A la puta calle.
Una madrugada que tenía ganas de que me la pongan toda, salgo de mi casa hecha una trola. Me ato el pelo con dos colitas, anteojitos, una camiseta rosita que me llegaba hasta la cola y una bombachita, medias hasta las rodillas y una mochilita de "hello, Kitty" del mismo color. Bien de putita me vestí.
De pronto, en la esquina de una cuadra bastante oscura, apoyo las manos en la pared, me inclino dándole la espalda a la calle mostrando la entrada de mi culito goloso al público que se atreviese a pasar por allí, a esa hora. Estaba bien dispuesta a que se vea absolutamente todo lo que portaba.
Después de un ratito esperando, cae un auto azul que toca bocina. Me doy vuelta. Saludo al conductor. Me acerco a su vehículo. Me inclino descansando mi brazo sobre su ventana. Resulta que era un hombre mayor, casado, de unos cincuenta y tantos buscando quién le extraiga una muestra de esperma.
- "Uff... hola, bebota, ¿cómo estás, aparte de culona y tetona? -comienza diciendo- ¿no te gustaría tomar la mema del pico de este biberón un rato? Tengo mucha para darte". Extiende la mano para mostrarme que no iba a ser gratis, que va a tener un buen valor aquel vaciamiento testicular.
Halagó mi atuendo y cómo me quedaba. Me pidió que dé una vueltita para él. Me pongo derecha, camino unos metros y pego la susodicha vuelta. Girar hizo que se me subiera un poco más la camiseta que me puse, exhibiendo un toque mi culito. Creo que eso lo excitó. Confirmó su compra.
Obviamente, al ver sus billetes, acepto. Me abre la puerta. Me subo. Su plata me la guardo entre las tetas delante suyo. Estoy chocha, mi primer cliente. Nos vamos a buscar dónde coger. De camino, encontramos una callecita relativamente oscura, casi como un callejón. No nos importó allí nomás.
El viejito, a pesar de tener casi 30 años más que yo, estaba hermoso. Era re canchero y gracioso. Me hacía reír mucho. No parecía tan grande, solo alguna que otra arruga revelaba que tenía sus buenos años. Pero, sus tatuajes lo ocultaban un tanto. Sacando eso, todavía estaba fuerte el señorcito.
Lo primero que atacó, fueron mis gomas. Jugaba con ellas de principio a fin, por cada rincón, hasta sentir mis pezones ponerse duritos. Se tiró a ellas, a comérselas. A probarlas como un lobo feroz se arroja sobre su pobre presa a roer hasta su último pedazo de carne. Estaba bastante hambriento.
Mis manos no se quedaron atrás, se posaron sobre su miembro, que se encontraba tapado solamente por un pantalón negro de ADIDAS. Así es, no tenía ni ropa interior, ni nada, debajo. Se ve que salió mentalizado en cazar algo. La podía palpar. La tenía re contra dura. Ya se le marcaba gracias a ello.
Me agarró de la cabeza y me chapó con una calentura increíble. Me sujetaba mientras bañaba mi boca con su lengua. Eran de esos besos que te dejan loquito. Yo, en tanto, le mordía esos labios hermosos que tenía para soltarlos recién al separarnos. No debía, es regla primera de toda puta, pero bueno... no me pude resistir.
Recorrí con total fiereza, como una gatita en celo, su entrepierna hasta llegar a sus piernas. Tanteé toda la zona con unas ganas increíbles. El doble de las que ya tenía. Ese hombre había logrado ponerme más cachonda y más puta que nunca. Era un crack en este tipo de cosas. No podía negar su experiencia.
Se bajó los pantalones, al fin, para dejar afuera tamaña pija. Quedé alucinada cuando la vi. No lo podía creer. Con una sonrisa que se me dibujó al toque. Encima, estaba toda rapadita, finita, larga. Era una salchicha, posta. Para colmo, ya tenía la cabecita afuera. Me muerdo con solo verla y recordarla.
Lo primero que hago, es agarrarla y sacudírsela un poco hasta que esté lo suficientemente parada. Me recuesto de costado, con el codo apoyado en el asiento. No le importó que ponga las rodillas sobre el asiento del acompañante. No, ¿qué le iba a interesar? Si con el pete que le estaba haciendo, ni se acordó de eso.
