Corazón roto.
Estaba en mi pieza, tirada en mi cama, con la cabeza hacia los pies de la misma. Todo al revés hacía. Pero no me importaba nada, ni siquiera el hecho de estar en tanga tirada allí. Primero, porque estaba llorando como una loca por mi novio, que me había dejado hacía unos pocos minutos antes.
La tristeza que me causaba esta situación, hizo que mi llanto se oyera en la habitación contigua, en la que se encontraba Mariano, el amigo de mi hermano, tirado en la cama de mi hermano, jugando con su celu fija, pelotudeando seguramente. Como siempre, digamos.
Esto lo alerta en demasía, entonces, lo hace levantarse del cómodo lecho en el que estaba acostado plácidamente, para luego hacer unos pocos metros y acercarse a mi pieza. Pobre. Es que me encontraba llorando y, bueno... lo chusma lo hizo querer saber qué era lo que me pasaba.
Toca mi puerta, que estaba completamente abierta, para sacarse las dudas y me ve ahí... tirada en mi camita, boca abajo, con una tanguita blanca bien metida en la cola, con la cara llena de lágrimas, pero la imagen de la cola entangada, lo superó mal.
Entra de una (con el fin de quererme consolar, supongo) con cara intentando mostrar empatía. Se para justito al lado de mi camita. Pone su verga muy cerca de mi cara, a unos pocos centímetros, digamos. Estaba como ofreciéndome su delicioso paquete.
Mientras le cuento que mi novio me cortó porque me garché al mejor amigo, el chaboncito no paraba de acariciarme la nuca... de una forma muy rara, demasiado mimosa. Como emulando el movimiento que se hace en pleno pete, o eso me pareció. Quizás sea yo la sucia.
Además de hacer ese muy sugestivo movimiento, no paraba de ficharme el orto de una forma demasiado alevosa. Con la excusa de que "estaba viendo el tatuaje que tengo", sus ojos no los despegaba de ahí. Alto atrevido, pensé, pero qué observador.
"Lindo corazón", me dice el guarango este, a la vez que señala mi cola sin asco. Al ver mi cara de sorprendida, como diciendo "what the fuck, chabón?", al toque me aclara que se refiere al pequeño tatuaje que tengo dibujado en la parte superior de la misma.
-"Menos mal, porque creí que te referías al que forman mis nalgas", le comenté pícaramente.
-"Ese me encanta, me dan ganas de romperlo".
Alto guanaco el loco este. Me tiró esa de una. Pero, debo confesar que me encantó que se la haya jugado así de una. No da ser tan vueltero cuando hay tantas ganas acumuladas. Hacía rato que le quería entrar al bombonazo ese, pero es el amigo de mi hermano. Tengo códigos (ah, re).
Bueno, terminando con el boludeo, tras confesarme esto, se estira hasta donde está mi colita y me da una rica nalgada durísima, que suena fuertísimo. Puso a gritar mis cachetes con gusto y gana el muy guacho. Esto despertó unas ganas terribles de comerlo crudo.
Fiché su bulto para notar que su amigo empezó a despertarse. Qué rico, eso hizo que me muerda los labios de la excitación. Un rico cosquilleo se generaba en mis partes traseras, querían probar ese pedazo para ser penetradas salvajemente por ese potro.
Entonces, me expuse como un cacho de carne ante él. Me puse en cuatro para agitar la colita delante suyo. La sacudí con mucho énfasis, quería que viera toda la carnaza que tenía para ofrecerle a este macho alfa increíble. No lo podía evitar.
Esto, lo puso al palo mal, se ve. Al notar mis movimientos "culísticos" de un lado al otro, logré ponerle la pija como una piedra, de una. Era obvio, porque se le marcaba como si fuera Pinocho mintiendo. Solo se nos interponía su ropita.
Se baja el pantalón y los bóxers a la vez. Caen al suelo al mismo tiempo. Desmayados. Queda en chota ante mis ojos que no dan crédito a la hermosura que tiene entre las patas. Solo debía estirarme un poquito más para alcanzarla. Eso hice.
Logré abrazar alrededor de su miembro con ambos labios. Fue un besito muy diminuto el que le di, de unos pocos segundos, podría decirse, pero bastaron para ponérsela totalmente como una roca. No paraba de crecer de tamaño el muy maldito.
Aprovechando que le faltaba para estar toda erguida, me la mandé hasta el fondo. Le hice una rica garganta profunda, para poder percibir su erección en el interior de mi boca. Se sentía sabroso, hasta excitante, me confieso. Pero mal.
