Baño de leche.
Estaba a punto de pegarme un baño, desnuda frente a la ducha. Corrí la canilla de agua caliente y... salía fría. ¡La puta madre!, lo pensé y lo dije casi a los gritos. Una re frustración sentí.
Di la vuelta hasta quedar frente al termotanque, estaba apagado. Qué bronca, la puta madre, otra vez a las puteadas. Qué cagada, unas ganas de romper todo me dio.
Me vestí, agarré un toallón y llamé a mi vecina. Nadie contestaba el teléfono. Qué odio me agarró, se notaba desde un principio que, ese, no sería mi día, definitivamente. No debí haberme levantado de la cama.
Cruzo el pasillo. Golpeo la puerta y, luego de un rato, atiende. Se disculpa, es que estaba terminando de bañarse. Tras haberme dicho eso, sentí que me estaba cargando, pero se me pasó cuando le expliqué y me permitió entrar a bañarme.
Al fin en un baño con agua caliente. Para colmo, era mucho mas grande que el mío, qué envidia me dio, pero bueh... mejor no me distraigo, pensé. Solo abrí la canilla y a lo mío.
El toallón cayó al suelo, desmayado, dejándome totalmente desnuda, como una pluma al viento. Meto un pie, luego el otro, me aproximo a la ducha y permito que todo mi cuerpo se empape.
Corro la puerta, que era translúcida y, del otro lado, se podía ver mi figura desnuda. Me dejo empapar por el agua, que estaba refrescante y me estaba haciendo sentir excelentemente bien.
La puerta del baño se abre. Entra alguien. Se cierra. Esa persona se desnuda. Corre la puerta y, ahí estaba, era, Ova, el marido de mi vecino que se encontraba totalmente en bolas, con la chota al aire.
Yo no noté nada de esa secuencia hasta que estuvo una vez dentro. Es más, estuvo un par de segundos viéndome la cola, porque me encontraba de espaldas. En cuanto oí el ruido de la puerta, me giré y lo vi.
Lo miré a los ojos, luego su chota. Luego los ojos de nuevo y después su chota otra vez. Es que era una circunstancia que nunca había creído que se haría realidad, pese a tenerle tantas ganas a mi vecino.
Tenía su verga parada, pero no tanto. Se estaba deserectando a causa de la embarazosa situación, al descubrir que yo no era su mujer. Qué lástima, la verdad... y qué envidia, al mismo tiempo.
-"Ufff... se te está deshinchando", le comento mientras le señalo la pija.
-"Se, es que es incómodo esto. Creí que estaría acá mi señora", responde.
-"Qué desperdicio sería eso, si querés te doy una mano... o una lengua", le comento beboteando.
Asintió con la cabeza de arriba y se agarró el pedazo para que haga lo que quiera. Se acercó a mí. Me dio pie para que le dé rienda suelta a esta pasión bucal que siento por el miembro. Me vuelvo loca.
Entonces me agacho nomás, abro la boca y le paso la lengua a todo lo que tenía colgando ese papito, sin preguntar. Me lo llevo a la boquita para jugar con ella y que pasemos un lindo ratito juntos.
Primero empecé pasándosela por el frenillo. Eso, lo estremeció. Se sintió en partes de su cuerpo un leve temblequeo cuando mi lengua pasó por esas zonas, que no puedo explicar. Fue muy excitante.
Segundo, mi boca quiso agarrarle la sin hueso, pero la muy guacha se escapaba y eso que la tenía bien agarrada, pero se escapa igual. No quería adentrarse a los interiores de mi cavernas bucales.
Tercero, con un ligero movimiento de mis manos en sus huevos y un movimiento puntual, apunté a la perfección. Finalmente, pudo entrar después de tanto luchar. Terminé ganando yo esa guerra.
Subí y bajé, con la boca, a lo largo de ese miembro gigante (de, por lo menos, unos diecinueve centímetros) por un buen rato. Pasé la mitad, al menos, fue toda una hazaña se podría decir.
El tipito agarraba mi pelo para llevarlo bien para atrás y sostenérmelo. Para que no me atragante con alguno mientras llevo a mi jeta esa hermosa pija. Parecía que me estaba haciendo una trenza como hacía.
Recuerdo que, en un momento, con mucho esfuerzo logré rozar mis labios con sus huevos. Eso me dio arcadas. Pero no me importó, me quedé hasta que estuve a punto de largar algo. Por suerte, no pasó.
