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Mostrando entradas de marzo, 2024

Profesor Paul Vasso.

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 Tras rendir mal el examen de Febrero, el profesor de lengua me dice para que vaya a la casa otro día y veamos qué podemos hacer para solucionar eso. Como los errores habían sido mínimos y casi apruebo, se le ocurrió esa.  Para ir, me pongo el uniforme, que constaba de una pollerita escocesa con cuadritos azul y negro, una camisita cortita que no llega ni a la cintura y unas medias blancas de Lycra que hacen juego con la anterior prenda nombrada.  Ni bien nos acomodamos en el sofá de su living, el chabón arranca la conversación. Empezó preguntándome qué pasó con la materia, por qué desaprobé justo esa última prueba, que no era nada a comparación de las demás.  Obvio que yo le contesto sorprendida que no entendía por qué me había desconcentrado tanto, que necesitaba si o si aprobarla, ya que era la última para pasar de año. Bueno, ese tipo de excusas que uno siempre dice, no?  Pregunta si había traído algún apunte para revisar, entonces, agarro la mochilita que m...

El paro (tercer polvo).

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 Pese a que ya había pasado el recreo hace unos minutos y que ya deberíamos tener algún adulto a cargo de nosotros, de Moniquita, ni noticias. De los demás profesores que debía venir, tampoco.  Suena re loco, pero... ya estábamos extrañándonos de que nos dejaran así, a la deriva sin saber por qué carajo estábamos tan solos los tres, en aquella tétrica escuela.  ¿Nos habrán dejado solos? ¿Será que ya se murieron todos? ¿Apareció algún zombi y se los comió? ¿O algún OVNI vino y se los llevó a otro planeta?, esas fueron algunas de las preguntas que se nos cruzó.  Ezequiel no aguantó más la curiosidad y bajó a preceptoría, a ver qué podría estar pasando. A lo mejor era algo re común, que estaba ocupada, o, simplemente, pasó algo re loco como lo que se nos ocurrió.  Como acto reflejo, atiné a asomarme por algunas de las ventanas del pasillo, las que dan al patio descubierto. Nadie, no había nadie. Quizás por que ya habían clases. No lo sabíamos.  Como la ventana...

El paro (segundo polvo).

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 Después del rico polvazo que nos echamos con Lucho, nos quedamos sentaditos uno al lado del otro (sí, agarré mi mochila y me senté con él, porque me lo pidió y acepté con todo gusto).  Nos pusimos a hablar sobre huevadas que se nos ocurría en el momento, como para no estar en silencio, hasta que sonó el timbre y eso nos hizo separarnos al toque, querer salir, digamos.  Yo me fui al bufete corriendo, a comprarme algo rico para comer, es que... estaba con algo de hambrita, se podría decir. Me empezó a picar el bagre repentinamente y obedecí a mi pancita.  En cuanto a Lucho, también decidió salir del aula de inmediato a disfrutar del recreo. Pero él, a diferencia mía, se sentó con Eze, a los pies de las escaleras que dirigían al piso de arriba.  Se pusieron a hablar un rato, era sabido. Le contó, con lujo de detalle, lo rico que se sintió penetrarme por atrás, desatando cada sorbo de lujuria que podía contener un ser humano.  En eso, volví. Me había comprado ...

El paro (primer polvo).

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 Estábamos en época escolar y, como era tan común en Argentina en esos años, la mayoría de los profes y el alumnado se habían tomado el paro. Excepto tres de los veintipico (sí, yo era parte de esos tres).  Cada uno se sentó en su respectivo asiento. Como yo iba adelante, me quedé allí. Los otros dos compañeritos míos, en el fondo. Uno del lado de la pared, pero del pasillo. El otro, del lado opuesto.  Uno de los pibardos, que se llamaba Luciano, era tremendo vago. Era el famoso "tiro al aire" de la clase. Tanto así, que repitió dos años seguidos el muy flojo hijo de puta. Lo de estudiar no se la sabía.  El otro, se llamaba Ezequiel y era el típico nerd de la clase. El que nunca faltaba y siempre tenía las carpetas completas, las tareas resueltas, las cosas sabidas y todo lo que le digan que haga.  En fin, con este contraste de muchachos quedé compartiendo el aula en aquella oportunidad. Alta paja, sinceramente. Prefería quedarme en casa, pero bueh... ya estaba ...