Como crecía, la saqué de mi garganta, porque me empezó a producir algunas arcadas. Solo entonces, me la saqué para lengüetearle desenfrenadamente al mismo costado (los huevos, para ser exactos). Como estaba depilado, la disfruté a pleno.
Al estar yo tan ocupada, estiró su brazo, para manosearme el orto. Les pegaba. Recorrió mis nalgas en su totalidad, sin dejar un solo espacio sin dejar sus huellas digitales ahí. Me corrió la tanga, poniendo el hilo en uno de mis cachetes, para luego jugar con mi agujerito.
Yo, entre tanto, estaba con la boca ocupada, babeándole la pija como una loca. Incluso, cuando la tenía por fuera de mi cavidad bucal, me golpeaba con ella en los cachetes, mientras lo miraba con una cara de puta impresionante. Todo, con tal de volverlo loco.
Cuando no me la estaba pasando por la cara o comiéndosela, le estaba haciendo la paja. No quería que pase un solo segundo sin ser estimulado por mí, ni que pase un solo segundo sin que tenga sensaciones excitantes. Esa pija hermosa, se lo merece.
Le pasé la lengua por toda la pelvis. No solo por ahí, también por su miembro. La babeé entera, se la llenaba de besitos ricos, picarones, mientras lo miraba con una cara de puta tremenda. Eso, lo cautivaba, ya que se lo escuchaba gemir con muchas ganas.
Mis besos sonoros se hicieron presentes. Comenzaron a retumbar cada vez que los apoyaba sobre la dulce piel de su pingo. Tanto así, que le brillaba. Parecía lustradita. Estaban deliciosos mis besos, lo prendían fuego. Me lo hizo saber de una.
Agarré mi tanga, para sacármela del culo. Apoyé la tirita que se me mete en la colita, para apoyarla sobre una de mis nalgas. Me la acaricié, le hacía mimitos mientras le comía la verga a mi chongazo del momento. Nunca le solté la chota al otro.
Qué rico era sentir algo en el culito, mientras chupaba una buena chota. Posta que estaba muy caliente. Lástima que, mi dedo, no era el suyo. Me hubiera gustado más. Pero Mariano estaba ocupado, disfrutando de mi lengua traviesa.
Solté mi agujerito, para agarrarle la poronga. Me gustaba más la idea de abocarme a hacerle ver las estrellas a este guacho. Tanto así, que me pegué cinco veces en la cara con ella. También le puse cara de puta y volví a ahogarme con su carnaza.
Estaba tan enamorada de su miembro, que me puse darle besos por doquier, OTRA VEZ. Recorrí cada milímetro de carne que le cuelga con los labios. Cerré mis ojos y me dejé arrastrar a las sensaciones que me provocaban esta dulzura de falo.
Al principio, pensé que me iba a acariciar. Pero no, apoyó su mano sobre mi coronilla, para sujetarme firmemente y hacerme atragantar con su vergota. Empezó a mover su pelvis para mandármela hasta el fondo todas las veces que él quiere.
A esto, él lo repite como unas doce veces, pero, la peor, fue la última que me la dejó clavada unos cuantos segundos. Segundos que fueron cruciales para hacerme ahogar, porque me dejó, prácticamente, al borde de la arcada el muy guacho.
Nada me detuvo a seguir cabeceando. Me repuse al toque, en un santiamén y continué mamándole la verga, como si nada, como si no me hubiera ahogado hace casi nada, en lo absoluto. Sí, así de petera soy. No lo puedo evitar, me encanta.
Prendida del pete, continué mi camino a intentar sacarle la mema con la boca. Otra vez me ahoga con su pija el guacho este. Me retuvo unos pocos segundos contra sí, hasta que me soltó indefectiblemente. Al soltarla, le di un besito de despedida en la cabecita tras hacerle una sonrisita picarona.
-"Ponete en cuatro patitas, putita", me dice con esa voz endemoniada.
Mi sonrisa fue inevitable. Lo miré con cara de saber que era el mejor momento. Entonces, le hice caso, me puse en cuatro patitas, delante suyo. Corrí mi tanguita, la apoyé sobre una de mis nalgas. Le agarré el porongón y la llevé hasta el interior de mi culito.
Permití que entrara, por lo menos, el 95% de su trozo. Entró fácil. No sé cómo, pero no hubo casi ni problemas, y eso que era bastante larga. Creo que no lo dije, rondaba los diecinueve centímetros. Por eso mismo, no sé cómo hice para lograr que entrara tanto.
Bueno, como ya dije, mi culito tragón pudo devorársela entera sin problema alguno. Lo deglutía con un ritmo diabólico, que lo hacía subir la leche inmediatamente. Iba de arriba para abajo, rebotando como loca, sin parar. También para los costados.
