El agujero de la gloria.
Hubo un tiempo en el que descubrí un "glory hole" en un baño. No voy a decir dónde queda, por si lo escrachan (como si alguien fuera a leerme), o quizás, porque ya lo cerraron. La cosa es que quería contar de la vez que me encontré con uno.
Fue una vuelta que fui a un baño público. Mi costumbre es siempre la de ir a los cubículos de los inodoros, aunque esté solita, no me importa. Me gusta mucho la privacidad que te dan estas cuatro paredes, aunque sean de papel.
La cosa fue que estaba por mear, hasta que, de pronto, había un muchacho en uno de los mingitorios. Me hizo unos ojitos, y mi reacción fue la de asombro, no me la esperaba. Encima, el muchachote morochote (que estaba enorme), era guapote. Bien "cogestible".
Todo arrancó cuando, al entrar en el cuartito, le respondí el gesto con un beso a la par que me adentraba. El chaboncito, se ve que sacudió la nutria, se dio vuelta hacia donde me alojé un ratito y me siguió hasta donde yo me encontraba.
En eso que estoy meando, veo que, a mi izquierda, se asoma lo que parece un apetitoso pedazo bien gordo y de, aproximadamente, unos diecinueve centímetros. Mi asombro fue tal, que no lo podía creer. Casi que se me cae la mandíbula.
Claro, como me vio tan amanerada, con un jean ajustado, casi que bordeándome el culo, con una remerita muy cortita que no tapaba nada, con una vocecita muy tiernita y con gesticulaciones bastante afeminadas, el chabón asumió que quería pija. Mucho no le pifió, la verdad. Así era.
Era una morcilla juguetona que deseaba ser manoseada. Como la percibí así, la sujeté y la empecé a pajear despacito. Pude tantear cada poro de esa culebra de un solo ojo. Es que era la primera vez que me pasaba, y espero que no sea la última.
El atrevimiento, me dejó anonadada. Me hizo babearme por completo. Parecía conocer mi putez, por algo hizo lo que hizo de una forma tan inesperada. Casi que le grito a los cuatro viento que lo amo. Encima, tenía terrible poronga.
Con el calor de mi mano, la pija se iba poniendo cada vez más dura. Casi tan parecida a una víbora cabezona. Se la escupí un poco, para que resbale más. Eso le encantó, es que fue una señal de que, la hora del pete, estaba cada vez más cerca.
El segundo contacto que tuvimos, fue el de mi lengua. Arranqué por el costado del tronco venoso. Eso lo puso a suspirar de forma sexual. Me envalentonó aquel gritito, así que, lo siguiente que hice, fue llevármela a la boca totalmente. Desde la cabeza hasta donde me permite la pared del baño.
Comencé a succionar esa trompa negra de elefantes y, a la vez, jugueteaba con mi lengua a su alrededor. También, le hacía la paja con la mano en el cuerpo del cabezón. Creo que toda esa sumatoria, daba como resultado, una deliciosa sensación.
Me propuse tragar lo más que podía. Creo que recorrí varios centímetros. No sé cuántos, pero fueron bastantes los que me llevé a la boca. Se sentían tan ricos, que me estaba excitando mal. Me provocaba metérmela en la cola, pero... no sé, tenía mis dudas todavía.
Un escupitajo más, nunca viene mal. Le da un saborcito especial, que nos va a fascinar. El problema fue que le eché de más, y terminé derramando al suelo. Pero bueh... lo importante fue que le quedó la verga bien babosa, con mucho juguito rico.
Aquello, me permitió tener la mano más resbalosa. Hacerle una paja mucho más encantadora, con ruidito y todo. Me mojaba la cola de solo escucharlo, era como música para mis oídos. A ese hombre, lo puse a cantar mis melodías favoritas.
Besitos tiernos a la puntita eran la fiel demostración de todo mi cariño. Luego de eso, llegó la hora de volver a ahogarme con ella. De llevármela lo más que pueda hasta el fondo. Me dispuse a romper mi propio récord. Siempre superándome, obvio.
El tipito no paraba de pedirme el culo. Pero yo, como tenía la boca muy ocupada, no podía decirle que no. Para colmo, no escuchaba qué carajos me pedía. Era como que no le daba bola. Entonces, continuaba con mi ardua tarea hasta sacarle la leche.
Mi mentón se convirtió en una catarata, porque no paraba de segregar saliva. Todo el tiempo había alguna que otra gota escurridiza rodando hasta estrellarse contra el piso. Encima, yo no ayudaba, porque no me limpiaba. Dejaba todo ahí.
Se parecía muchísimo a la canilla de mi ducha. Es que yo tenía una en mi bañera, que tenía casi la misma forma, solo que esta es real y, además, no tiene la punta doblada. Esta, era bastante recta. Ideal para metérmela en el culo.
De ahí en más, no paré de tirarle la goma. Es que estaba muy sabrosa. Me inspiraba demasiado a cogotear como una loca. A hacerle la paja con mis gordos labios, sedientos de semen. Los que, a él mismo, los incentivaban a endurecerle el miembro.
Parecía que realmente se lo estaba haciendo muy bien. No paraba de gemir como un desquiciado. Le encantaba las mordiditas que, levemente, se clavaban en el tronco de su chota. Era un estímulo bárbaro para este chico.
Habré estado haciendo lo mismo un rato largo, dispuesta solo a que me derrame todo lo suyo. Expectante. Haciéndome la cabeza. No veía la hora de que me dé todo lo que guardan celosamente sus testículos gordos y peludos.
Lástima que, el espacio, no me permitía comerle los huevos. Sino, iba directamente a esas partes, ya que me encanta hacerle eso a mis chongos. Seguramente él también lamentó que no pudiera dar de mí en esas zonas erógenas.
Finalmente su amor se volvió líquido, cayéndose todo sobre mi cara. Por fin. La sed me estaba matando, me carcomía el cuerpo totalmente. Por favor. La estaba necesitando ahora mismo. En ese preciso instante.
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