Broma culinaria. Termina mal.

ADVERTENCIA: El siguiente relato, contiene un final un tanto asqueroso. Si tiene estómago sensible, estimado lector, absténgase a leerlo. Ah, se hacía la que alguien leía esta porquería. Bueno, en fin, si, a pesar de esto, leíste igual, jodete.

 Casa de mi amiga. Me encontraba con ella y su novio. Ellos estaban en el dormitorio, el piso de arriba. Yo, estaba en la cocina, el piso de abajo. Recontra tranquila, preparándome algo para lastrar; unos ricos sanguchitos. Moría de hambre.

 En eso, Martín bajaba, desperazándose. Una pereza tenía, que me la iba a contagiar si seguía así, pero bueh... igual se veía hermoso con esa remera ajustada que le marcaba los pectorales. Me babeaba toda mirándolo mientras me hacía la que cocinaba.

 Trataba de coquetearle, pero, a la vez, no podía, era el novio de mi amiga. La maldita consciencia me obligaba a portarme bien. Después me acordé que me había cagado un chongo la hija de puta, así que... continué urdiendo mi maléfico plan.

 Martín no paraba de revolotear al rededor mío. De hecho, el chabón pasaba por detrás mío cada dos por tres. Sabiendo que tenía puesta una pollerita negra que me quedaba relativamente cortita, hacer eso, es pedirme a gritos que le entregue. Obvio.

 Para rematar y como frutillita del postre, el loquito me pide una gaseosa que estaba en la parte baja de la heladera. Con la excusa de que le dolía mucho la rodilla, tuve que ceder calladita la boca, sin poder si quiera decirle ni "mu" para objetar.

 Ni bien me agaché, sentí al toque que la parte trasera de mi pequeña pollerita desgraciada quedó muy arriba. Esto provocó que, el extremo inferior de mis cachetes, se asomaran por debajo de ella. Percibí su mirada, por eso me puse derecha lentamente, para que se pueda deleitar ¡Ah, re creída!

 La cosa se aflojó un poco después de eso. Cada uno siguió en la suya; yo, intentando cocinar mis ricos sanguchitos y él, estemmm... haciendo lo que estaba haciendo (lo que sea que eso significara). No descartaría que su única misión era molestarme nomás.

 De pronto, el muchachito se me arrimó a hablarme con un tono muy sensualezco. Se me quería hacer el gato el muy maldito. Yo lo frenaba, intentando recordarle que su novia estaba en el piso de arriba, que no daba ponernos degenerados, que había que parar un poco.

 Me empezó a tirar cosas como que "ya se había dado cuenta que llevo tiempo intentando coqueteándolo, poniéndome ropita sugerente, como polleritas o calzas". Esto es cierto en partes, está re bueno, pero nunca quise ser la tercera en discordia en esa relación.

 También tiró cosas como que él también estaba dispuesto a culearme, pero no se animaba. Necesitaba una prueba concreta para saber que yo quería lo mismo. Se hacía el tímido el muy chinwenwencha. Alta rabia en joda me dio. Le pegué (despacito en el pecho, claro).

 El pibe se me avalanzó y me agarró de la cintura, me llevó hacia él y me dio el chape más rico de mi historia. Lo mejor, fue que no se quedó en un simple intercambio de fluidos orales, sino que, además, agarró mi pollera, me dejó las nalgas al aire y las empezó a acariciar.

 Lo gracioso es que no tenía tanga, tenía la cola al aire. Alta vergüenza, me dio, pero se me quitó al toque cuando intentó manosearlas libidinosamente. Las agarraba con mucha lujuria, las apretujaba, las abría, las acariciaba, las manoseaba a piaccere.

 Estuvimos un rato largo así, con sus manos en la masa, dejando sus atrevidas huellas digitales por doquier, sobre mi delicada cutis trasera, dándonos unos ricos besos, colgándome de su cogote para chocar nuestros labios en un sabroso ritual.

 Yo no me quedé atrás, querido lector. Claro que no. También me decidí a tantear la zona que estaba a punto de saborear. Metí mi mano dentro de la bermuda que traía el muchachote. Recién ahí, pude comprender por qué no lo deja pese a sus infidelidades.

 Ese sabroso paquetote se estaba moviendo inquietantemente. Cada vez se sentía más grandote. Me estaba dando la impresión de que tenía algo importante eallá abajo. A raíz de esto, mi imaginación se disparó y no paré de desear lo que traía allí colgando.

 Debió ser muy gracioso ver esa imagen, yo pajeándolo como una trola y él dejándome la colita al aire para poder manosearlo sin compasión. Yo, por lo menos, me cagaría de risa al ver tamaña situación tan bizarra. Bah... qué sé yo.

 Cansado de recorrer cada centímetro de mi colacha, se va para adelante. Agarra mis gomas con ambas manos mientras se muerde los labios, poniendo así, una carita de degenerado indescriptible. Hasta me producía risa, en vez de calentarme, pero traté de contenerme.

