El desayuno.
La mañana me despertó bastante alegre, con muchas ganas de escuchar música a full. Entonces, me salgo de mi cómoda camita, prendo el celu, pongo mi setlist favorito... y ¡a bailar como una desquiciada!
Ahora sí, encaro de una hacia el celu, pongo mi listado de temas favoritos para poder revolear mis caderas al compás de alguna cancioncilla tan loca como yo. No me importó estar en "pijama". Me levanté igual.
En tanto duraran esos temaikenes, me pongo el uniforme del cole, que constaba de una pollera colegiala, roja y negra y una chomba blanca que me quedaba muy pequeña. Casi ni me llegaba más allá de la cintura, se podría decir.
Pese a que la pollerita ya estaba demasiado vieja y no me tapaba ni la mitad de la cola, la usaba igual para ir al cole, ya que me daba muchísima suerte, porque, claro, siempre me aprobaban los difíciles exámenes. No sé por qué.
Revoleo furiosamente el rosquete de un lado al otro, como una loca, cuando empezó a sonar mi listita preciosa. Me dejé llevar por el fuego que me ocasionaba, ni bien se despegaron las dulces notas del parlantito.
Estoy en cuatro patas sobre la cama, perreando, haciéndome la sexy, volviéndome loca con lo que me provocaba aquel sonido intenso que estimulaba mis sentidos. Sobre todo, el auditivo, hasta llegar a mis partes bajas.
Del otro lado de la pared, Joni, mi primo, se despertó con todo el quilombo que estaba haciendo. Pobre. No entendía un carajo. Se levantó de la cama también, sale de su cuarto, se dirige al mío para ver qué pasaba.
Por el pequeño tramo que quedaba entre la puerta de mi cuarto y el marco, asomó un ojo y pudo ver un culito gordo zarandeándose para todos lados, de manera frenética, por lo que su atención ya estaba captada.
Desde ahí, tenía una buena perspectiva para contemplar mis dos cachetes traviesos, trasladándose por doquier, de un lado al otro, descontroladamente. Tenía una rodilla sobre la cama, y así lo hacía, como una perra.
De repente, me acordé que tenía que ir al cole. Se me iba a hacer muy tarde si seguía pelotudeando, así que... agarré el celu, miré la hora, seguí alistándome. Debía llegar a tiempo para que no me amonesten de nuevo.
Al ver este repentino cambio, Joni, salió de allí para ir a la cocina y prepararse algo de café. La careteó bastante bien, ya que ni ahí me había percatado de que me había estado espiando el muy sinvergüenza este.
Prepara el feca, se lo lleva a la mesa y, recién ahí, salgo yo, como apresurada, con una incontrolable necesidad de no perder el tiempo. Estaba como loca, pero me tengo que joder, es mi culpa si volvía llegar después de que tomen asistencia.
Ambos nos preparamos el desayuno. Él, su cafecito matutino de siempre, como ya había dicho anteriormente en otro párrafo, y yo, que me hice una rica taza con leche ya que, como sabrán, me encanta la leche.
Ya estábamos los dos reunidos en la misma mesa, frente a frente. Yo en una punta. Él, en la opuesta. Los dos solos, tomando nuestros exquisitos desayunos. Callados. Ni una mosca irrumpió el silencio, hasta que...
-"¿Vas a la facu hoy?", le pregunto.
-"Sí, obvio, como todos los miércoles, ¿por?".
-"¿Me llevarías al cole? Ya que vas de camino, digo..."
-"No sé, lo voy a pensar", me dice el caradura.
A su término, intenta agarrar inútilmente la llave de su auto, que la tenía apoyada a su lado, a unos pocos centímetros de su mano. Pero, debido al mal agarre que hizo, se le escapó y esto, ocasiona que se caiga al suelo.
Yo, como toda caballera, me ofrezco a levantársela. Entonces, me arrodillo al suelo, me pongo en cuatro patitas, lo agarro (estaba ahí nomás), levanto la mirada, y... ahí estaba esa cosa hermosa. No lo pude creer.
