HermANO.

 Con Beto, mi hermanastro, nos fuimos a su cuarto a ver la tele juntos, es que había un programita lindo que queríamos ver y bueh... nos pintó juntarnos en su dormitorio. Nada podía salir mal, ¿no?... ¿NO?

 Prendimos la tele y yo, la más viva de todas, me recosté rápidamente boca abajo con la cabeza en la parte de los pies de la cama, al cual, me dejaba frente a la tele. Bien cerquita. Con todo el panorama ahí.

 Por parte de Beto, primeramente, buscó sentarse en una sillita que había por ahí en el rincón de la pieza. Pero le dije que no sea tonto, que se acueste a mi lado, que no pasaba nada. Que no sea tímido.

 Como hacía calor, los dos nos sacamos algo de ropita. Yo, con mi pollerita a cuadrillé diminuta y una tanguita negra. Sí, al torso lo tenía al aire, no me importó absolutamente nada que esté con este chabón.

 En cuanto a él, también se puso en cuero al toque en la parte de arriba (es que en esa pieza hacía calor) y un short normal que lo cubría en la parte de abajo. No era ni atrevido, ni nada. Él, no era como yo.

 El programa estaba a punto de empezar, pero a Beto lo entretuvo más otra cosa: así es, mi culito, que no paraba de moverse de un lado al otro. Se meneaba y esto hacía que la pollerita se subiera más.

 Mis cachetes estaban cada vez más afuera con el movimiento que hacía, generando que se roben (en más de una ocasión) las miradas lujuriosas del pobre muchacho que me acompañaba en este relato.

 No solo el pibe estaba inquieto (bah... "pibe", me llevaba como diez años el tipejo, pero bueh... yo digo así), también lo hacía el chico que tenía colgando allá abajo, haciendo que lo acomode a cada rato.

 Yo, a pesar de lo que uno pensaría al saber que estaba meneando la cola, no lo hacía adrede. Estaba compenetradísima mal con lo que pasaban en la tele. No recuerdo qué era, pero no era de calienta pijas.

 El chaboncito, cada tanto, se asomaba para ver detalladamente qué tal estaba mi cola. Pero, cada vez que me giraba para hablarle por algo, se hacía el boludo y quitaba la cara de en medio. Eso, me dio risa.

 Una vez que mi vista volvía al monitor para no perderme de mi show favorito, el muñecote este, regresaba sus antojadizas pupilas adonde se había quedado para contemplar cada milímetro de mi piel.

 El silencio que se gestó, me llamó la atención. Fue muy inquietante. Pero era tal y como me lo imaginaba, estaba imitando a una jirafa de lo tanto que estiraba el cogote para verme los cachetes.

 Al verlo haciendo un esfuerzo sobrehumano por ver mi agujero, le tuve piedad: me agarré le hilito de la tanga que era carcomido por mis cachetes, para correrlo y dejarle mejor visión a sus pupilas curiosas.

 No solo lo ayudé haciendo eso, también agarré una de mis dos inquietas nalgas y separé la una de la otra. Todo, para que pueda tener un mejor acceso visual de mi hoyito. Ay, ¿no soy un angelito?

 Al instante, el muy pajero, peló el salchichón. Qué rico. Qué hermosa pija que tiene el forro este. Encima se la manoseaba con unas re ganas... estaba re contra alzado. Eso me calentó mal, mal.

 Ni bien le pude conocer la chota, me puse como una gatita en celo: me puse en cuatro patitas para él sin dudarlo (y sí, no lo pude evitar, mi culito estaba prendido fuego, necesitaba "gaver" ya mismo).

 El flaco, al fin despegó la espaldas de la almohada. Creí que estaba pegado, porque tardó en moverse. Llegué a pensar que tendría paja de coger y que tendría que hacer todo yo, ¡Qué horror!

 Por suerte, no fue así. El loco apuntó directamente a mi hoyito para mamármelo. Introdujo su lengua y se puso a hacer piruetas dentro de mi agujerito goloso. Posta que lo hacía bien rico.

