Sacando el Tigre que hay en vos (día 1 y 2).
PRIMER DIA: Nos encontramos en la ciudad de Tigre, vacacionando con amigos. La muchachada se conformaba por tres chicas (Stefi, Tati y Sonia) y nosotros dos (Ale y yo). No nos daba tanto el presupuesto, así que... nos dispusimos a escaparnos solo por estas cortas vacas de 6 días.
Ni bien llegamos, y luego de acomodar algunas cosas, las chicas se prepararon para tomar sol. Con Alejandro, el tema apuntó hacia otro lado. Queríamos ir a nadar a un río que pasaba por el rancho que alquilamos.
Mientras ellas ya estaban asoleándose, nosotros acomodábamos un poco las cosas hasta que nos dignamos a ponernos nuestras respectivas mallas (bah... la mía, solo constaba del bóxer que tenía puesto, que me quedaba casi como una calza), y a nadar.
Recuerdo que, ni bien me bajé el pantalón, lo escuché al negro decir "uy" y, claro, si me agaché ante él, a espaldas suyas, a centímetros de su inquieto miembro. Luego de eso, me enderecé para retirarme, dejándolo con el amigo de pie.
Siendo sinceros, no es que haya nadado realmente. Me mojé nomás, como para atenuar el calor. Cada tanto, ellas se arrimaban a humedecerse también. Pero, en general, estábamos él y yo. Diciéndonos sin decir.
Durante todo el momento que estuvimos allí, me sentí observado, con sus pupilas apegadas a mis sentaderas. Con más ganas me las humedecía. Hasta que se me ocurrió sacarme el calzón. Ese fue el mejor instante hasta entonces.
Sobre la superficie del agua, emergía sutilmente mi raya, mis cachetes. Me las lavaba. Me pasaba las manitos para acicalarme entera. Completita. No dejé un solo rinconcito de piel sin acariciar para repeler todo rastro de mugre.
Al notarlo tan concentrado en lo que hacía, le pedí que me ayudara a lavarme la colita. Cuando justo me estaba por hacer el amor con sus dedos, las chicas nos llaman a comer. Lo miro con resignación, me pongo el calzón y salgo por una escalerita que pusieron en la rivera.
En este punto, debo aclarar dos cosas: la primera, cuando me puse la ropa interior, me agaché nuevamente de espaldas a Ale, poniendo mi culito en sus partes. Bien apoyadas. La estaba sintiendo toda. Eso me calentó muchísimo. A él también.
Lo segundo, al trepar por la escalera, le exhibí todo mi culo desnudo en la cara. Estaba a un lengüetazo de rozar mi piel. Pero se ubicó. No hizo nada. Se comportó como todo un caballero y eso que se la meneé mientras ascendía con cada escalón.
Tardó una bocha en entrar, seguramente para enfriar su mente. En fin, se metió en el quincho, no tan empapado, pero con el tobul que se le podía apreciar debajo de esa tela a rayas. Me hipnotizó cómo la movía al caminar. Me dio más hambre.
Llegó la hora del postre. Yo les dije que no quería, pero... una vez comieron, reposaron y prosiguieron su bañito de sol, me agarré una. La saco de arriba de la heladera, una canasta que las contenía. Salgo al patiecito. Lo busco. Me dirijo hacia él.
Estaba en una de las hamacas paraguayas que habían instalado entre unos árboles. Recostado, totalmente relajado. Intentando dormirse una siesta. Pobre. Ni se imaginaba lo que planeaba hacerle: irrumpir con su paz.
Así fue, me le puse enfrente a pelar la banana. Lo miraba directamente a los ojos con mucha atención, como una puta. La pelé. Me la introduje en la boca lentamente, pero, en lugar de irla masticando, la metía y la sacaba, como si estuviese haciendo un rico petardo.
Me acerqué, apoyé la fruta sobre sus partes nobles y proseguí con el procedimiento cual ritual. No paré, le provoqué tamaña erección. Justo ahí finalicé con mi postre. Llevé la cáscara a un cesto, le tiré un beso de lejos, me desnudé y me tiré al río.
Al ver, OTRA VEZ, mi culito al aire, se va detrás mío a chapotear. Era un deleite tenerlo a mis pies, tal como quería: con la leche en la punta del pito. Estaba que ardía. Yo igual, pero quería hacerlo desear un poco más.
