Thiago un pete.

 Fue una joda terriblemente buena en un boliche, donde lo conocí a Thiago. Cierto festejo de cumpleaños, o alguna salida normal, tal vez (no lo recuerdo con claridad). En medio de la madrugada, un morocho de tez marrón (sin ser despectivo, claro), irrumpió a mi grupo de amigos, el cual lo pude notar.

 Estaba vestido como un terrible turro (ERA un turro importante) que se nos acercó en la entrada a charlar con una de mis amigas y terminó ligando conmigo el muy sinvergüenza. Las cosas se dieron de una manera tan fluida y natural, que casi ni lo pude notar.

 El chabón se hizo muy compinche con el grupito, en especial conmigo, que nos pasamos toda la noche bailando, riendo. Era un muchacho increíble, lo que se diría un verdadero cago de risa. Hizo que el tiempo pase como agua entre nuestros dedos.

 En un momento de la joda, uno de los pibes se sintió mal. Lo cual, lo tuvimos que acompañar hasta la casa. La cosa fue que, aquello, pinchó la joda de una forma monumental. Todos se fueron por su parte. Menos nosotros dos, que hicimos nuestro propio camino.

 En lugar de ir a mi casa, le propuse ir a un kiosco cercano a la misma, para comprarnos unas birras. Y claro, eran como las cuatro o cinco de la mañana. No daba terminarla de esa forma. Todavía le quedaba mucho hilo al carretel de la madrugada.

 Una vez efectuada la compra, nos dirigimos a algún sitio donde sentarnos a tomarlas. El lugar indicado, fue el umbral de un edificio oscurito. Aplastamos el culo allí y proseguimos con nuestra muy bonita charla educativamente profunda, sin parar.

 Haciéndose el graciosito, se pone de pie para acercarse a la calle, pispear si viene su colectivo (el 80), darse vuelta y pegarse una señora rascada de pija descomunal casi frente a mis ojos. Lo hizo con tal impunidad, que no le importó nada si yo lo veía o no. 

 Quedé con los ojos abiertos de par en par. Asombrada, no podía creer la desfachatez que tuvo, así que... al ver que le estaba mirando la vizcacha mordiendo los labios, me hizo la siguiente pregunta: ¿qué, querés rascarme vos la poronga?

 "Nah, rascate tranquilo nomás", fue mi inmediata respuesta, pero en mis ojos estaba más que claro que quería ser yo quien lo haga. Me vendía solita. Era obvio que tenía las re ganas de comer de ese pellejo crudo que le colgaba entre las patas.

 Largando una risa socarrona, me dijo "dale, putita, yo sé que querés comer de esta banana". Era totalmente cierto, pero era mejor hacerme de rogar un rato, aunque muriera de ganas. Para colmo, el muy desgraciado, se agarraba el chori y se lo hacía para todos lados.

 Basta, no te lo lastimes más. Damelo, pensaba, mientras me mordía los labios ya sin carpa. Fue entonces cuando me harté y me la jugué para manotearle el paquete. Ahí, Thiagui quedó sorprendido, pero no tomó la actitud chiquilina de achicarse que yo tomé. Al contrario.

 Me agarró de la nuca, en son de que se la chupe ahí mismo. Es que estaba recontra desesperado. Se le estaba parando. Tenía una leche tremenda guardada para mí. Estuvo toda la noche esperando quedar a solas conmigo para eso. El último de los románticos le decían.

 El tema era que, esa parada (de bondi), estaba demasiado iluminada. Necesitábamos, si o si, de la soledad que nos era otorgada por la oscuridad. Allí estabamos bastante expuestos. No daba darnos el lujo de que fuese la policía la que nos encontrase en plena acción.

 Para nuestra suerte, hallamos ese refugio detrás del sitio en el que nos encontrábamos, en la entrada de un edificio oscurito. No parecía que nos fuese a encontrar nadie allí. Así que... nos atrevimos, fuimos corriendo, siendo acurrucados por la penumbra nocturna. Era lo que mejor teníamos de nuestro lado.

 Me puse de rodillas ante él, le bajé los pantalones, puse cara de golosa y procedí. Quería saborearle la verga con sus bóxers puestos, ir calentando un poco más el ambiente. Suerte que lo logré, porque el paquete se le iba marcando cada vez más.

 Le daba besitos al calzón mientras se le enderezaba el asta. Podía verse fácilmente que la estaba pasando súper bien con mis chapes. Aunque, claro, tampoco me detuve ahí: le manoseé el ganso a más no poder, como una loquita viciosa del pene.

 El bultazo que se formaba, daba a entender que la tenía bastante gorda. Se me hacía agua la boca, no podía creer todo lo que me iba a comer. Me prendí de allí, de su punta gorda, para estimularlo de una manera grotesca. Sin guardar un gramo de compasión. 

 Ni bien quedó al aire, pude confirmar lo que sospechaba: era gordísima. Jugué con ella estrolándola contra mi cara. Me daba mis buenos cachetazos con ella. Para un lado y, luego, para el otro, hasta que me digné a abrir la boca para pasármela por la lengua con total libertad. Sin que pudiera oponerse.