Era la verga de mi primo. Se escapaba del pantaloncito corto, ese que tenía puesto. Se ve que era algo rebeldona la muy guacha, no quería estar aprisionada por una telita tan chiquitita, necesitaba salir a tomar algo de aire.
Boquiabierta. Se me hacía agua la boca. No me pude resistir. En seguida tuve que ir a por ella, estirarme hasta alcanzarla. Pero no era muy difícil, caminé en cuatro patitas hasta estar frente a frente con esa hermosura.
Esos pocos centímetros que nos separaban, se me hicieron eternos. Sentía que no daba más de las ganas de metérmela en la boca y de deglutir cada gotita que se desprendiera de allí. Sentí sed, hambre, todo junto.
Estaba dulcemente dormidita, sí, pero el solo ver que se le escapaba un poquitito esa cabecita carnosa de esa tierna pielcita que, en vano la intentaba envolver, me excitó al toque, ni bien la vi. No lo pude creer.
Me prendí al pete, en seguida, sin dudarlo ni ahí. Lo primero que percibí al tacto, fue su glande, con mis labios. Qué ricura. Era mucho mejor que saborear cualquier caramelo que había probado, me volví loquita.
-"No, ¿qué hacés? ¿Estás loca? ¡Se te va a hacer tarde para ir al cole!", me dice algo confundido.
-"Es que no me aguanté", le comenté mientras chupaba de ese miembro y mordía mis labios.
-"uy, bueno, dale. Un ratito nomás. Después te llevo", expresó mientras le hacía un pete y se dejaba llevar por las dulces sensaciones que lo estaban envolviendo.
Fue así, que proseguí haciéndole la paja con los labios. A su vez, Joni, no paraba de hacer gemiditos ricos a causa de la experiencia que yo ya había adquirido haciendo este tipo de cosas. Ya lo tenía en mi poder.
A pesar de que la molesta mesa se interponía entre su pija y yo, hice lo imposible por cabecearle el pupo. Hacía hacia un costado la cabeza y le corría la pielcita, llamada prepucio, bien hacia atrás, cosa de ponerlo loquito.
Le di la llave del auto, para que la tenga él, ya que a mí me resultaba incómodo apoyar la mano teniéndome que sostener con ellas. Joni las aceptó, agradeció, se rió como pudo y las volvió a dejar sobre la mesa.
Continué con mi más dulce labor. Nunca me la saqué de la boca, continué dándole placer sin parar. Lo hacía de frente para correrle el prepucio, después de costado, para que me infle los cachetes con ella (tal como a mí me gusta).
Llegó el momento de metérmela entera, hasta la garganta o hasta que me ahogue al menos (lo que ocurra primero, no importa). Lo que más me interesaba en ese preciso momento, era hacerle ver las estrellas.
Habré estado con esa cosa hermosa, por un buen rato (uno considerable, diría yo). Unos cuantos segundos, casi un minuto, podría decirse, hasta que me zafé de ella porque no aguanté. Ya me venían unas lindas arcadas.
En cuanto la largué, no esperé ni cinco segundos en regresarla a su nuevo hogar, no pude aguantarme de estar tanto tiempo sin tenerla toda adentro de mi boquita golosa. Debía seguir mascándola, sin lugar a dudas.
Una vez más, me la manduqué completamente adentro. Me hamacaba con tal de que entrara, no me importaba hacer lo que tuviera que hacer, para así poder sentir ese pedazo de carne calentita, toda ensalivada zangoloteándose tan dentro de mí.
Le hacía una garganta profunda deliciosa y, mientras la tenía toda (o casi toda) adentro, ya que rondaba los diecinueve centímetros, me mecía de adelante hacia atrás, solo para poder pajearlo, aunque sea con la garganta. Lo que sea con tal de estimularlo.
No le quitaba los ojos de encima. De hecho, él tampoco los sacaba. Se podría decir que nos mirábamos mutuamente. Excepto, cuando Joni se entregaba a las sensaciones que le producían mi lengua, mi garganta o, quizás, mis labios.