Lo pajeé dos veces más (masomé) y me la volví a meter, porque soy una petera asquerosa que le encanta la verga mal, adicta a la chota. Estaba desesperada por esa pija, qué rica era. Me volvía loquita.
Su mano acariciaba tiernamente la coronilla de mi cabeza (la que sería la parte superior digamos), le hacía unos mimitos re lindos mientras le tiraba la goma como una loba en celo. Era una situación graciosa.
Otra vez volví a hacerme atragantar con esa poronga. No me interesaba la sensación asquerosa que da cuando te genera arcadas, ni tampoco los ojos llorosos, yo quería hacer gemir de placer a mi macho.
Me pegué un par de veces en la jeta con su amigazo. Sonaron como unos ricos cachetazos. Le encantaron, sonrió al ver lo que me hacía... y yo sonreí con él. Éramos dos degenerados.
De costado me puse, se me inflamaban los cachetes con la punta de su verga golpeándomelo. No sabía cómo hacerlo entrar de lo deliciosa que estaba, lo disfrutaba en cualquiera de las posiciones que me ponga.
Pasé mi lengua de la punta hasta los huevos, como dos veces. Parecía toda una profesional. Palpeé con mis papilas gustativas, cada milímetro de ese cuerazo, cada poro que se dilatara a su paso. Lo estimulé.
Una vez de rodillas, llené de besitos sus huevos. Esto lo hacía suspirar, respirar agitadamente, murmurar palabras ilegibles, todo junto. Parecía que le mataba una neurona por segundo.
Metí un huevo en mi boca. Succioné y succioné como una loca, con el fin de querer morder algo... despacito, obviamente. Se me quería escapar, pero lograba atraprlo. Después fui con el otro. Hice lo mismo.
Otra vez subí para prenderme al pete de un lengüetazo que iba escalando en su extenso miembro. Mientras tenía todo su glande metido en mi boca, tiraba para atrás con la mano, su arrugado cuerito.
Dirigí mi mirada a sus ojos. Desgraciadamente, no pudimos entrelazar las miradas por un rato, porque él tenía su cabeza (la de arriba) apuntando hacia el techo, como que la estaba pasando espectacular.
Luego de un intenso rato, al fin la bajó. Pudimos cruzar nuestras miradas perdidas, se encontraban compenetradas en nuestras tareas asignadas implícitamente. Sobre todo, la de él: la de Osvaldo.
Por tercera vez, me ahogo en pija. Se convirtió en vicio el hecho de hacerle garganta profunda a este papito. Como vi que sí pude tocarle los huevos con los labios, seguí intentando llegar más lejos.
Golpeaba mi lengua con ella, mientras le tiraba la mirada mas de puta que pude encontrar entre mi catálogo. Eran golpecitos fuertes que lograban hacer un mas que interesante ruido en mi boca.
Lo calentó tanto, que agarró mi pelo, lo tironeó y me ahogó en verga por cuarta vez. Otra "garganta profunda" más, solo que, esta vez, el dominio lo tenía él y ahí sí que iba a tragar carne de lo lindo.
Movía su cadera violentamente contra mi boca, a la vez que me sujetaba fuerte de la nuca para que no me saliera y no la pudiera soltar por voluntad propia. Garchaba mi boca, en otras palabras.
Cuando salió, un hilo de baba nos mantenía unidos. Una de las puntas, se sostenía de mi labio superior. La otra, se aferraba de su rosado glande. Pero se rompió cuando me alejé al estar a punto de lanzar.
-"Dame ese culito, bebé", me dice con una voz de pajero bárbaro.
En seguida le hago caso sin chistar. Con los dedos, me limpio la boca de todo rastro posible de saliva, me pongo de pie, me doy vuelta poniéndole la colita, la muevo como "bailando" y se la entrego.
El chabón miraba con una cara de estar re contra alzado, mientras se tocaba tirando el cuerito bien hacia atrás y miraba mi culito girándose hacia donde él estaba, preparándome para lo mejor.
Apoyé las manos en la pared, paré el culito y preparé los cachetes para ser abiertos por mi macho. Él, por su parte, se pajeó un toque más y arremetió sin tenerme nada de piedad contra mis partes traseras.
Dolió un poquito ya que, el muy guacho, la quería meter completa. Lo tuve que guiar para que no sea tan bruto. Lo bueno, es que, al estar tan empapada, ya estaba algo lubricada. No me jodió tanto.