 Con mis ojitos cerrados, me dispuse a tirarle la goma con mucho amor. Me entraba y me salía de la boca. Tenía un riquísimo sabor. Mis sentidos se deleitaban enormemente palpándola solo con mis papilas. Mmmmm... papito rico.

 Obviamente, no me detuve en mamarle de frente, también apoyaba mis golosos labios por los costados. Los rozaba por el tronco de su erecta pija. Fui y volví a lo largo de esa hermosura, como si soplara una armónica de carne. Me sentía una música.

 La saqué toda babeada de mis anteriores profundos. Me volví a pegar con ella sin pedir permiso. Quedó rastro de mi salivita en una de mis mejillas, la cual, me pude sacar, posteriormente, cuando lo hice por tercera vez. Desgraciadamente.

 Quedé frente a frente con esa verga, para volver a atacarle el ojito de cíclope. Esta vez, con mi lengua. Me dediqué un ratito extenso a pasársela de arriba a abajo, para que me empape con sus juguitos deliciosos. Las risas se desataron de lo atrevida que me puse.

 Garganta profunda es lo que vino más tarde, luego de varias cogoteadas. Me dediqué a pajearlo con mi cañito bucal, para probar si me podría caber... hasta que lo corroboré. Por supuesto que me entraba, si no era ENORME. Mas la anchura, quizás, me estorbaba.

 Repetí como dos veces más el mismo proceso. Todo era culpa de la obvia influencia de su traviesa mano que me obligaba a atascarme con su poronga, que estaba apoyada en mi nuca. Era un jodón bárbaro el Thiaguito. No me quejo, amaba que me den esas arcadas.

 Como me di cuenta que él estaba en pija y yo tan vestida, me bajé el pantalón para que, desde su perspectiva, pudiera ver cómo mi culo devora la telita de mi tanga. Lo hice. Efectivamente, desde ahí podía pispear la bombachita rosa que me puse aquella noche.

 Paré la colita como una gatita, me puse en cuatro patitas, la moví como si estuviera perreando, estaba totalmente desatada. Me reí por la cara de pajero que puso. Lo delató mal las ganas que tenía. Un hambre terrible se le hizo presente.

 Volví a lustrarle el sable con la boca, como una loca. Pero, esta vez, fue solo para quedarme un rato con media pija adentro. Cuando me la sacó, salí con la comisura empapada en leche ¡OTRA VEZ! Ojo, repito, no me quejo. Amo que me dejen la boquita así.

 Bueno, retomando la cosa, el chabón me pedía la colita, pero... yo no quería dársela todavía. Ni siquiera le permití que me la tocara. Prefería sacarle la mema así. Por lo que no paré de mamársela. Estuve sin parar. Proseguí con mi tarea de hacerle escupir el enano.

 Apuré el trámite con la jeta. Colocó para arriba la chota, así le como las pelotas con más comodidad. Eso hice, me tiré a intentarlo a la par que el boludín este se pajea mirándome. No quería yo, pero bueh... ¿qué iba a decir? ¿no te pajees? Nah, no daba.

 Qué rico era comerle esos huevos arrugados. Pegué mi rostro a ellos, mientras sacaba la lengua para humectárselos. Los mordisqueaba también, obvio, como siempre. Le estiraba la pielcita con mucho amor. Los saboreaba, qué dulzor.

 Pinchaban mi mentón cuando la mamaba, así que... para no quedar tan pinchada, me ponía a acariciárselos. Los estiraba despacito, le hacía mimitos para no lastimar su delicada piel. Jugaba con ellos también, por supuesto. Tremendo entretenimiento el mío, ¡JA!

 Bajó su revólver de carne hacia mi carita de putita golosa, apuntó y gatillaba a cada rato para poderme disparar un buen balazo líquido. Todavía faltaba un poquito, pero íbamos por buen camino. O eso me contaba con algunos gemidos mediantes.

 La paja lo empujó al clímax más álgido. Tanto agitarla, rindió sus frutos (o, mejor dicho, sus jugos). De su uretra, salieron disparadas a borbotones, una buena cantidad de gotas erráticas que fueron a dar, en su mayoría, dentro de mis cavidades bucales. Sobre todo, en mi lengua.

 Mi lengua se volvió blanca de un instante para el otro, luego de una buena cantidad de gotitas que se vertieron. Saltó tan prolijamente sobre mí, que no se desperdició absolutamente NADA. Fue como si tomara del pico de una botella.

 Aguante hasta el final, hasta la última gotita que brotó de su pito, para, finalmente, tragar cada uno de sus hijitos sin compasión. No me vengan con aborto, ni nada de eso. El mejor método, es siempre empujarlos directo al interminable abismo de la garganta.

 Demostré que no quedó ni rastro de sus pibes, sonrió, me llamó "putita" y se dejó limpiar la chota. Aunque le daba pequeñas descargas eléctricas de las ricas, se portó bien, permitiendo que le lamiera hasta que quede impresionantemente impecable. Hasta que me pueda reflejar en su glande.

 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Caperu-colita rota y el choto feroz.

Pinta mi colita.

Calza justo.