Feliz primaverga.

 Fue en Agronomía donde festejamos el día de la Primavera, aquel veintiuno de Septiembre de... no sé cuál año. Tanta memoria no tengo. Solo voy a decir que fue post colegio, luego de egresar al fin.

 Recuerdos de Vietnam aparte, nos encontrábamos el grupete de chicos en la esquina de la casa de uno. De allí, cuando lleguen todos, nos dirigiríamos directamente al lugar acordado, para toparnos con otros más.

 Al fin en el inmenso parque universitario, seguimos un caminito casi hasta el final, donde encontramos un pequeño espacio verde al que podríamos aplastar el culo y la cantidad de comida que habíamos llevado.

 Nos sentamos en el verde césped, en ronda. Acomodamos las cosas. Nos pusimos a charlar sobre las giladas que siempre hablamos entre nosotros. Las cosas que nos hace cagar de risa a nosotros nomás.

 De pronto, aparece Diegote, un amigo del grupo, con un ramo de flores. Todos nos empezamos a preguntar entre todos "¿qué carajos hacía con eso?", pregunta que fue respondida a los pocos minutos.

 La intención era sacar de flor en flor, para ir repartiéndola a cada una de las chicas allí presentes. El muy forro fue la primera vez que había sido tierno, y lo fue con todas, menos conmigo el muy hijo de puta.

 -"Y para mí, ¿qué hay?", pregunto algo decepcionada.

 -"Esta es para vos", contestó mientras se agarraba el bulto de forma descarada.

 Mi boca empezó a segregar saliva de manera desmesurada de solo pensar en esa chota en mi boca. No podría negarme a semejante oferta. Imposible. En ese momento, me dio hambre, sin duda alguna.

 Luego de ese gesto pavote, peló una flor que tenía escondida y me la entregó. Fue tan romántico e inesperado, que me sonrojé de verdad. Es que, el muchachito, algo me gustaba debo confesar.

 La tarde estuvo copada, nos cagamos de risa con las pavadas que nos decíamos, tocamos la guitarra, escuchamos música del equipito que trajeron, bailamos, hicimos "chistontos", fue espléndida.

 Anduvimos en bici un par de cuadras también, aplasté el culo en el asiento y siempre pedaleé adelante suyo. En ciertos instantes, me levantaba para que me viese la cola un poquito. Alta asesina me sentí, casi lo mato.

 Hicimos una ronda para tomarnos unos mates en un momento, y, al llegarme a mí, agachaba un poquito la cabeza, estiraba los labios como una petera y lo miraba con carita de picarona. Alta calienta pija soy. 

 Cuando al fin llegó la bendita noche, el lugar oscureció bastante y aprovechamos que estaban todos medios distraídos pelotudeando, para que yo le pueda recompensar el tierno regalito que me hizo.

 Diego, que estuvo sentado casi toda la tarde en el verde césped con las manos para atrás, apoyándose con ellas, yo, aproveché y puse mi cabeza encima de una de sus lindas piernas, muy cerca de su entrepierna.

 Como estaban algo escabiados los demás, me la jugué y le manoteé el ganso a Dieguito. Se lo acaricié como si estuviera manoseando el pompón de una bocina, o algo así, no sé cómo explicarlo realmente.

 Al chabón, se le paró en seguida, ya que era bastante pito duro. Ni bien le pasé la mano, ya se le estaba moviendo como loco. Se hacía el gracioso, pero había bastante de realidad en esos comentarios que hacía.

 Las caricias eran muy prometedoras para ambos. Iban de abajo a arriba y de costado a costado, para todos lados. Estaban increíbles. Sobre todo, la parte en la que sentía cómo crecía ese hermoso ganso.

 Le desabotoné el pantalón y le bajé la cremallera, con tal genialidad, que lo dejé sorprendido. Quedó totalmente boquiabierto, ya que no se esperaba que tuviera esa habilidad con las manos.

 Una vez que le bajo el pantalón y los bóxers casi al mismo tiempo, le agarré la pija con la boca, como Dios manda. Eso también le dio la pauta de que ya tenía una interesante experiencia haciéndolo.

 El cuerito delicioso que tenía este muchacho, se lo tiré para atrás con la boca, obviamente. Todavía no estaba del todo parada, incluso, sentía cómo se iba endureciendo dentro de mi cavidad bucal.

 No paraba de tirarle el fideo. Es que estaba muy exquisito, no podía detenerme. Ni siquiera el pantalón lo iba a lograr, que ya se estaba poniendo bastante molesto. Se iba subiendo cada tanto.

 Los besos le empezaron a llover a esa garcha preciosa. Le caían por todos lados, arriba, al costado, al otro costado, por todos lados. Encima, los hacía bastante ruidosos. Me salió del alma.

 No me importaba que estén mis amigos por ahí cerca y puedan oírnos para luego descubrirnos, me dejé llevar y tenían que sonar fuerte. Para colmo, mis gemidos también se hacían escuchar. Alta alcahueta soy.

 Luego de un sabroso beso en el glande, abrí la boca grande y me la tragué hasta el fondo. Sí, no era muy grande, era normalita (será como de unos dieciséis centímetros aproximadamente), pero bastante gordita y eso me encantaba.

