo, cumplió con su promesa. Me la sacó de adentro y se empezó a pajear un buen rato para que, finalmente, su chota termine eyectando una considerable cantidad de su rica leche. Toda fue a parar a mis nalguitas.

 La gotita más grande, se quedó en mi nalga. Pero, otra, una mucho más rebelde, cayó sobre mi coxis, para terminar entrándose en las profundidades de mi culito goloso, que lo tragó instantáneamente, como si se tratase de un agujero negro (los del universo, digo).

 Como dos boludos, nos quedamos jugando. Él, jugaba a limpiarme la cola con su verga, dándome golpecitos. Por alguna razón, esto daba resultado y posta dejó impecable toda la zona. Entre tanto, yo, le perreaba como una loca al mismo tiempo. Fue un timing impresionante.

 Ahora era mi turno de acicalarlo. Entonces, me agaché hasta quedarme de rodillas frente a él (sí, otra vez) y le pasé la lengua por las partes donde habían quedado atascados sus ingenieros. Realmente, no quedó nada colgando de allí.

 Arrastré todo con mi lengua, para luego empujarlos, hasta que caigan por mi garganta y quedar atrapados en mi estómago. Ahora sí, ya no había pruebas del delito. Nada que nos pueda incriminar de aquel encuentro amoroso.

 Nos vestimos rápidamente. Yo, primero la tanga, luego el short. El negrito, primero el bóxer, luego el pantalón y nos fuimos para unirnos con nuestros amigos al campamento, para ver si podíamos ayudar de alguna manera.

 Estaba todo listo, todo armado. Solo faltábamos nosotros con las ramitas para poder hacer el fuego. ¡UPS! ¡QUÉ BOLUDOS, LOS DEJAMOS EN AQUEL ÁRBOL TIRADO! ¡Altos Corkys! Bueh... ya fue, ni siquiera hace frío.

 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Caperu-colita rota y el choto feroz.

Pinta mi colita.

Calza justo.