Carita sucia.

 Caí de bruces sobre mis rodillas. No me importó, total, ya estaban acostumbradas a amortiguar ese tipo de golpes. Solo me interesaba lo que estaba a punto de hacer. La concentración estaba ahí.

 Sus pantalones y boxers también cayeron, pero fueron frenados por sus pies, sus zapatillas. Quedó, al fin, al aire su tremenda verga que rondaría los diecinueve centímetros (más o menos).

 Dani, que era mi hombre, estaba plácidamente sentado en la silla del cuarto, se preparaba para sentir el peteco de su vida (o, por lo menos, eso es a lo que yo me mentalizaba, a volverlo totalmente loco).

 Le agarro la pija. Le paso la lengua por la parte inferior de su exquisita chota, desde la base hasta el frenillo aproximadamente. Lo vuelvo loco, lo hago estremecer de un solo lengüetazo letal.

 Mis ojos se adhieren a los suyos de inmediato, como si estuvieran pegadas de alguna forma. Mientras le aplico la rica lengüetada que le venía pegando. Eso le encantó. Fue un plus tremendo.

 Bajo y vuelvo a subir un par de veces más por ese venoso tronco que tiene entre las patas, recorriendo cada milímetro de su rica poronga. A todo esto, nunca quité las pupilas de las suyas. 

 Escucho sus fuertes gemidos sonando al unísono que yo lamo sus partes, como la música más hermosa del mundo. Me deleita los oídos, me calienta eso muchísimo más. No tiene precio.

 Se la escupo al toque, bañándosela en mi rica saliva. Desde su glande para que caiga hasta donde prefiera. Por segundos, teníamos unidas mis labios y su frenillo desde un hilo de mi baba. 

 Qué rico era besarle la puntita rozagante de Daniel. También el costado. Ni hablemos de hacerle una rica paja mientras tanto, metérmela en la boquita para petearlo. Subía y bajaba con el cuello.

  En un momento, mientras alejé la boca de su chota al término del terrible pete que le estaba haciendo, se me cayó un tremendo hilo de baba que tenía colgando en el mentón. Era toda una chanchita.

 No me importó en lo absoluto aquel detalle ínfimo. Continué mi labor, cabeceando lo más bien, como si nada. Me metí de nuevo su pija en la boca. Mis manos me ayudaban a darle más placer.

 Estuve así un rato largo peteando como una loca, hasta que, de mi boca, salió otro montón de saliva, para bañar su hermosa vergota. Le empapé el glande, en su totalidad. Cayó, también, en mi mano.

 El ruidito que hacía su pija con la humedad, era más excitante todavía. Le sumaba un montón a lo que ya venía sintiendo. Aumentaba un montón el ambiente ya caliente. Ojos clavados de nuevo.

 Le brillaba la verga de tantas escupidas. No podía dejarla así, tenía que seguir haciéndolo. Más que nada, porque queda mejor así. Cuando empiezo algo, debo terminarlo. Es mi lema en la vida.

 La cara de putita que le hacía, le volaba la cabeza mal. El beboteo ayudaba una banda a aumentarle las ganas que ya venía acumulando. Bah... a estas alturas, con cualquier cosa lo podía lograr.

 Golpecitos en la lengua me di. Me empaparon un poco la boca. Después, la froté por el frenillo de un lado al otro, para derivar en más mamada, en acariciarle la cabeza de la chota con los labios.

 Pide que vaya a la cama. Me pongo encima de ella, en cuatro patitas. Él, se apoya sobre el borde, a los pies de la misma, a unos pocos centímetros de distancia. Los mismos que le medía la poronga.

 Agarro su pija. Lo pajeo mientras lo sigo mirando como una de las peores trolitas que haya visto en su vida. La sacudo. La miro. Encaro. Le doy un besito al costado del tronco. Uno con ruido. Mucho ruido.

 Entra en mi boca toda su cabeza. Se la chupo entera. La suelto un rato para acomodarme el pelo. Molestaba. Recorro con mis labios cada milímetro de su tronco, hasta volver a su glande.

 -"Mostrame ese ojete, putita", me dice con una voz de pajero impresionante.

 Obvio que le hago caso, no podía desobedecer ese pedido. Entonces, al toque, agarro el borde del vestido negro que tenía, me lo subo y quedo con aquella tanga roja coladísima que tanto quería ver.