 Le hice tal garganta profunda, que el chabón hasta pegó un suspiro que me dio a entender que le voló la peluca. Lo mejor, fue que no fue uno, fueron como cinco seguidos que me mandé. Me la mandé toda.

 -"Qué rico, putita, me encanta", exclama.

 Yo, por supuesto, cero contestación de mi parte. No podía hablarle, tenía la boca ocupada mal. Solo cuando la solté, pude expresar alguna palabrita. Pero no lo hice, la seguí tragando como una loca.

 Mi lengua, en ese tronco venoso, se enredó como lo hace una serpiente en una rama. Solo se desenredaba para lamer otro sector de su chota, para poder saborear otras partes más suculentas, como su cabecita.

 La susodicha cabeza, le brillaba totalmente. Tantos besos y tanto lengüetazo por cada milímetro de carne que tenía, se la dejé lustrada. No me quedé con las ganas, si quiera, de mordisquearla.

 Era mi chupetín bolita de carne favorito, ya que le saboreé con ganas el tronco venoso. No paré de pasear mi lengua juguetona, sin piedad. Estaba muy cebada, perdón, es que quedé encantada. 

 Nunca paré de pajearlo bien rico tampoco. Por más que la tuviera toda adentro de mi jeta, jamás lo dejé. Me encantaba correrle el cuerito para atrás con la mano sin parar. Es que debía cascarlo por más que no lo quiera, para ayudarlo a darme toda su lechita calentita más pronto que tarde.

 Ya empezaba a mezclarse deliciosamente algo de su líquido pre seminal y mi babita. El gustito era el que me lo advertía, es que estaba cambiada. Ya no era solamente el típico gustito a poco y nada de su pene. No. Además, se puso mucho más espesa y también calentita. Estaba bien humectada. 

 Me sonreía como podía, porque estaba más poseído por la calentura que otra cosa. Se mordía los labios con muchísimas ganas. Demasiadas. Se le ponían en blanco los ojitos. Gemía. Los músculos de su pelvis se retorcían, no sé cómo explicarlo. Eso era una buena señal, claramente.

 -"Creo que viene alguien", me susurró.

 -"Ay, si me la meto entera, no se van a dar cuenta, ¿no?", pregunté... qué ingenua.

 Mi babita se adhería a mis labios. Signo de que se estaba poniendo jugosa la cosa. Lo pajeaba. Me pegaba en la cara con su chota. Qué lindo era sentir eso. Me la pasaba por toda la cara, hasta que abría la boca, otra vez, y permitía que se adentrara en mis profundidades orales. Qué deleite.

 Iba y venía con mi boca a lo largo de su miembro. Primero, me concentraba en hacerle estallar la cabeza. Pero, luego, lo miraba, con cara de puta, con tal de que lo ayude a darme la mema ya mismo. Es que, el chupársela tan rico, me hacía dar mucha sed. Me ponía totalmente sedienta. 

 Le devoré los huevos mientras le hacía la paja. Jugaba con ellos usando mi lengua. Se los babeaba completamente. Le encantaba, así que nunca paré. Proseguí y me puse más puta. Cualquier cosa que lo calentara tanto, yo lo iba a hacer. Era su esclava en este momento, no iba a parar.

 Después de una rica japonesa, me empecé a prender en su pito. Era así: lo pajeaba y después, me la mandaba un toque a la boca, japonesa, la chupaba dos veces más, una rica japa y otra vez me prendía al pete, y así por un rato largo... eso lo puso como loquito.

 Empezó a respirar agitadamente, su pancita iba y venía a medida que le hacía la paja. Cerraba los ojos. Miraba para arriba, se la pasaba haciendo quejidos de placer. Estaba como loquito pidiéndome que siga así, que nunca pare.

 -"Ay, sí, estoy por acabar, poné la boquita, bebé", me suplicaba mientras seguía haciendo de las mías.

 De sus huevos gordos, se empujó la chechona, que luego recorrió el largo trayecto que hay en el tronco, para salir todo violentamente desde su uretra. Todo, gracias a las maniobras que hice para estimularlo de la forma más adecuada.

 Acerqué la hermosa punta que tenía en su pija a mi boquita abierta, mientras lo pajeaba un ratito más, y permití que me escupiera todo por dentro. 

 Sentía como su lechita calentita golpeaba violentamente contra mi paladar, garganta, comisura, dientes y lengua, para luego escurrirse por ahí, hasta mezclarse con mi saliva. Era un deleite, una mezcolanza de sabores que me volvían loca.

 Quedé tan sorprendida de toda la que le saltó, que hice el mismo gesto de Macaulay Culkin, en "mi pobre angelito", cuando se ponía las dos manos a los costados de los cachetes. Eso hizo que pueda ver todo el esperma que le salió del pito, chorreando.

 Con un fuerte movimiento de los músculos de mi garganta, empujé toda su mema hacia el esófago y allí desapareció, en aquellas profundidades estomacales. Todos sus hijos habían sido tragados. Entonces, le abrí la boca y le demostré que ya están en mi pancita.

 Me hizo una seña, era para avisarme que tenía un hilito de semen en la comisura izquierda. Con la yema de mi dedo índice, lo limpié pasándolo por ahí, para que tengan el mismo destino que el resto de las millones de gotitas que salieron de su chota.

 -"¿Me das mate?", pregunté y estallamos de risa.

 ¡Qué lindo inicio de la Primavera, che!

 


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