Me la pongo en la boca. Se la masajeo con mis labios gruesos. Le estiraba el cuerito con cada mamada que le pegaba. Unas cuatro aproximadamente, antes de hundirla totalmente en las profundidades de mi garganta para ahogarme con el terrible ganso que estaba cada vez más grande. Era una cosa inmensa.
Mientras le hacía una rica paja con la jeta, él me sube la camiseta, me da mis buenas y merecidas nalgadas. Bien duras. Gimo del dolor que me causa placer. Dejó sus enormes manos, para acariciarlas, transitar cada centímetro de mi cutis. Estaba enamorado de él. Sobre todo del besito que me tatué en la colita.
Estira su boca para, según él, verlo más de cerca. Lo muerde. Le clava sus colmillos ansiosos de sexo. Pero, como está lejitos, se conforma con seguirme dando manotazos bien duros. Dejármela a full marcadita. Mi tatuaje favorito, como confirmando su paso por ahí, por mis cachas redondas.
Yo nunca dejé de mamársela. Hasta le pegaba a mi lengua con su verga, la cual, arrojaba sus buenas gotitas de leche. Le daba besitos en la parte superior de ella para terminar subiendo y metérmela entera en la boca, como buena petera profesional. Hacerle cosquillitas ricas con mi garguero profundo.
La saco de adentro, para continuar pajeándolo. Para hacerlo suspirar de la calentura. La volvía a meter para chuparla de forma circular, como si se tratara de un chupetín, de esos que son como un pirulín. Todavía parecía que iba por buen camino de ganarme el billetón. Estaba chocho de la vida.
Ahora, era su turno de efectuar los movimientos. Me agarraba de la cabeza, para desplazar sus caderas, haciendo que su pija entrara y saliera de mis cavernas bucales a su gusto. Me llenaba de placer que me lo haga así. Básicamente, me estaba cogiendo la jeta. Literalmente.
Posta me la metía hasta asfixiarme con ese porongón hermoso. Me mordía los labios mirándola y me la volvía a llevar entera, para continuar las arcadas correspondientes, sacármela y pintarme la boca con su leche calentita. Me dejaba los ojos llorosos. No podía estar mucho tiempo fuera mío. Debía devorarla.
Pelé las tetas, juguetée con su pinchila entre ellas. La metió. La apretaba. Movía su pelvis en son de cogérmelas. Fuerte. Brillaba, así que... aproveché para escupírsela, para darle más brillo. Mis gotitas rodaron, hasta estrellarse contra su hermoso glande. Resbalaba como loco. Qué rico se sentía.
Desde mi perspectiva, se veía el glande taparse y destaparse por acción de esto, hasta que, finalmente, logro dejársela descubierta con su mismo prepucio. Lo miraba con cara de puta, golosa, hambrienta de carne, sedienta de mema, eso lo calentaba más. Otra escupidita. Qué rico se sentía el ruidito que hacíamos juntitos.
Ya empezó a largar unos largos "ahh..." entre tanta chupada. Serias alarmas de que estaba por buen camino o que estábamos pronto a llegar un aluvión de su guasca. Pero no podíamos detenernos, ni él avisarme, ni yo a hacerme la exquisita delicada, ya que estaba sacadísimo de la calentura. Estaba perdido.
Tanto devorarle la verga, dio sus frutos. Su miembro comenzó a vomitar sus hermosos jugos ácidos, que fueron a dar a mis anteojos. Un poco, ayudados por su mano. Otro poco, por mi boquita golosa que no paró nunca de masajeársela bien rico. No podía sacármela por un rato. Debía tenerla toda entera.
Me saqué los lentes, lamí lo que cayó en él. Tragué lo que se desplomó en mi lengua. Me limpié lo que se posó sobre mis mejillas. Me saqué lo que quedó colgando de mi pera. Besé cada milímetro de la piel que recubre su cabeza lechosa y me froté por la cara ese miembro lujurioso, que me volvió loquita.
Como ya me había pagado, solo quedaba que me lleve a mi esquinita. Me hizo el favor y me dejó allí. Una vez ahí, me abre la puerta pero, con su codo, roza mis pechos. Creí que quería más. Lo miro, le sonrío, me beso la yema del dedo índice con amor, la apoyo en su entrepierna para abrir la puerta e irme en búsqueda de otra aventura.

Comentarios
Publicar un comentario