Más a la noche, íbamos a jugar al Jenga entre todos. Antes de ir con las chicas, en la pieza, me mira y me dice "te voy a romper el culo, eh?". Pensando que se refería al juego, porque nunca lo noté tirando para este lado, le digo "ah, sí? Mirá que no soy tan fácil", a lo que responde, "eso ya lo veremos".
Terminó ganándome, claramente. Me rompió el culo, tal como lo prometió. Pero, al menos, nos cagamos de risa los 5. La pasamos súper bien. Nos divertimos. No me quejo. Fue un partido el cual les di bastante batalla.
La madrugada nos encontró en el muelle, flasheándola, fumando un faso entre todos. Tomando birra. Cagándonos de la risa. Como siempre. Como nunca. Frente a un río tranquilo que transmitía paz y contándonos cosas paranormales que hemos experimentado.
Por su parte, dio un par de secas, tomó un par de gotas, acotó dos comentarios y se fue a la cama. Estaba un poco agotado, admitió. Se le cerraban las persianas. Aguantó todo lo que pudo, así que... lo mandamos a dormir. Luego, Sonia y Tati, hasta que quedé a solas con Stefi.
Una hora más tarde, nos fuimos a la cama. Una vez allí, me puse mi "pijama" y me fui a torrar. Ellas arriba, en un dormitorio que parecía un ático. Nosotros, en una cama matrimonial, en el piso de abajo. Aterrizo sobre la cama de manera violenta y palmo.
SEGUNDO DIA: me desperté re descansado. Feliz, pues estaba en un lugar precioso. No tenía razón para estar amargado. Además, tenía un pete que hacer. Posta no había espacio para la amargura en mi corazón, ni en mi cabeza.
Me bañé, desayuné y me fui al patio con todos los demás. Un par se tostaban, a la vez que otra estaba en el río y, finalmente, mi objetivo predilecto: en el patio trasero, lavando algunas sábanas, o algo así, no lo recuerdo con claridad.
Cuando hice a un lado los trapos colgados, al fin me pudo ver en pijama. Este mismo constaba de una musculosa gris que me llegaba hasta la cola (casi). Bajó la mirada para observarme en mi totalidad. Aproveché para dar unas vueltitas y que me contemple en mi totalidad.
Una sonrisa pícara se dibujó en su rostro. Sus ojitos se posaron sobre mí (especialmente, en mis posaderas al girar). Sus manitos cobraron vida para extenderse y palpar mi acalorado cutis. Ya era tarde, era presa de sus brazos, de sus colmillos.
Logré soltarme para escapar juguetonamente. Corrí delante suyo sin tanto esmero, ni intenciones reales de que no me posea. Pero quería hacerme rogar un poco más, que no se notara lo entregada que estaba.
El movimiento de mis piernas hacían que, mi "vestido-pijama", se levantara levemente sobre los pliegues de mi cola. Eso lo incentivó a aumentar la velocidad hasta lograr taclearme y caer juntos al grueso pasto que adornaba el patio.
Al intentar ponerse de pie, me fue rozando en la cola el chorizo gordo que tenía colgando. Qué rico. Me encantaba tenerlo arriba frotándome el pingo en la zanja. No me quería levantar nunca, y, parece, que a él tampoco.
En un momento, me corrió la musculosa, hasta dejarme una nalga al aire, y darle chirlos deliciosos. Hijo de puta, me dio tanto y tan fuerte, que me las dejó coloraditas. Sus dedos quedaron hermosamente impresos en mí.
"Te portaste mal, ahora, vas a recibir tu castigo, putita", me decía para poner la brillante excusa de darme unas ricas nalgadas. Me las dejó más coloradas que la cabeza de su pingo. Como si hubiera tomado sol solo esa parte, ¡JA!
Ya tenía la pija re contra parada, se le marcaba en el short. Le mandé mano, obviamente. No perdí el tiempo. Quise tantear el terreno antes, haciéndole una paja sin sacarle nada, y eso que se moría por "pasar de nivel".
Para esta altura, masajeándome las nalgas, para continuar colándome unos dedos en el hoyito. Lo escupía, lo inundó de su babita calentita, la cual, generó los primeros gemidos de amor. Todos inconscientes, como un buen profesional.
Se bajó la malla. Acercó su chorizo a mi boca, pero sin dejar de mamarme el culo. Una especie de 69, que no tardó mucho en derivar en un Peteco Carabajal. Sí, me dejó el orto ensalivado para concentrarse en su morcilla peluda.