 Después de ello, las atacó a lamidas. Quiso comerse mis tetas, como si fuesen su cena. Le clavó unas buenas chupadas unos pocos segunditos. Esto, a mí, me encantaba. Me hizo olvidarme de la risa, ya que lo hacía bastante bien y mis pezones estaban erectos.

 Echó una rápida miradita para todos lados, elevó su cabeza, me corrió un poquito y allí me sujetó de la nuca para que se la pueda mamar. Entendí el gesto de inmediato. Obviamente, le hice caso. ¿Cómo voy a desobedecer a los deseos de mi chongazo?

 En cuanto me agaché, le bajé la bermuda. Así es, el misterio fue develado y mis sospechas eran ciertas; el vago tenía flor de pija. Le mediría como unos diecinueve centímetros. Para colmo, la tenía toda lampiña, tal y como me gustan a mí. Babaaaa...

 Le agarré la pija con la boca al toque y no se la pensaba soltar jamás. Encima, estaba tan sabrosa, olía impecable (bah... 0 olores), se veía prolijita. Todo bien hacía el loquito este. La voy comprendiendo cada vez más a la gila de mi "amiga".

 Yo sé que él también la estaba pasando genial con el pete que le estaba haciendo. Ponía caritas de que estaba viendo las estrellas, aunque lo quería disimular. No podía esconderlo conmigo. Yo me daba cuenta de todo. Abría la boca como que la estaba gozando posta. Conmigo no, amiwo.

 Claro, no hacía esto porque no quería demostrarme que la estaba pasando joya, sino que, la novia había bajado. La puta madre, pensé, qué cortamambos, ahora voy a tener que disimular. Todo esto, sin soltarle el pete a Martín. No me detuve ni a palos.

 Mi cabecita iba y venía a lo largo del tronco hermoso de este muchacho. Pero, como la cornuda esta pasó de largo al baño, proseguí con la tarea de deslechear a su novio. Me dije, "bueno, voy a parar cuando venga, antes que nos vea", ¡JA, MINGA!

 Nos mirábamos a los ojos. Yo, desde allá abajo cabeceándole el pupo de forma fenomenal. Él, desde allá arriba poniendo unas caras de boludo bárbaro, que daba más risa, que excitación, pero bueh... seguí tirándole la goma, no me importó nada.

 Por suerte, antes de salir del baño, hizo todo el quilombo, como anunciando que estaba por hacer eso. Entonces, me oculté bien, hasta que se fuera de una vez por todas y él se hacía el que preparaba algo para comer. Altos caraduras somos.

 Tras volverse a la cama, Martín quiso que me desprendiera del pete para poder levantarme... o eso creía. En realidad, solo me hizo torcerme un poquito para que él pueda cogerme las tetas. Sí, qué rico momento cuando le hice una rica turquita.

 Todavía me parece sentir cómo frotaba su pija entre mis dos tetas que no paraban de apretársela. Se ve que le tomó un inexplicable cariño enorme a ellas, ya que, no solo me las elogió, también me las chupó y ahora me las está cogiendo.

 No solo hizo eso. Una de sus gigantescas manotas se posó sobre mi cuello, como ahorcándome. Pero no lo hacía. Solamente se sujetaba de allí, para tener una mejor movilidad en sus caderas que me tenían loquita. Qué sé yo, muy salvaje todo.

 Al soltarla, su chota hizo el movimiento que hacen los trampolines tras el salto que da una persona. Me fui de boca a su pedazo, como si fuera a tomarme unos ricos "matienzos", sorbiendo de la bombilla de cuero que tenía entre las patas.

 Le chupé la pija por un rato largo más. Jugueteé con su frenillo, lengüeteé su glande, lamí de su tronco venoso, bebí el líquido preseminal cada vez que le salía un poco. No había caso, che, no podía soltársela. Debía beber de su mema a como dé lugar.

 Aprovechamos lo ensalivada que le dejé la verga, para intentar otra cosa. Como para no aburrirlo. Es que, mi culito, ya estaba pidiendo a gritos que le meta el chorizo. Andaba necesitando de alimentarse de un buen pedazo de carne. Entonces, se apiadó de él.

 Martín puso música alta, como para que podamos hacer todo el quilombo que quisiésemos. Lo malo, es que, si Aldana (mi amiga), quisiese dormir, no podría. Lo que agrandaría las posibilidades de que esta rompe huevos vuelva a bajar a joder.

 En fin, no solo puso música alegre y bailable mi chico, también se fue a la heladera a buscar algo de fiambre como para caretear y hacerse el que estaba algo ocupado haciendo eso. Había que caretear y que sea creíble el asunto, no? Creo que resultó.

 Me puse de pie e inmediatamente, apoyé los codos sobre la mesada en la que estábamos "trabajando", quedando con la cola totalmente expuesta para que me la coja. Con tal de recibir todito su viscoso amor, pero la música hizo inevitable que meneara la burra de un lado al otro.