 Muevo la colita de un lado al otro ante sus degenerados ojos, como si fuera una perrita en celo. Quería leche ahí también. Bah... quería en todos lados, eso no está en dudas. Estaba pidiéndolo a gritos.

 Mientras le tiraba la goma sin parar, Dani estiró la mano para acomodarme el borde del vestido para que no me tape la tanga para nada, para que quede bien a la vista y pueda hacerse la fiesta con la vista.

 Mis labios ya parecían más una sopapa, que labios humanos. Succionaba con el único fin de poder extraerle todo el semen posible que tuviera acumulado entre sus gordos huevos... y lo quería ya. 

 -"¿Te gusta mi culito?", interrogué a la par que lo volví a menear para que lo vea.

 -"Me encanta ese orto gordo", contestó con la misma voz de pajero que me calentaba.

 -"A mí me encanta chuparte la pija", comenté tras largarle el amiguito y hacer ruidito de sopapa.

 -"¿Qué dijiste, bebé?"

 -"Que ME ENCANTA chuparte la pija".

 El hijo de puta me hacía hablar, siendo que tenía la boca ocupada. Lo quería matar, pero bueno... lo importante para mí, en ese preciso momento, era conseguir que me eche la leche en toda la cara.

 Gemidos bajitos empecé a emitir a la vez que se la chupaba. Eso lo pusieron más caliente todavía. Me lo hizo saber respirando agitadamente junto con la mamada que le estaba pegando.

 Otros golpecitos libidinosos que me daba con su chota, se hicieron presentes. Esta vez, me di contra mis pobres cachetitos (de la cara, claro). Sonrisita mediante, con miradita incluida.

 Tenía tanto de mi baba desperdigada por su miembro, que era bastante probable que me quede esa parte de la cara algo empapada (con la forma de su ganso, por supuesto). Así fue.

 Cómo le encantaba mi culito a este pajero de mierda. Tanto así, que se quedó colgado un rato largo mirando mi tanguita colorada siendo comida por mi colita golosa. De hecho, le dio tremendo chirlo.

 El semen ya se empezaba a sentir, más que nada por los gestos que hacía con la cara. Se ponía rojo mal. Esa era la antesala de que, en cualquier momento, se podría venir el aluvión de leche.

 Sin manos también lo cabeceé. No las necesitaba realmente para deslecharlo. Mi nuca ya tenía la cancha suficiente para poder hacer el movimiento que estimule a mi hombre. No me importó ahogarme.

 -"Mirame", me dice.

 Claro, pasó que, por hacerlo sin manos, descuidé mi vista y me concentré en hacerle una buena felatio, tal y como se lo merece. Entonces, levanté la cabeza y entrelazamos la vista con él.

 Lo ataqué oralmente, sin descanso, por ambos costados. También por el frente. Arriba por supuesto. Abajo. Por doquier. Ningún rinconcito quedó sin rastros salival. No podía no hacerlo.

 -"¿Querés que te acabe en la carita, puta, o en la boca?", preguntó.

 -"Quiero toda tu lechita en mi carita, amor", le contesté.

 Por esa pregunta boluda interrumpió la tremenda chupada que le estaba dando. Claro, dejame a mí que decida en el momento. Disfrutá callado, chabón. No le dije nada de eso, por su pollo, pero lo pensé.

 Solo hizo falta continuar mamando unos pocos segunditos más para que, al fin, tome las riendas del asunto. La solté, de boluda que soy, debí haber seguido arremangándole el cuerito yo misma.

 Se pajeaba delante mío, mientras yo lo esperaba con la boquita abierta. Al pedo, porque todo saltó por lados diferentes de mi cara. Lo desparramó increíblemente, como si lo hubiera planeado.

 Gran parte, se estrelló contra mi frente y rodó, formando así, un largo camino hasta mi ojo izquierdo. Parecía que mis lágrimas se habían hecho blanquecinas, ya que fueron a dar hasta mi mejilla.

 Otra parte, terminó colgando de mi pera, como si estuviera sosteniéndose de allí para salvar su vida. Gota rebelde, no quería desprenderse. Estaba fuertemente agarrada a mi piel, como una escaladora.

 Mi carita quedó sucia, chorreando, como a mí me encanta.


 

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