 Introducía su lengua y la movía desaforadamente. Ponía la cabeza (de arriba) de un lado, luego, del otro. No importa cómo lo hiciese, igual lo hacía delicioso. Me ponía como loquita, pero no era su pija.

 Tanto sentir algo largo y húmedo jugueteando en mi cola golosa, babeándolo todo, los agujeritos de mi cuerpo empezaron a exigir a gritos algo bien carnoso que pudiese atravesarme sin compasión. 

 Se acomodó lo más bien. Puso su espalda sobre el respaldo. Al fin, su verga llenaba mi boca. Estaba contenta momentáneamente. Era un aliciente, pero solo por ahora (subrayado el "por ahora").

 Qué verga más grande. Diría que de unos diecinueve más o menos. Cabía toda mi mano y sobraba una banda de espacio para pasarle lengua como una loca. Para colmo, también era bastante gorda. Perfecta.

 Al principio, masajeé con los labios solamente la cabeza y parte del "nepe". Presumo que pasaba más de la mitad, porque entraba bastantes centímetros en mí, pero no quiero sonar a engreída.

 A todo esto, estaba culito para arriba y no dejé de menearlo para tentarlo. Como diciendo: estoy esperando a que me hagas la colita, papi. Espero perciba el mensaje lo más pronto posible.

 Seguí estirando hacia atrás el cuerito de esa verga con mi boca. Tanto así que, cuando paré de una vez por todas de mamárselo por un rato y me alejé, de mi comisura colgaba un hilo largo de baba.

Me le quedé mirando fijo la verga solo por un ratito, y pensé: qué linda se ve esta chota así, enorme pero con el cuerito corrido para atrás. Exponiendo ese glande rosadito. Me encantó. Sonrisa de oreja a oreja.

 Lo que él podía ver, era a su chonga con una sonrisa de oreja a oreja y un hilito negro, pero laaargo laaargo laaargo de baba colgando de su labio, casi, casi, casi por la comisura, se podría decir. 

 La tele que intentamos ver, tenía en primera plana mi culito delante de sus (inexistentes) ojos. Estaba abierto. A penas separado por un delicado hilo negro que circulaba por allí. Lo que él quería hacer.

 Seguido de todo esto, le agarré la pija como si fuera un chupetín para pasármelo de un lado al otro por la lengua y dejarle mis babas impresas en su frenillo. Solo para, luego, terminar devorándomela entera.

 Lo que más le sorprendía, es que me entraba poco más de la mitad de su chota. No lo podía creer. Tampoco es que no fuese larga, ¿eh?. Como ya dije, tal vez llegaba a unos diecinueve centímetros.

 Luego de alejarme para mirarlo con cara de puta, volví a prenderme de su pito. Ahora, mamándoselo de costado. Dándole besitos a un lado, a unos milímetros de su delicioso glande. Quería probarla toda.

 De arriba a abajo iba mi lengua, esa era la dirección correcta al placer. Ni hablemos de cuando me daba vergazos en la lengua también y finalizaba con una atragantada feroz "garganteando" profundamente.

 Me estaba re mal entonando chupándole la pija a mi hermanastro. Pero no es mi culpa, tenía terrible verga el hijo de puta. Encima, era hermosísima. No iba a poder dejarla nunca. Era mi nuevo vicio.

 Petearlo de costado también era una delicia. Sentirla golpeándome el cachete en el interior, para que me lo hinche, como cuando me estoy cepillando, era hermoso. Solo que, ahora, lo hacía con una verga.

 Solo dejé dos dedos encima de su poronga cuando batí el récord tragando. Dos nomás. Increíble todo lo que se me fue pa' dentro. No lo podía creer, pero lo logré. Con mucho esfuerzo lo conseguí.

 Qué rica sabía esa chota. No sabría describir el sabor, porque, básicamente, las vergas no tienen un sabor en sí mismas. Pero, no sé, es como que la de mi hermanastro, me encantaba igual eso mismo.

 Restaba hacerle garganta profunda como una loca solamente. Le hice más de cinco de corrido. Lo gracioso, fue que nunca tuve arcadas. Quizás porque no llegó a tocarme la campanita de la garganta.