 Luego de mover la colita para él un toque, el chabón se puso pajero y me apuntó con el chori. Me abrió la colita con ese chotón, obviamente. No tuvo que usar sus manos, ni nada, solo con la verga lo pudo lograr. Eso es un verdadero talento, carajo.

 Acercó su boca a mi oído para decirme "no sabés las veces que te vi mover ese ojete hermoso y se me paró la poronga, me tuve que pajear pensando en vos", algo así me tiró. Me encantó, pero estaba más concentrada en devorarle el pedazo con el orto.

 Después de estar un largo rato serruchándome el orto, la novia se pone a hablarlo desde el dormitorio. Qué pesada esta tipa. Dejame cogerme tu novio en paz, querida, no seas tan goma. No lo largaba más. Igual, un poco la entiendo, tremendo papito es el guacho.

 No recuerdo bien sobre qué era exactamente, solo levemente que hablaban sobre lo que iban a hacer a la noche, o algo así. Qué sé yo. Tampoco es que me importe mucho qué mierda quiere hacer esta conchuda, solo que se lleva lejos a mi guacho.

 Como estaba hablando con ella, noté que dejó de pijearme, así que... tuve que poner mi granito de arena para que no pare la garchada. Empecé a menear la cola otra vez, tal como lo hice hace un rato, con la diferencia de que, ahora, lo hago con toda adentro.

 La cara que puso en ese momento, el guaso, fue tremenda. Medio que me iba reír (sí, de nuevo). Es que es muy gracioso este tipo. Con los gestos te dice todo. No puede mentir ni a palos, eso está bueno para nosotros, creo yo. Para él, no.

 Bueno, volviendo al polvo, el chabón se puso a hacer el sánguche mientras yo hacía todo. Rebotaba como una loca contra él, lo empujaba fuerte con el orto mientras veía su desempeño culinario. No es su fuerte, pero bueno... lo intenta al menos. Ya quisiera yo un marido que me cocine.

 Cansado, se tiró al suelo para que yo me siente en su pelado. Le hago caso. Me puse de forma diametralmente opuesta, pero de frente a él, como para que nos miremos mutuamente al mismo tiempo, mientras me hace la cola en vivo y en directo.

 Tras taladrearme el ojete por un rato largo, me tiré un poco hacia adelante para que sea él quién se mueve. Se lo merecía, que no pretenda que iba a hacer todo yo, eh? De paso, también me puede chupar las tetas. Las dos a la vez.

 No sé cuánto habremos estado así, pero fue bastante según mi reloj mental. Así que... se puso de pie y continuó con su deber marital. Se puso las pilas para terminar con la tarea que parecía interminable, pero era preparar un simple sanguchito.

 Buah... mientras se mandaba terrible banquete, yo me volví a prender del pete, como si fuera una ternera. Como pude, le torcí un toque la "bija" y me puse a tirarle la goma. La atraje hacia mí para hacer lo que más me compete.

 Ahora sí, ya estaban preparados los tres "chegusanes" que tantos minutos le había sacado a esta personita, solo faltaba el toque maestro y ese sería el ingrediente secreto que sería la frutillita del postre para este manjar de cena.

 De prepo, me metió la pija en la boca y, al mismo tiempo, se puso a tirarse el cuerito con la mano, pero con tanta energía que casi pensé que se iba a arrancar la verga en el puto intento. Tranqui, amigo, tranqui. No te la lastimes, por favor. Es demasiado linda como para dañarla.

 Tanto masajearse el tronco, su miembro viril estalló dentro mío acompañado de un orgásmico sonido que despidió su boca. Por supuesto que eso no fue todo, también brotó como la lava de un volcán, la deliciosa miel blanquecina que tanto guardaban sus huevos. Al fin. 

 Pude sentir cada gotita del lechazo. Los que salieron violentamente y los que salieron con más calma. Tanto los que fueron abruptamente a mi paladar, como los que cayeron tranquilamente a mi lengua. Absolutamente todo sentí. 

 Sustraje todo, como si fuera la rica leche que sale del pico de una mamadera gigante, de carne. Hasta hacía el ruidito de estar succionándolo todo. No quería dejarle nada al pobre Martu. Todo debería irse por mi garganta. Así de egoísta soy.

 El muy hijo de mil le pregunta si quería que le ponga mayonesa a los "emparedados" esos que preparó. La respuesta de la conchudita, fue que sí. Entonces, abrió los panes frente a mí, para que escupa lo que me había dado. Extrañamente aún no me lo había tragado.

 Su delicioso manjar fue a dar encima del queso, de la parte más sabrosa del mismo. Con lo que amo el queso en fetas, me hizo doler, pero después pensé en quién comería eso y saqué todo, incluso el semen de chongos pasados (nah, mentira, no quiero hacerlo vomitar, querido lector).

 Llama a su novia para que comamos todos juntos. Nos juntamos en la mesa. La vemos comer. Nos miramos con Martín cómplices de la maldad que llevamos a cabo, nos tentamos. Le preguntamos si estaba rico. Asintió con la cabeza. No la culpo, tenía rico semen el guacho.

 


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