Estuve con el culo, picando como si fuera una pelota, por unos buenos minutos. Fue muy salvaje. Tanto así, que me empezó a rogar que no siga, porque le iba a explotar la verga. Pero no le hice caso, por supuesto, y continué. Maldad pura.
De castigo, me dio tremendo bife a mano abierta en la cola. Tronó mal. Me dejó la mano marcada el hijo de puta, me re dolió. Ahí entendí que debía frenar un toque. Me estaba sarpando demasiado ya. Es que es un hombre que le gusta tener las riendas.
Agarró el hilo de mi tanga y de ahí fue él quien me llevó. Sus caderas retomaron el movimiento, ya que estuvo quieto por un largo rato. Ahora era él quien me taladraba el orto. No me puedo quejar de eso, porque el sonidito de mi culito y su pelvis, fue ensordecedor.
Me pudrió sentir el hilo de la tanga clavada en mi nalga, así que... me la quité de una vez por todas. Enredé los dedos en la tira, me puse boca arriba y me la saqué. Al fin, estaba libre de la represiva ropa interior que me toca tener.
Ni bien la revoleé a la mierda, me puse de costado. Con una pierna encima de la otra. Nano puso una de las rodillas encima de la cama y, como haciendo un pancho, metió su salchicha entre mis gruesos panes en esa más que excitante posición.
Mi agujerito se abría conforme me penetraba este muchacho. El apretado espacio le encantaba. Hacía que, cada vez que entraba, tuviera unas sensaciones inexplicables. A eso, se le sumaba las caras de puta extasiada que yo ponía. Era un todo, creo yo.
Otra vez me hizo dar vuelta, pero, esta ocasión, en vez de estar en cuatro patitas, me tuve que poner bien estirada, sin apoyarme en las manos. No sé si se entiende la posición. Paré la colita y dejé que me haga lo que quiera. Para esta altura del partido, yo ya era suyo.
Nano se subió a la cama. Separó sus piernas. Se sujetó fuerte de mi cintura. Aprovechó que había parado la colita y me penetró todo lo que quiso de esa forma. Espero haber dado una clara descripción de la posición, como para que mi querido lector, pueda imaginar plácidamente.
Entraba entera su carnosa pija, sin pedir permiso. Dejaba de entrar en mi culito, solo cuando su pelvis colisionaba ruidosamente contra mis golosas nalgas. Ahí se detenía nomás, podría decirse. A veces antes, tal vez. Qué sé yo, no estuve tan atento.
¡AIA!, exclamé. Me lastimaba la colita con su gruesa pija el muy hijo de puta, pero no podía evitar sentir placer de ese dolor hermoso que me generaba. No quería que me la saque, quería que siga garchándome tal como venía, hasta terminar.
Estuvo un rato así, serruchándome el ojete... ferozmente. En una pose, como si fuera una ranita sobre la cama. No se veía muy segura, pero nunca se cayó. Siempre estuvo bien adherido a mis caderas, o tal vez, a mi espalda en ciertos momentos.
-"Ahí te va la leche, mami", dijo de la nada.
Me la sacó del orto, esperó a que me diera vuelta, puse la carita justo debajo suyo, apuntó contra mi carita de putita, zamarreó el cuerito un par de segundos más, hasta que gatilló esa miel exquisita que se disparó de su pistola de carne, empapándome.
Mojó mis labios, mi pera, comisura y, cuando finalmente me avivé de abrir la boca, derramó también, adentro de mi boquita golosa; perdiéndose una buena cantidad de gotitas en las profundidades de mi garganta. Las sentí a todas. Qué rico.
Puse los labios en posición de dar unos ricos besos, en el preciso momento que frotó su pija ahí. Pude besarle el frenillo y la parte inferior de su glande. Me dio unos golpecitos en la jeta y, al abrirla, me la mandó completita. Eso hizo que su glande quede mejor que impecable.
Cuando me la sacó de la boca, su pija tuvo un efecto trampolín. Rebotó como loco.
Tenía la cara salpicada con toda su rica guasca, parecía que me había puesto una mascarilla facial. Entonces, me avivé y pasé mi lengua picarona de un lado al otro de mi boca, con el fin de saborear la leche que me arrojó en los labios.
Desde allá abajo donde me encontraba, un besito amoroso le tiré, como para cerrar con broche de oro ese encuentro fogoso.
-"Ahora sí que te dejé el corazón roto, mami", me dijo mientras me daba la última nalgada de aquella tarde.

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