 De mi boca salían globitos de saliva. No me importó, seguí cabeceando hasta que le chorreé a lo largo del tronco venoso. Cuando la dejé, le quedó totalmente húmeda. Con mucha corriéndose por ahí.

 Por supuesto que se la limpié. No daba dejársela de esa forma, pobre. Tenía baba por todos lados. Estaba impresentable. Debía hacer algo al respecto, no podía dejar que todo se quede así.

 Me puse de costado de nuevo para mamárselo, solo para que, desde su perspectiva, pueda ver en segundo plano, al menos, mi culito (o, por lo menos, mi hilito dental atravesando mis dos cachetes).

 Lo pajeaba con la mano sin parar y le pasaba los labios de arriba a abajo a un costado, en la parte inferior de la pija, como si estuviera soplando una armónica. Una rica armónica de carne. 

 Ya no daba más de tanto pararle la colita. Estaba en cuatro, sí, pero con el culito mirando el techo como una loca. Tenía mucha hambre. Mi cara de puta lo develaba totalmente. Las palabras estaban de más.

 Aprovechando esto, me di unos buenos pijazos en la cara, mientras le sonreía. Alta trola habrá pensado. Cómo le gusta la chota a esta hija de puta. Todo eso me imagino que se le cruzó por la mente.

 Al fin me tuvo piedad y se puso encima mío para serrucharme el orto. Se levantó de la cama mirándome con una carita de pajero bárbaro y me pidió que me quedase así, en esa pose.

 Yo, en cuatro patitas, con la cola mirando al techo lo más que podía y la boca bien pegada a la cama, me dispuse a recibir ese pedazo grande de chota para que se adentre en mí lo más violento posible.

 Se agarró la pija para guiársela en el camino a mi hoyito. Una vez que entró, me empezó a golpear la colita con su pelvis y, por dentro, con su pedazo de pija me serruchaba como quería.

 Me sujeta de las muñecas bien fuerte, mientras me da masa por la cola, como un loquito. Pega unos saltitos para hacerme gemir como una loba. Creo que valió la pena babearle toda la pija.

 En un momento, me la dejó adentro por un rato largo el hijo de puta. Bah... para mí, era un rato largo. Capaz eran dos segundos, pero con esa poronga larga y gorda, dos segundos ya es una banda.

 Tanto vergazo, casi llego a la otra cuadra. Nah, posta, me llevó unos centímetros para adelante de la cama. Fue hermoso, aunque quedé con la cola cerrada, ya que estaba en cuatro. Quedé como acostada.

 Otra vez, en un afán por tener el control sobre mí. Al ver que estaba muy recostadita, me pide que la pare como recién, mientras me espera con ese pijón colgando, todavía durísimo.

 Le hago caso, claramente, él es mi papi. Paro la colita, tal como me pidió. Me estira las manos de la muñeca. Me recuesto boca abajo. Al fin estoy tal como le gusta. Me mete el pene. Me regodeo. Gimo.

 De nuevo me da masita por la colita, pero igual sigo teniendo bajo el culito. Me lo levanta con su fuerza, agarrándome de la cadera. Continúa bombeándome ferozmente el muy hijo de puta.

 Me tiene piedad, porque no es fácil de aguantar semejante chota gruesa. Me estaba dejando demasiado abierta la colita. No lo podía soportar y, el hacerlo despacito, lo hace más soportable y rico.

 La peor, fue cuando se detuvo de nuevo con media pija adentro. Ay, Dios, le supliqué a los gritos que me la saque. Me encantaba, pero necesitaba que siga taladreándome el ojete. Que no pare, por favor.

 Mordía mis labios. Mis ojitos se volvían blanco. Agarraba con fuerza la sábana que cubría la cama de mi hermanastro. La cara de estúpida que le debo haber puesto, seguramente, era de placer puro.

 Continuó un rato largo así. Solo se detenía a descansar porque la pose era incómoda para él, pero seguía dejándomela enterrada por la mitad. No aprendía, ni me tenía piedad el muy maldito.

 Finalmente, para las últimas enterradas, la hundió toda bien fuerte y la empezó a sacar de a poquito. Diecinueve centímetros que parecía nunca terminar de salir. Hasta me pareció que seguía saliendo.

