Me FIFA jugando al FIFA.

 Luego de escabiar un poco con mi amigo, en su casa, nos dispusimos a jugar un par de partiditos en el FIFA. Como era de costumbre, me tenía de hijo. Siempre me rompía el culo el desgraciado. La diferencia es que, en esta oportunidad, me lo iba a terminar rompiendo de manera literal.

Me daba bronca, porque siempre me cargaba mal después de ganarme. No era para menos, lo que pasaba, es que me terminaba goleando. Me resultaba imposible ganarle. Un poco más, y apretaba los botones con la chota. Era demasiado groso el loco. No podía distraerme, ni pestañear, que ya anotaba. 

 Bueno, volviendo a esa noche, finalmente, le hice un solo gol. Me puse hiper contenta. Fue como si hubiera ganado el campeonato mundial en serio. Así que... para festejar, me puse de pie, me bajé el Jean y quedé en tanga. No sé por qué hice eso, pero quedó con esos ojazos azules, grandes como dos platos.

 Como la remera me quedaba relativamente larga, algo me tapaba. Pero el problema se daba cuando me movía con efusividad, ello generaba que se me viera un poco más la cola. Aprovechando que esto lo distraía a Leandro, mi amigo, es que pude meter el segundo. Fue la mejor noche, hasta ese momento.

 Me senté en el sofá ancho en el que Lea estaba sentado. Jugué un ratito así, hasta que me pintó recostarme para poner mi hombro sobre su torso (más precisamente, la panza). Estaba a centímetros de su chota, se podría decir. La podía oler y todo (jajaja, mentira). Desde ahí, tenía altísima vista de su bulto.

 No te das una idea de las ganas que tenía de manosearle el ganso, querido lector. De estirar la mano y acariciarle la paloma. Una tentación increíble me agarró. Me mordía los labios con tal de no hacerlo, de aguantarme. Es que se veía algo importante, daba la impresión de que tenía algo impresionante.

 Mandé todo a la mierda y extendí mi mano solo para tantear ese paquete. Me la jugué. Ya fue, pensé. Madre mía, lo bien que hice. Me hubiera perdido de tener una tremenda garompa entre mis dedos. No me equivocaba, era algo imponente. Es que, ojo de loca, jamás se equivoca. Menos la mía. Es de halcón.

 Al principio, se hacía el arisco porque lo distraía del juego. Es que lo desconcentraba mal, y él, que era competitivo a full, tenía la urgente necesidad de ganarme por goleada, de romperme el ojete (como le decía). Como siempre. Esta noche, tampoco debería ser la excepción. No tendría por qué.

 Luego de un rato, volví a insistir, debido a que estaba jugando demasiado bien de nuevo. Le di un tiempo para que caiga en mis redes. Esta vez sí se me debía dar. Yo sabía que quería. Introduje mi mano en la bragueta abierta de su pantalón, y pude sacar esa gaviota hermosa que tenía colgando.

 Abrí la boca bien grande (o lo suficiente), me acomodé bien en el sillón, y me mandé entera esa pija que todavía dormía un poco. Ni bien le hice mimitos cada vez más profundos con los labios, empecé a sentir cómo se le paraba, se le ponía calentita. Así que... continué dándole sus merecidos masajitos orales.

 Por más que le chupara la pija con tanto amor, el muy hijo de puta no soltaba el Joystick. Si bien, me daba cuenta que, cada vez jugaba peor, no quería dejar el juego. Hasta que la mamada se ponía más y más seria, y ahí sí, se vio obligado a dejarlo para enfocar toda su atención en mí.

 La poronga no paraba de ponerse más grande. Era hermosa. Me encantaba. Si bien, todavía no se la había podido ver, me daba cuenta que era un pijón importante. A pesar de esas ganas de chusmear un toque, no paré de cogotear ni un poco. Ese pingo requería de un pete eterno.

 Bajaba de costado por el tronco de esa chota perfecta con la lengua un rato. La recorría lo más que podía. Volvía a la punta y me la masticaba desde el glande otra vez. De costado, de frente, de todos lados me la mandaba a la jeta. Era una delicia. Un manjar de dioses.

 Yo ya no jugaba más, no sé para qué sostenía el control. Supongo que era más un acto involuntario, que otra cosa. Ni siquiera miraba el monitor. Estaba enfocada full en esa pindonga preciosa, toda dura. Y si eso hacía perder el partido a mi chongazo, mejor todavía. No me quejaba en lo absoluto.

 En un momento, comenzó a mover la pelvis para clavármela él. Yo solo me quedé quietita por un instante. Permitía que su miembro entre y salga de mi boca. Me la mandaba a guardar entera. Creo que no me metía los huevos, solo porque no podía. Sino, también entraban. Hijo de puta.

 Se sosegó de repente. Me dejó a mí tomar el control, lo que me concedió el poder deslizarme hacia cualquier parte de su amiguito. Estaba todo permitido. A pesar de eso, solo me dediqué a chuparle esa misma zona. Sobre todo, en la parte del frenillo, donde sé que tiene más sensaciones ricas.

 Estiró un brazo en el respaldo del sillón. Se puso más cómodo. Con carpa, lo apoya sobre mis muslos. De a poco, les hace caricias a mis nalgas. Los tantea. Primero una. Luego, la otra. En ciertos momentos, a las dos a la par. Las pellizca. Juguetea con ellas. Se pone como un loquito.