Y ahí estaba, una tararira negra erecta. No era grande, pero era oscura y GORDA. Estaba peluda, escondiendo unos jugosos testículos. Babeante, le chorreaba de la punta algo de líquido preseminal que estaba desperdiciando. No perdí más el tiempo, ¡A LO TUYO!
Abría la boca para intentar arrancar con una garganta profunda feroz. Se me dificultaba en la anchura, pues no era larga. Rondaría sus 16 cms, masomé. Pero no me importaba, deseaba con toda mi alma atragantarme con ella.
Cuando me la saqué, allí estaba, con el prepucio corrido. Todo para atrás. Exhibiendo un glande color café. Poderoso. Bien erguido ostentando orgullosamente unas venas en su tronco. Esperando impaciente otra visita a mi cavidad bucal.
Otra vez se sumergió a mis profundidades, solo que, esta vez, se quedó a mitad de camino. No quise que penetrara entera, para ayudarme con la mano. Pajearlo y saborearle el frenillo al unísono, causando así, una sensación única.
Me acarició el pelo, me peinó. Me agarró bien fuerte del cabello, del lado de la nuca, para tomar el control del asunto y usarme a su gusto. Me guiaba en ese vaivén de placer, como si fuera su mano haciéndole una hermosa paja.
No paró de obligarme a hacerle más "gargantas profundas". Amaba sentir mi campanita con la punta del cabezón. Se había convertido en su nuevo vicio. Hasta gemía con suma locura, perdidísimo entre las sensaciones que le despertaba.
Su pija se tallaba en mi mejilla cuando se le escapaba para los costados. Se me inflaban con los vergazos que este me propinaba. Parecía que me cepillaba los dientes con ese cepillo de carne y venas por lo fuerte que me la mandaba a guardar.
Usé su poronga como lápiz labial para humectar mis comisuras. Me la pasaba por todos lados, por cada rincón de mi boca; mis labios, comisuras, lengua. Todo, sin dejar de mirar sus expresiones. Cada una de ellas pude contemplar.
Un hilo de baba y leche, que se originaba en la punta de su verga, se adhirió a mi labio inferior. Nos unía por el amor que conllevaba este maravilloso acto. Simbolizaba esta lujuriosa unión que, al fin, se estaba llevando a cabo.
Del glande, me dirigí al tronco. Fui descendiendo por lo largo de esa pija durísima. Pero me quedé un ratito largo en este último, para saborearlo un poco más. Necesitaba disfrutarla del todo. Se volvió mi comida favorita.
Me devoré sus huevos como una puta. Jugaba con ellos con la punta de mi lengua. Los embarraba en babas. Los estiraba y hasta me entretuve con su arrugado escroto. Si era por mí, que nunca me largue su lactosa. Podía estar así todo el día.
Mientras yo hacía todo eso, Ale se manoteaba el ganso como un desquiciado. Llegué a pensar que se iba a lastimar el muy tarado, se pajeaba muy fuerte. Es que andaba ansioso por acabar, pero que tampoco sea tan bruto con esa verga preciosa.
Volví a la punta de su chota. Cerré los ojos. Gemí. Nuevamente me atraganté con su miembro. Succioné como nadie, para brindarle la experiencia más inolvidable de su puta vida. Creo que lo estaba consiguiendo.
No solo mi boca estaba llena de su líquido pre-seminal, también, de mi pera, pendían unas hebras de su leche caliente. Me lo limpié con el dedo, el cual, posteriormente, terminó siendo chupado por mí mismo.
Me acercaba al inminente final, y eso se podía ver en el cambio de su respiración y el obvio temblequeo de sus piernas. Además, cerraba los ojos. Jadeaba. Decía "¡UF!", a cada rato, hasta que alcanzó el punto exacto de explosión.
Así llegó. De su pene empezó a brotar su semilla que, debido a que nos puedan atrapar, me pidió bañarme la lengua enteramente. De una paja, me la lavó sin derramar una sola gotita. Toda fue adentro, aunque, anteriormente, hayamos derrochado un par.
Era un goce degustar todos esos pibes crudos. Pasarlo de un lado al otro de mi boca, hasta empujarlos por mi garganta y que terminen en mi estómago. Un manjar de dioses que disfruté cada segundo porque casi nos atrapa el vecino.
