San Calentín.

 Tenía una cita con un chongo por el día de San Valentín. Pero, por culpa del tarado de mi primo Jorge, que había venido a visitarme para contarme que estaba muy triste por haber cortado con su novia, tuve que cancelar dicha salida.

 Vino sin previo aviso. Pero no solo se acomodó en casa, como si nada, sino que, además, se sentó en uno de mis sofás recientemente acomodados a llorar. Alto conchudo. Encima que no me trajo nada de regalo, se pone a entristecerme el ambiente festivo que tenía aquella tarde.

 Abrumada, se me ocurre una idea genial que podría satisfacernos a ambos. Entonces, lo miro, me devuelve la mirada, le sonrío como teniendo la idea más revolucionaria de la historia y le digo: "no te preocupes, tengo la solución definitiva".

 Me arrodillo en frente suyo. Le bajo el pantalón con bóxer y todo. Entonces, quedé atónita por lo que vi, una tararira tremenda. No sé si llegaba a veinte o no (no me sorprendería que sí llegase), pero... que, encima, era bastante gorda, eso era innegable.

 Luego de asombrarme, se la agarro y lo empiezo a pajear mientras lo miro picaronamente. Obvio que, al toque, pasé mi juguetona lengua por su rosadito glande. Lo estremecí. Me encantó la sensación que me brindó el roce con la delicada piel de su pito.

 Al chabón, se le empezaron a secar las lágrimas que rodaban por sus mejillas, para darle lugar al profundo placer que le brindaba mi lengua. Se le borraba la gesticulación de tristeza, para vérsele contento, como gozando a full mi lengua.

 Aterricé mis labios sobre la parte baja de su tronco, solo para darle unos cuantos besitos ricos. Besitos que, poco después, fueron a dar a su frenillo. Qué perversa trampa le hice, porque perdió la cabeza con solo sentirlos allí. La peor.

 Seguí pajeándolo unos segundos más, para mirarlo un poco. Luego, abrí la boca, para permitir que mi lengua siga jugando con alguna parte de su miembro. Ahora, le tocaba el turno a la parte más alta de su glande. Cuánta crueldad puedo tener, ¿no?

 Bueno, en fin, emulé que era un delicioso heladito. No hacía falta imaginarlo, ya que... "lo delicioso", ya lo tenía, ya estaba para mí. Definitivamente. Solo hacía falta que fuese un helado con sabor a chocolate o crema americana. Nada más.

 Yo sé que él también la estaba pasando genial con el pete que le estaba haciendo. Ponía caritas de que estaba viendo las estrellas, aunque lo quería disimular. No podía esconderlo conmigo. Yo me daba cuenta de todo. Abría la boca como que la estaba gozando posta. Conmigo no, amiwo.

 Empecé a hacerle garganta profunda a lo loco, incluso intenté tocarle los huevos con el mentón. Hasta quedar con mis ojos llorosos y eyectados en sangre de tanto empujarme la campanita con la punta de su chorizo, no paré.

 De hecho, desde mi labio inferior, empecé a tener una gotera importante por culpa de esto. No paraba de babear sin quererlo. Se me escapaban varios hilos que fueron a dar a la alfombra de este pibe. Pobrecito, el enchastre que le estaba haciendo.

 Casi que vomito, pero ahí fue cuando me detuve y me dirigí a la punta de su morcilla blanca para lamérselo mejor. Para mamarle el frenillo sin piedad. Iba y venía en el mismo sitio, bajaba y subía en su tronco todo venoso que pedía que siga así.

 Tanto cebarme pajeándolo con la boca, se me pianta el chori, quedando como recostado sobre su estómago. Yo, al ver esto, automáticamente saqué la lengua. Me dio un hambre terrible, pero fue todo inconciente. Claro, siempre pensando como una terrible petera.

 Lo primero que hice, fue estirar la mano para alcanzar su pija. Solo atino a acariciársela hasta alcanzar sus huevos. También a recorrérsela con la lengua, de pie a cabeza. Pero, ya que estaba ahí, me quedé en sus dulces bolas gordas, un buen rato.

 Jugueteé con ellas bastante. Las lamí una por una, más que nada en la parte de la base. Las metí en mi boca totalmente. Que no quede nada afuera. Las estiré un poco. Bah... les hice de todo, para resumir. En definitiva, fueron mías.

 Para finalizar, pasé mi lengua atrevida a lo largo de ese tronco venoso, hasta llegar a la punta de su chota y terminar tragándomela entera de nuevo. En realidad, esto último, lo logré gracias a Jorgito, que me empujó con sus manos, las que puso sobre mi nuca.

 Luego de volver a la cabecita y quedármela un rato adentro, se me suelta de nuevo. A lo que, su rápidez mental, lo llevó a agarrársela de inmediato para colocarla sobre mis labios. Pero, como eso no le bastó, decidió golpearme con ella hasta ver que le ponía carita de puta lechera y se apiadó.

 Ni bien la sacó, la estrujó un poquito y empezó la escupidera que fue a dar directamente a mi garganta. Las primeras gotas entraron de lleno a la misma con total facilidad, pero las últimas, fueron todo lo contrario. Terminaron en mi comisura, creando un caminito y otro poco a mi mentón.

 Seguí un ratito más mamándole la cabeza, prendida a ese pete que se iba aliviando de a poco. Todo eso, mientras tragaba de manera gradual lo que iba largando, sin quitarle la mirada de sus ojos de forma lasciva. Alta puta me sentí, eh?

 Por último, le mostré la laguna blanquecina que se formó en mi lengua, para que luego se perdieran sus hijitos en las inmensidades oscuras de mis entrañas. Así es, toda una canibal profesional asesina de futuros ingenieros.

 Mientras Jor se ponía los calzones, yo fichaba la hora para ver si todavía podía llegar a tiempo. Creo que sí, no estaba nada lejos. Pobrecito, lo tenía que dejar, pero si no me avisa el gorreado este, ¿qué culpa tengo yo, no?



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