 Me hizo saborearle la pija por última vez. Obvio que lo hice, no podía dejar pasar la oportunidad de volver a tener semejante verga adentro mío, aunque sea solo de mi boca. Me tenía loca.

 Garganta profunda a cada rato mientras lo miraba directamente a los ojitos haciéndole cara de puta. Eso lo calentaba mal. Todo para volver a dejársela empapada de mí. Le encantaba. Quería más.

 Seguían saliendo burbujitas de mi boca, por los costados más precisamente. Es que era el único rincón que dejaba vacío. Esa chota no me dejaba nada de espacio. Alta locura tener todo eso adentro mío.

 Continué pajeándolo con la jeta un rato más. La baba se hacía cada vez más. Brotaba de todos lados. Hasta caían por mis labios, rodaban por mi mentón y, algunas, solían seguir camino por mi cuello.

 Viendo que me di un par de arcadas peteándolo, aprovechó de poner su mano en mi nuca. Me sujetó del cabello y me llevó hasta el fondo. Mismo fondo que pudiese intentar tocar con la campanita.

 Me hacía llorar. No le importaba. Seguía. Le encantaba. Como si se alimentara de eso. Lo excitaba, se le notaba en la cara. Ponía gesto de que ya quería volcarme toda su leche calentita en mí.

 Nos separamos, para descansar un rato. Su verga se movió como si fuese un trampolín para los costados. Volvimos a los pocos segundos. No paré de ahogarme con ella. No puedo negarlo, quería más.

 Se acomodó como pudo. Puso los pies un poquito más adelante para tener la firmeza suficiente para poder mover su pelvis. Ahora sí, literalmente, me cogía la garganta mientras me tenía agarrada.

 Hacía lo que quería conmigo. Me movía cuando quería. De acá para allá, de adelante para atrás, si su mano ponía la fuerza que requería, hasta que se hartó y me soltó el muy bruto. Qué deleite.

 De cuclillas me tenía, rogando por semen. Desde ahí, de lo alto en el que se encontraba, el muy cochinito, podía ver todo mi cuerpito. Mi culito abierto debido a esa pose o a su pija. No lo sé.

 Mis labios, llenos de baba y líquido pre seminal por casi todos lados, eran el disparador de sus fantasías más degeneradas. Es que emulaban a la perfección cómo podría quedar mi carita después de su lechazo.

 Por fin llegó el momento. Se agarró la pija mientras vigilaba mis movimientos atentamente para poder estimularse. La zamarreaba para todos lados, a la vez que apuntaba mordazmente, buscando el placer.

 De pronto, después de tanto tiempo poniendo tanta cara de puta, rindió fruto la tan larga espera. De su hermosa pija empezó a salir gotones de semen como una lluvia blanquecina que tanto me merecía.

 Algunas fueron a dar a mis labios o a mi nariz. Otras, las que más disfruté, dibujaron una deliciosa "Z" en mi lengua casi perfecta. Pero no se quedó ahí, también me salpicó un ojo y el cabello. Enchastre.

 Mi piedad, fue la de proseguir succionando ese miembro, hasta borrar cada atisbo de su miel blancuzca, del producto más rico que podría disparar esa verga caliente. Sí, me prendí de allí para nunca soltarla.

 Le pajeaba el glande como una loca petera de mierda, sin quitarle los ojos de encima. Iba de aquí para allá, una y otra vez. Como siempre. Pero solo al glande. Me sujeté bien fuerte como una garrapata.

 No sé cómo sería para él encontrarse con una vista así, de una puta de mierda, amante de la pija, con la carita mezclada con mucho semen y baba, prendida de su pene como si no fuera a soltarla nunca.

 Para su sorpresa, sí la largué. No solo eso. También le mostré que, dentro de mi boca, no había ni rastro de su lactosa. Al contrario. Todo lo blanco que él me pueda dar de su pene, desaparecería al instante.

 Rió espontáneamente al verme en esa secuencia tan irrisoria, mientras revoleaba la verga a los costados el muy hijo de puta. Qué tentación. Todavía no se le durmió. La seguía teniendo algo parada.


 

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