Así era, el dueño del lugar, se asomó por la tapia para hacer una pregunta. Nos llamaba, pero como nos tapaba las sábanas, solo vio a Ale, el cual, se subió la malla, se acercó a hablar con él. Yo, entre tanto, entré a cambiarme, es que no estaba presentable.
Almorzamos todos juntos a la vez que mirábamos la tele, nos fuimos a nadar, escuchamos algo de música, hablamos bastante y nos fuimos a merendar algo rapidito (no, no me refiero al sexo, desgraciadamente). Más a la noche, cenamos, dialogamos otro poquito más y, ahora sí, a lo bueno.
Teníamos, DE NUEVO, la cama matrimonial para nosotros solos para hacer y deshacer a nuestro antojo. Eso hicimos, me puse pantimedias, una tanga y mi "pijama" (sí, pero ahora, era otra musculosa más cortita, una roja que combinaba con el color de mi tanga).
Me había cambiado en el baño que estaba al lado de nuestra habitación. Antes de salir, le pedí que se tape los ojos, se afloje el pantalón y se recueste en la cama, pero con las piernas por fuera de esta. Es decir, que queden colgando.
Al dejar el baño, penetré en la habitación y lo vi, tal como le había pedido. Cerré la puerta y puse lo más bajito posible, pero lo suficientemente escuchable una canción que tenía en el celular. Todo para menearle un poco el culito.
Abre los ojos y se agarra la cabeza al verme bailarle con las manos apoyadas en la almohada que estaba en el asiento de una silla, con el culo bien paradito, a centímetros suyos, revoleando para todos lados, los pocos trapos que me intentaban tapar.
Alguien se empezó a parar. Sí, era su amiguito de abajo, buscando algo de acción, sumarse a la fiesta. Así que... me arrimé, le desabotoné la bermuda, le bajé la bragueta, le corrí el bóxer y, ahí estaba, ese enano gordo, esperando el calor de mi jeta.
¡UF! Me arrodillé ante Ale, agarré su verga y me la pasé por toda la cara. Después, me golpeaba la lengua con ella, cual martillazos. Más tarde, de costado me la frotaba con la misma. Todo esto, sobre su frenillo, claro, para volverlo más loquito.
Para mayor comodidad, se sacó del todo la bermuda y sus calzones. Yo lo ayudé, por supuesto. Lo liberé totalmente de sus ropas que fueron a dar en la silla o en el suelo, no recuerdo bien. La cosa era salir de la cárcel de tela.
Seguimos en la misma posición practicándole sexo oral, solo que, ahora, podía petearlo más fuerte, hasta el fondo. Casi como cabeceándolo literalmente. Parecía que eso le hacía en verdad, ya que veía ir y venir su pupo peludito.
Cuando le dejé la pinga bien resbalosita, me le subí, poniendo mis rodillas a los costados suyos. Me corre la tanga, busca mi hoyito y me da pija en la pose de la Amazona, pero de frente. Le cabalgué la verga como la peor de las putitas que se logró coger.
Me tuvo así varios largos minutos, los cuales, eran de lo más ricos. Pero se ve que me movía demasiado rápido para él. Todavía no quería acabar. Quería contener su lechazo por unos minutos más, al menos. No deseaba verse así. Por esto mismo, cambiamos de pose.
La pose que siguió, fue la de patitas al hombro. Me sujetó de las nalgas y, en un rápido movimiento, boca arriba, debajo suyo, con las patitas y el culo abierto me dejó esperando recibirlo bien dentro mío con muchas ganas.
Se mojó un poco más la pija, para lubricarme el culito. Entró bailando, aunque me lo abrió un poco más de lo que ya estaba. Sintió tan estrecho el agujero de mi culito, que le hizo vomitar el ganso en cuestión de minutos. O, por lo menos a mí, me lo pareció.
En lugar de acabarme adentro, la sacó y apuntó a mi rostro. La sacó, apuntó hacia mí, la samarreó unos segundos y me llenó de su néctar. De mi mejilla, rodaba una gota gorda de semen hacia mi cuello y que moría en mis tetillas, las cuales fueron lamidas instantaneamente.
Ay, qué lindo dormir cuchareando. Más porque hacía un frío de re cagarse. Con Ale, no se notaba para nada. Au contraire, dormí calentita.

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