El hincha bichos (parte 1)

  Quiero develarles el nombre de mi amigo, en esta historia: se llama Leandro. En esta oportunidad, el pibe viene a mi casa, ya que estaba sólo y le pedí que viniera a tomar algo. Me habla sobre una chica que había conocido. Que quería conocerla en persona, pero que no se animaba a ir sólo.

Asumí que eso jamás pasaría, que, quizás, era medio vueltera. Por lo que acepté la invitación. Para mi sorpresa, la cita sí tuvo lugar. Me puse lo mas presentable posible, total, no era mi cita, pero no quería que Lea quede mal.

Mi amigo llega a casa a pasarme a buscar y nos vamos a la esquina acordada con la chica. De lejos, él nota que no estaba sóla. Eso nos alarma. Explicación: como Natalia (la chica citada), sabía que no vendría sólo y que era de la comunidad, lleva un amigo suyo para que no me aburra. Un gesto maravilloso, lástima que no me avisó para empilcharme acorde a la situación. Tampoco estaba tan mal, eh? Un Jean y una remera, ¿qué esperaba, un vestido largo? Dejame de joder. Era suficiente para entrar a ese bar.

Nos presentan. Me llamo Gabriel. Yo, Matías, fue el primer diálogo que se nos cruzó tener. Era como varios años mas grande; yo, tenía 21. Él, casi 40. A pesar de lo precioso que me pareciera, abría la boca solo para cagarla, o... bueno, era lo que yo fui percibiendo a lo largo de la noche. Demasiado descansero.

En fin, entramos para que, el momento de la verdad, se haga presente. Caminamos hasta unas mesas. Dialogamos. Supe que era hincha del "Bicho" (es el apodo de un equipo de fútbol de Paternal, su barrio, no piensen mal). Su camperón lo delató. Lo miré y le dije, acá, el único que hincha bichos, soy yo. Todo para romper el hielo.

Ni bien entramos en confianza, se puso en modo "chistoso". Eso, traducido, sería que se puso en forro para joder nomás. Como le dije que era de Vélez (club que tiene pica con el suyo), tiró "ah, entonces, sos re pasivo". Traté de tomármelo con humor, a pesar de que es cierto que lo soy. Me descansó con eso bastante tiempo. Casi que lo mando a la mierda, pero me calmé, para que no se sienta superior.

Se dio cuenta de que me estaban desagradando sus actitudes, así que... cambió de plan. Mientras sonaba algo de rock de fondo, Mati, se estaba pudriendo, era mas del palo de la cumbia. Quería algo mas sabrosón. Sus cambios dieron fruto. En vez de generarme rechazo, sentía curiosidad. Quería saber mas, así que... acepté que fuéramos a otro bar los cuatro.

En el camino, me preguntaron qué me parecía. Les dije la verdad, hermoso, pero me deliró muchísimo. Me gustaba, pero que pare un toque (jajaja re llorón). El muchacho, al saber esto, bajó un poco los humos. Pobrecillo pillo.

Llegamos a mi bar favorito, el que fue testigo de varios encuentros, de varios relatos míos. Así es, Villanos. Ni bien pusimos un pie ahí, Naty y Lea, se acomodaron en una mesa, mientras que, Mati y yo, nos fuimos a la barra a por unas birras y unas fichas de pool. Cuando vuelve de dejar las rubias en la mesa de los chicos, me dice: "vení que te rompo un poquito el orto en el pool". Mi gesto de asombro se dibujó rapidamente, pero mi cerebro loco, me llevó a contestar rapidamente un "¿acá, adelante de todos? Mirá que vamos a terminar presos", acompañado de una mueca picarona.

Su inmadurez afloró al agarrar el taco, se lo ponía entre las piernas para hacerse el vergudo. Seguía con el chiste de "romperme el culo". Esas cosas me la bajaban, pero, a la vez, me hacían reír. Parecía un nene quinceañero. Un nene con cuerpo de grandulón. Pero bueno, no sé si fueron las birras tras birras que este chabón pedía, pero... me sentía cada vez mas animada. Con mas ganas de él (no solo sexual). Cada vez me molestaba menos las boludeces que hacía.

Se olvidó de que no debía provocarme cada vez que me ganaba una partida de pool. Aunque sus tretas para distraerme, eran muy sucias, no bastó para calmarme. Todo lo contrario, eso me hizo pensar que no ganó limpiamente. Respiré profundo, hasta que me agaché y le mostré el culo, mientras un "chupame bien el orto, forro", brotó de lo mas profundo de mi alma hasta mi boca, seguido de un fuck you que hice con mis dedos. Su actitud fue de mirarme bien el ojete, acercarse, mirarme y responderme: "mirá que, hasta ahora, nadie se quejó de cómo como ortos, eh?"

Me bajó bien el copete con una tranquilidad increíble. Se fue hasta donde había dejado la botella, se la colocó sobre la verga y me dijo "soy como soy. Si querés otra cita a solas, lo hacemos. Sino, chupate una buena". Mis ganas eran de ir de cabeza a comerle todo el cabezón, pero... me contuve. Era un negocio. Terminaría preso o, al menos, detenido.

Se sentó con la muchachada. Lo seguí. Muchas cosas interesantes no pasaron esa noche, sino, hasta el momento de partir. Como se levantó un re frío y él tenía un buzo, me prestó su camperón. Me llegaba hasta las rodillas casi.

Lea acompañó a Naty hasta su casa, por otro rumbo, a lo que quedé a solas con Maty. Nuestra primera vez. Me hizo saber que, me quedaba tan grande que, practicamente, podía estar desnudo y nadie se enteraría. Que cabían dos Gabys ahí. Hice la prueba delante suyo. Me desaté y me saqué las zapas, el Jean también (como pude), me volví a poner las zapas con mis respectivas medias y así quedé.

Caminé un par de cuadras de esta forma, hasta que no se aguantó mas y posó una mano sobre mis posaderas. Me apretó contra sí. Cuando quedé bien frente a él, nos dimos un beso. Entrelacé mis brazos al rededor de su nuca, porque, a penas llegaba. Debía hacer piecitos. Era mas alto que yo, obvio. Sus manos se aferraron lo mas que podían a mis partes traseras, acariciándolas. Sobaba mis cachetes, mi hueco.

De un brinco, me trepé a él. Quedé sostenido por sus fuertes brazos. No paramos nunca de chapar. Todo se volvía muy intenso. De pronto, nos calmamos al sentir una patrulla acercarse. Todavía no estábamos en zona segura. Le dije vamos a tal calle que es bien oscura. Me obedeció. Pobrecito, no imaginó que era la calle de mi casa. Le devolví el camperón una vez dentro, en el pasillo del edificio y me metí velozmente.

Quedó en un "wtf" eterno. Con la pinga pegándole en el mentón. Lo usé de acompañante o de guardaespaldas hasta mi casa. Y bueh... otra vez será.



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