Paseaba mi cara de puta por absolutamente cada rincón del tronco engomado de mi primo. Sentía mi lengua caminando por ahí, por sus gordos huevos también, o quizás, mi respiración chocando contra su endurecido miembro.
De arriba a abajo se la pasé. No le tuve ni un poquito de piedad, ni en pedo. No dejé un solo recoveco de esa sabrosa verga sin saborear. Solo entonces después, me la volví a introducir enterita una vez más. Me hace babear de solo recordarla.
Seguí cabeceándolo un rato largo más. Aprovechaba cada oportunidad que me la sacaba de la boca y observarla, ya que era preciosa de verdad. Sobre todo, cuando tenía el cuerito bien corrido y me dejaba verle el glande estaba enamorada de ella.
Mis gemidos y los suyos, se unían cada vez que expelíamos algunos. Sonaban al unísono, diría yo. Los de él, retumbaban mucho más fuertes, ya que, su vozarrón sensual, resonaban hasta en lo más profundo de mi ser.
-"De esto, no le cuentes nada a tus tíos, porque me matan", dijo el picarón.
-"Obvio, no les voy a contar nada", le respondí como pude, con la pija en la boca.
-"¡Más te vale!"
-"Solo les voy a contar que me diste lechita para el desayuno", con una sonrisa dibujada en el rostro.
-"Pero de vaca buena, eh? Y en la taza".
Nos reímos juntos de esa mini conversación, como un par de cómplices de un secreto que guardábamos. Pero ese ambiente de gracia, fue cortado por la seriedad que le metía yo al sexo oral. Estaba muy emocionada, era una garcha perfecta mal.
Harta de darme la coronilla contra la parte inferior de la mesa, le ofrecí, al muchacho, irnos a mi habitación, a seguir con el acto de amor que estábamos cometiendo. El tema fue que, ni bien se lo terminé de proponer, le pegué tal chupada de huevos, que quiso oponerse. Pero lo convencí al toque.
En el camino, dejó un rastro con su ropa que terminaría en la puerta de cuarto. Primero su short, la arrojó sin pensarlo. Quedó allí tirado, todo arrugado. Después la remera y, por último, sus bóxers, que quedaron a unos escasos centímetros de la puerta. Fue el indicio de que ahí estábamos.
Entramos a mi acogedora pieza, me tiré sobre la cama en diagonal. Él, se quedó parado al lado de una mesita de luz, todo en pelotas, con la chota re dura. Se arrimó a mi boca. La abrí. La metí toda y empecé a succionarla sin parar, como si no hubiera un mañana.
Puso una mano sobre mi coronilla, para sujetármela mientras se la chupaba como una loca. Movió un toque la cadera, para cogerme un poco la boca. Tanto así fue, que no hizo falta si quiera que le agarré la verga con la mano. Dejé que él lo haga.
Entonces, estiró el brazo y, con su mano, palmeó una de mis nalgas. No solo me la golpeó, también la dejó apoyada ahí por un rato, me la acaricio, la quería tantear, mientras me metía la pija en la boca, sin parar. No perdió el tiempo el muchacho.
Cuando se enderezó finalmente, agarró mi pelo e hizo una colita con un mechón grande, solo para sujetarla firmemente y hacerme ahogar con su pija deliciosa. Luego de eso, me dio unos chirlitos suavecitos en la carita. Qué rico, me encantó.
Ya chorreaba un fino hilo que salía del agujerito de su verga. Era la antesala, una advertencia de lo que se podría venir en unos minutos. Claramente, le estaba babeando como loca, y eso, me dejaba empapada la boca, pero mal. No solo de eso, a mí también me hacía babear.
Como señal de que ya debería soltar, me dio un chirlito en la cola. Se la solté de una, fue como automático, no lo hice adrede. Fue re loco eso. Lo sostuve siempre, las coincidencias no existen. Estábamos conectados de una.
Seguí haciéndole ver las estrellas con la boca. Se le notaba muchísimo en los gestos obvios que hacía el muy degeneradito. No paré ni por un segundo. Sea de costado, de frente, desde cualquier perspectiva, no importaba, se lo hacía también.
