La de mi boca y esa.
Mis amigos me dicen de ir a una fiesta. Acepto, obvio, estaba re aburrida. Pero el problema es que quedaba requete lejos. Entonces, les pido, por favor, si alguno me puede venir a buscar para ir juntos. Ninguno puede, ya que les queda más cómodo ir para allá directo, que venirse y volverse. Alto bajón.
Llegué a pensar que no podría ir, porque el lugar donde lo harían me quedaba, no solo lejos, sino que, además, a trasmano. Alto garrón, casi que me resigno a la puta idea de no poder ir, así que... les avisé que no iría. Ya fue, pensé, otra vez será. Hasta que entró mi hermanastro a casa, y sí... tiene auto, obviamente.
Deja su ropa acomodada sobre la silla, se lava las manos, se pone algo más cómodo y se dirige a su habitación, para arrojarse plácidamente sobre su cama. Estaba cansadísimo. Se le notaba a leguas, pobre muchacho. Pero bueh... necesitaba ir a esa fiesta si o si, no se dará en otra oportunidad.
Voy corriendo hacia él para pedirle por favor que me ayude, porque era una joda que prometía bastante, y, lo primero que sale de su boca es un: "chupame la pija, quiero quedarme en casa". Me quedé colgada un rato mirando la nada misma, pensando y lo solté: "ok, te la chupo", mientras me arrodillaba.
"Pará, ¿que hacés? No lo decía en serio", tiró. Y se mantuvo así mientras le bajé los pantalones, los bóxers y le agarré la pija. Pero cambió de opinión rotundamente en el preciso instante en el que mis labios carnosos aterrizaron sensualmente en su oscuro glande. Qué delicia de poronga. Me encantaba.
"Quedate así, acostado. Yo haré el resto del trabajo, papi", le comenté susurrando como podía, ya que tenía su verga en la boca. Me costó, pero creo que lo entendió. O, por lo menos, eso me pareció. Bah... ni sé, porque proseguí con el trabajito que estaba llevando a cabo: comérsela entera.
Estábamos echados en la cama, uno al lado del otro. Yo, cerquita de su verga, claro. Ambos casi desnudos. Increíblemente calientes. Ardíamos de placer. Pero yo debía realizar esta tarea para convecer al "logi" este. Manipularlo para que me lleve. Todo con tal de irme de fiesta.
Lo tragué sin compasión. No era tan grande (ponele que unos dieciséis centímetros aproximadamente), así que... prácticamente, podía metérmela entera en la boca, sin hacer arcada alguna. Lo que sí debo recalcar, es que era bastante gordita y morena. Unos pocos tonos más oscura que su piel en general.
Se la besé por todos lados: el tronco, su cabeza, la base, los huevos. No recuerdo que haya dejado algún sitio sin recorrer con mis labios. Y, por su reacción, lo que yo hacía estaba haciéndole ver cada estrella de todas las galaxias habidas y por haber. Gemía y hasta levantaba la cabeza (de arriba) del placer.
Le hice como dos gargantas profundas seguidas. Eso sí que le encantaba mal. Lo calentaba demasiado. Le escupí la pija, lo que cayó justo encima de su cabezón, a un costadito. Luego de ese garso, le hacía una deliciosa paja para, finalmente, poner la frutillita del postre: una tragadita más.
Nunca paré de pajearlo bien rico. Por más que la tuviera toda adentro de mi jeta, jamás lo dejé. Me encantaba correrle el cuerito para atrás con la mano sin parar. Es que debía cascarlo por más que no lo quiera, para ayudarlo a darme toda su lechita calentita más pronto que tarde.
Ya empezaba a mezclarse deliciosamente algo de su líquido pre seminal y mi babita. El gustito era el que me lo advertía, es que estaba cambiada. Ya no era solamente el típico gustito a poco y nada de su pene. No. Además, se puso mucho más espesa y también calentita. Estaba bien humectada.
Me sonreía como podía, porque estaba más poseído por la calentura que otra cosa. Se mordía los labios con muchísimas ganas. Demasiadas. Se le ponían en blanco los ojitos. Gemía. Los músculos de su pelvis se retorcían, no sé cómo explicarlo. Eso era una buena señal, claramente.
Mi babita se adhería a mis labios. Signo de que se estaba poniendo jugosa la cosa. Lo pajeaba. Me pegaba en la cara con su chota. Qué lindo era sentir eso. Me la pasaba por toda la cara, hasta que abría la boca, otra vez, y permitía que se adentrara en mis profundidades orales. Qué deleite.
Iba y venía con mi boca a lo largo de su miembro. Primero, me concentraba en hacerle estallar la cabeza. Pero, luego, lo miraba, con cara de puta, con tal de que lo ayude a darme la mema ya mismo. Es que, el chupársela tan rico, me hacía dar mucha sed. Me ponía totalmente sedienta.
Le devoré los huevos mientras le hacía la paja. Jugaba con ellos usando mi lengua. Se los babeaba completamente. Le encantaba, así que nunca paré. Proseguí y me puse más puta. Cualquier cosa que lo calentara tanto, yo lo iba a hacer. Era su esclava en este momento, no iba a parar.
De pronto, me colgué haciéndole la paja. Fue tanto tiempo, que empezó a salir a borbotones sus gotitas de leche. Algunas, muy pequeñas, colisionaron contra mi pecho. Otras, un poco más grandes, cayeron en mi lengua que rodaron hasta mi pera. Como también hubieron otras, que murieron en mis labios.
De la cara, me empapó la parte que está entre la nariz y el labio superior. También un poco el labio inferior. Sin mencionar el chorrazo que me recorría el mentón que me dejó con un delicioso hilito de su mielcita blanquesina colgando. En definitiva, me quedó gran parte de la cara mojada en semen.
En cuanto a mi pecho, me quedó regado por doquier las aguas que salieron de su miembro, pero en tamaños menores. Fue como un Tsunami que salió desesperadamente en un encuentro con mi delicada piel. Me humectó, ahora, debo tener un cutis mucho más terso y suave. Como culo de bebé.
Bueno, obvio, yo cumplí con mi trato. Ahora, le tocaba a él. Con toda la pereza del mundo, se levantó, se volvió a cambiar con muy pocas ganas y decidió llevarme. Bufando, obviamente, pero logré que moviera el orto para llevarme. Pobre, pero es lo que me prometió. Ah re que no... no me prometió nada.

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