De guacha putita que soy, en lugar de que mueva él la pija para cogerme bien duro, empecé yo a hacer los susodichos movimientos con el culo para adelante y para atrás de forma violenta a lo largo de su tronco venoso.
Agité el orto para los costados un rato largo, como si tuviera un terremoto anal. Después volví a los anteriores movimientos haciendo para adelante y para atrás que hacían sonar nuestra piel al tacto, como un martillazo.
Desde su perfecta perspectiva, podía ver cómo mis nalgas se morfaban su pija. Su pobre chota (que no era para nada poca cosa, sino, todo lo contrario), desaparecía ante las fauces hambrientas de mi ojete.
El agua le sumaba un ruidito muy rico, pero peculiar al golpeteo que ya hacíamos nosotros cuando entrábamos en contacto el uno con el otro. Un sonidito que nos excitaba aún más y nos hacía chocar más fuerte.
Solo salían los más dulces "¡AH!" de mi boca cada vez que rebotaba mi culo en su chota, los que hacían poner más caliente y loquito al hombre que me había prestado por un rato mi vecina.
-"Despacito. Despacito que me vas a sacar la leche", decía la depravada voz de Ova.
Seguí brincándole encima del pedazo por un rato más, dándole sin parar. Él solo debía quedarse paradito, manteniendo ese pedazo lo más duro posible, sin vomitar un rato más al menos.
-"Mirá ese pedazo de orto que tenés, putita", cada vez más degenerado se volvía lo que decía.
Levanté un toque la piernita, y no paré de moverle la cola. Continué haciéndome coger por ese pedazo hermoso con un frenesí que no debía detenerse ni por un instante. Si lo hacía, podría cortarse el mambo.
Me puse un toque más derecha, me giré y pude observar cómo mi culito se devoraba ese choto. No podía creer lo profundo que tenía mi agujero y lo mucho que podía tragarse, quedé asombrada mal.
Elevé mi cabeza apuntando hacia el cielo raso y allí, me dejé arrastrar por el mas absoluto placer. Tanto así que, de inmediato, mis ojos se emblanquecieron de la exquisita sensación que me invadía en todo el cuerpo.
Lo miré directamente a los ojos, mientras me mordía los labios del incendio desmedido que me estaba provocando los pijazo que me propinaba, y le pedí por favor que me acabe, con voz de pajera.
Acariciaba mi pelito dulcemente, con mucho amor mientras nuestras miradas se unían y nos sonreímos como dos cómplices silenciosos del mismo crimen. Entonces, descubrimos el fuego que nos envolvía.
La sacó de mi orto como pudo, haciendo un ruido muy gracioso que fue por obra y gracia de la mezcla entre el agua y la piel, la apoyó sobre una de mis nalgas y empezó a tirar la pielcita para atrás un par de veces.
En su mente, circulaban los recuerdos de cuando nos cruzábamos en el pasillo del edificio, yo me iba a bailar y me veía con esos vestiditos que luchaban por taparme si quiera la puerta del orto. Lo tenía loco.
De su pija, salieron violentamente varios gatillazos de semen que fueron a dar, en gran parte, a mi espalda y a mis nalguitas redonditas, sedientas de su calentita lechita. Así fue como sacié sus ganas.
Se sentía tan delicioso sentir las gotitas de guasca rodando por mi espalda, hasta alcanzar mi culito, que me calentaba la sola idea de imaginarme la secuencia. Me encantaba, necesitaba ver lo que ocurría.
Le sacaba la lengua mientras lo miraba como una putita, le beboteaba, hacía sonidos que se asemejaban bastante a un orgasmo. Todo esto, con tal de seguir generándole calentura y que me siga dando mema.
Una vez que terminó, me pegó unos garrotazos con ese garrote de carne que me hizo tronar la piel de los cachetes. Le dio como cuatro veces hasta que la última gotita más rebelde se soltara de su pingo... y lo logró.
Seguido de eso, fue la palma de su mano la que logró imitar ese excitante sonido. Abrió bien la mano e hizo colisionar su palma contra el cutis que conforma mi culito. Alto atrevido, pensé, pero me encantó.
En seguida me di vuelta para luego agacharme y darle unos besitos de despedida a su pedazo. Apoyé mis labios sobre la cabecita rozagante de su chota y emití el más sonante de los ruidos con la boca.
-"¡Qué petera que sos!", me dijo.
-"OBVIO", contesté.
Comentarios
Publicar un comentario