 En cuanto a mí, mi lengua traviesa se sigue paseando a lo largo de ese tronco (ya) venoso. Quería una vez más, volver a meterme ese pingo, pero se me complicó. Estiré mi lengüita y, al tercer intento, pude cumplir con mi cometido: continuar dándole un buen placer bucal. De los que no se debe olvidar jamás.

 Trato de llegar hasta el fondo. Pero era tan larga, que me costaba. De todos modos, trataba de romper mi propio récord. Al menos tocarle la bragueta con los labios. No lo conseguía. Me resultaba imposible. De todos modos, ese muchacho la estaba pasando espectacular, se le notaba en la cara.

 Con la otra mano, dejó el Joystick en el brazo del sofá, para agarrarme del pelito y acomodármelo. Sujetarme de un mechón para empujar desde mi nuca, que me trague lo más que pueda ese pito. Me hacía quedarme un rato largo ahí. Atragantada. No puedo negarlo, me ayudaba una banda eso.

 La babita que me salía, comenzaba a descender por ese tronco venoso. Las gotitas rodaban desde mis labios para tocar la cima hasta lo más bajo de ese miembro. Morían allí, de manera precipitada, sobre el pantalón de este chico. Qué envidia siento al pensar que pueden hacer eso.

 Mis ojos se cerraban por el delicioso sabor que sentía en la suave piel de ese pene. Las papilas gustativas, me estimulaba muchísimo tenerla en al boca, comérsela completa, porque siempre me pareció que estaba re bueno y verle ahora la pija, aumentó muchísimo más mi percepción de él.

 Ahora quería introducirme el pene en la colita, por lo que se levantó para ponerse detrás mío en el sillón. Recostados, como cuchareando. Paré la colita. No había mucho espacio para que podamos culear, pero no era incómodo tampoco. Se podía hacer para arriba o abajo, con cortitos espacios.

 Se escupió la mano, me la mojó un poco. Se garseó de nuevo, se humedeció la pija un toque. Y ahí, arremetió en medio de los cachetes que conforman mi culito. Con todo, solo para ponerme a brincar de dolor con su zanahoria de carne. No me puedo quejar, es hermoso recordarlo, pero más, haberlo vivido.

 De a poquito va introduciendo el amigo en mi culito. Lo empuja con su pelvis. Para tomarse un envión más cómodo, se sujetó de mis gomas. También de mis gambas. Solo para poder taladrearme el orto de una forma mucho más rica. Muy pancho el señorito este. Agarre nomás. Tranqui. No hay drama.

 Obvio que nunca dejé de jugar al FIFA mientras me fifa. Sus vergazos no me sacaron las ganas de ganarle, ni de soltar el Joystick. Él me rompe el orto, yo también, loco. Ambos salimos vencedores. No pudo distraerme su cogida. De todos modos, le fui haciendo unos lindos golcitos que no pudo evitar.

 Él se comportaba de forma opuesta a mí. En tanto yo, hacía esto, Lea me daba besos en el cuello o los cachetes. Parecía re emocionado haciendo eso, el coger lo ponía romanticón... o algo así, porque no paraba. Era por eso, o quizás, porque quería distraerme. No lo sé, podría haber dejado de culearme. Tal vez así despegaba los ojos de la pantalla.

 Adoraba cuando me metía la pija hasta el fondo de la cola y la dejaba adentro unos segundos. Eso me hacía gemir como una loca. Encima, lo hacía bastante seguido. Cada alguna cantidad de pijazos normales, me mandaba uno bien largo, hasta los huevos, y así... era cíclico. Sabía ponerme chocha.

 De vez en cuando, se le escapaba de mi hoyito. Pobrecito, pasa que me la garchaba tan fuerte, que era evidente que, en algún momento, se le piante. Para colmo, mi orto también se movía a la par de sus golpecitos y eso hacía que sea más resbaloso. Pero la peor razón, es la cantidad de baba que le metí a ese pedazo. Creo que viene por ahí la mano.

 Tanto mandármela a guardar, se terminó por decidir a darme la mema. Entonces, se pone de pie, me arrima la verga y se pone a pajearse en frente mío. En tanto yo, me senté bien, abrí la boca, saqué la lengua y a esperar su explosión láctea. Por suerte, no pasó tanto tiempo para que al fin suceda. Mi cara de puta lo inspiró.

 Me mordía los labios, lo miraba beboteando, manoseaba mis gomas, usaba mi mano como si fuera una verga, apoyaba una yema de mi dedo en la boca, miraba su chota con total lascividad, le hablaba como una verdadera chupa pijas. Todo eso lo ayudaba a apurar el tránsito de su leche a salir de sus huevos disparados.

 Obviamente nunca dejó de agarrarme de la nuca para acercarme a su rifle de carne. Para que su objetivo no se escape. Pude ver bien de cerca cómo brillaba esa bellota. Podría decirse que me podría ver reflejada en ella de lo lustrada que la tenía. No sé si será por mis petes o porque ya la tiene así. Increíble.

 ¡Por fin llegó el hermoso momento! Luego de un estruendoso gemido de Lea, le saltó toda la esperma violentamente sobre mi rostro; humedeciendo mi frente, pómulos, nariz, el surco nasolabial, algo de la lengua y mis frondosas cejas. Realmente no me esperaba algo así, pero fue muy grandioso ese preciso instante.

 Por último, se terminó limpiando la pija con mi lengua. Lo poco que quedaba colgando, lo desprendió de ahí. La culminación de su paja (porque sí, continuaba haciéndolo), se dio en el interior de mi jeta, dónde le di su punto final con un rico beso resonante. Uno que nunca más se va a olvidar en su vida.



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