Metió la pija entre mi corpiño. En cuanto entró, se la apreté de una, con mis dos gomas enormes que tanto le llamaban la atención cuando me veía escotada. Entonces, empecé a moverme de arriba a abajo, como una putona bárbara.
Lo miraba mientras me mordía los labios, como demostrándole lo mucho que me encantaba. Jonathan también, estaba muy feliz, a full metiéndome la verga entre las cabezas de enano (como las llamaba él en chiste, delante de mis tíos).
Desde mi perspectiva, podía ver perfectamente cómo ese glande colorado entraba y salía con mucha fuerza entre mis pechos. Lo dejaba hecho un fuego la turca que le estaba haciendo. No podía estar pasándola mejor, por favor.
Saltaba encima de la cama. Eran pequeños brinquitos, pero lo suficientemente malvados, como para poder sacarle toda la leche. Podía hacerle todo, con tal de brindarle placer corriéndole el cuerito de la verga y haciéndole una deliciosa paja con las tetas que tanto le gustaban.
Me agarró del cuello, como envuelto en las llamas de la pasión. Pegó sus labios a los míos y me dio uno de los besos más extasiados que me pudieron dar. Era mi primo, pero qué bien besaba el muy guacho. Cien puntos el servicio.
Siguió garchándome las tetas como un loco, por un rato más, hasta que la sacó y no me pude aguantar, tuve que seguir pajeándolo con la boca. Entonces, abrí la jeta y me la metí entera de nuevo. Ya estaba teniendo hambrita, no lo voy a negar.
Me agarró de la nuca y, mientras movía sus caderas, me penetraba él. Sentía cómo entraba y salía de los interiores de mi boca golosa. Por suerte, nunca se piantó. Estuvo siempre adentro, durante el corto lapso que me hizo el amor bucalmente.
Harto de todo, la sacó de mi jeta de la nada. Yo, medio extrañada, lo miro... casi llorando. No entendía nada. Pero era porque empezó a sentir que el semen se subió desde sus gordos huevos hasta la punta de su hermosa chotaza.
Me miró por unas milésimas de segundos y comenzó a pajearse duro. Yo, en cuanto entendí lo que estaba ocurriendo, junté las tetas para que tenga más espacio para arrojarme todo su calentito esperma. Aunque ya no estaba tan en ayunas, nunca viene mal algo más de leche.
-"¿Me vas a dar la lechita?", pregunté.
-"Mmmmmm... sí, toda.", dijo mientras se pajeaba sin parar.
-"Por favor, dámela toda calentita".
-"¿No desayunaste?"
-"No, quiero que me la des vos."
-"Ah, ¿querés esta leche?"
-"Ajá..."
Ni bien pronunciamos estas obscenas palabras que conformaron un corto diálogo final, abrí la boca bien grande para esperar el disparo y... no pasaron ni cinco segundos, cuando comenzó a salir de manera abrupta todo su exquisito néctar.
Lo primero que salió, fueron dos tiritos que quedaron como si fuera una frenada blanca sobre una de mis gomas. La siguiente corrida (como dicen los españoles), apuntó sobre la otra teta e hizo lo mismo, prácticamente, pero era menos transparente.
Finalmente, desprendió las últimas gotitas que le quedaban guardas, mientras apuntaba otra vez sobre la otra y terminó de vaciar sus huevos encima de ella, dejando un hermoso enchastre encima de ambas. Podría decir que era tal cual me imaginé: coge muy delicioso, la verdad. Nada que arrepentirse.
Maldita sea, me volví a acordar que se me estaba haciendo tarde, no llego a la escuela. Puta madre. Lo agarré de la pancita a Joni, lo empujé para que se corra del camino y que permita tener algo de espacio para limpiarme, cambiarme e irme al cole.
El desnudo chabón, puso una cara de boludo, como de no entender absolutamente nada. Solo comprendía que se había sacado como ocho litros de leche de encima. Qué bárbaro. Excelente servicio, se podría decir.

Comentarios
Publicar un comentario