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Mostrando entradas de febrero, 2023

El chiquito en la boca.

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Los días siguientes de aquel evento, transcurrieron normal. Nada resaltable. Solo que, un jueves, antes del viernes que jugaban, le pregunté qué onda con los pibes. Cómo andaban todos. Obviamente, yo solo quería saber de Lautaro, si había preguntado por mí. Qué onda, qué había pasado después de aquella calentada de "bija".  Su silencio me inquietaba. Me moría de ganas por saber. Cuando contestaba, solo atinaba a contarme por gente intrascendente. No quería preguntarle directamente por él, ya que se daría cuenta que algo pasó. Hasta que al fin largué la lengua, le conté del momento hot, a pesar de mi vergüenza. Pobre de mí.  Tras desembucharle lo que pasó (o, mejor dicho, lo que no pasó), la decepción fue mutua. Él quería que algo suceda. Pero, para su sorpresa, nada pasó. Todo fue una vil desilusión. Con esto, el loco creyó que yo no quería contarle. Flasheó cualquiera, porque, si fuera por mí, se la tragaba entera. Mas no fue lo ocurrido. Como no hubo chisme, se negó a invit...

Colanas.

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 Esto fue cuando, con mi amigo que nunca nombro (no sé por qué), laburábamos juntos y me sugiere, después de las horas laborales, ir a jugar un partido. Yo le indico que estaba cansado, que tenía ganas de bañarme, comer algo e irme a dormir. Pero su insistencia logró manipularme finalmente. Me venció. Acepto.  ¿El lugar? Era Solanas, un lugar donde alquilaban canchitas re lindas. Quedaba relativamente cerca de mi casa, por lo que no nos llevó mucho tiempo llegar, pero desde donde trabajábamos sí (bah... no es que nos quedara lejos, solo nos quedaba a trasmano), así que... inevitablemente, llegamos bastante tarde. Una cagada, la verdad.  En fin, una vez allá, le indicamos a una persona a nombre de quién estaba el alquiler, así que nos trasladaron a la canchita en la que se encontraban los pibes. No conocía a ninguno, pero bueno, ningún problema, nada que con un saludito genérico no se arreglaría. Fue lo que hice y así, todos se presentaron así nomás.  Al toque le reco...

Recogiendo la ropa.

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 En el edificio que vivía antes, cuando estaba con mi mamá, estaba en la planta baja. Esto, nos permitía tener un lindo patio... chiquito, pero lindo al fin y al cabo. No nos podíamos quejar. Al menos teníamos para colgar la ropa mojada al aire libre.  Mi mamá dormía la siesta en aquel momento, queriendo colgar mi ropa mojada para que se seque al tenue sol que había en esa tarde. Pero, por alguna razón, me pintó salir a descolgarla en tanga. Supongo que no tenía ganas de ponerme la calza. Además, estaba en casa, ¿qué pasaría, no?... ¿NO?  Pésima idea porque, como si se tratara de un maldito gualicho, en el momento en el que me encontraba destendiendo un toallón rojo, se asoma la cabecita de Walter, mi vecino, a pedirme... no sé qué mierda, porque, encima, ni le presté la más mínima atención al loco. Alto inoportuno.  Del susto, me paralicé. Jamás me hubiera imaginado que le iba a pintar asomarse justo en aquel instante en el que estaba haciendo eso en tanga. En mi me...

Leche de Coco.

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 Coco era un pibe muy atrevido que conocí en la casa de un amigo, el día que íbamos a ver un partido de la selección. Lo loco, fue que, lo primero que vi de él, fue cómo se rascaba la pija tirado en el sofá. Mi llegada lo alarmó, pero no del todo, porque, JUSTO, JUSTO, se me secaron los labios, cosa que hizo que me los frotara con la lengua para hidratarlos. A sus ojos, la impresión fue de "este es un chupa pijas bárbaro".  Durante la previa, nos presentamos. Se llamaba Alfio, pero le decían Coco. Era de mi estatura, de mi tez, un poco más delgado, barbita, ojos redondos, medio rubión y de color miel. Estrechó su mano con la mía, en señal de saludo, a la par que me daba un beso en el cachete (de la cara, claro, por ahora...).  Los tres estábamos vestidos de una manera muy parecida: de jogging y remera. Los unía el hecho de tener la casaca de la Selección nomás. Yo era el único que no, solo una normal.  Faltaba nada para que la pelotita rodara. Eso nos empujó a alista...

El bananero (finalmente)... soy io.

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 Este va de la vez que me crucé con el Bananero en un bar por Palermo. Se encontraba sentado en otra mesa, charlando con otra gente, a unos escasos metros de mí. No lo podía creer, te juro. Estaba tan hermoso como siempre. Creo que me hice pis en aquel preciso instante.  Luego de estar comiendo, se va al baño, lugar al que voy por detrás suyo un rato después. Ahí me lo cruzo, lo saludo con un abrazo, un beso para  luego contarle cuánto lo adoro. Le pido un autógrafo y una foto. El chabón acepta sin chistar, claro, solo porque es bastante copado.  Bueno, nos sacamos la foto primero y, cuando llega el momento del autógrafo, saca un marcador que tenían ellos. Entonces, me pregunta dónde lo quiero. Ahí le respondo: "debajo del tatuaje", lo que hace que me dé vuelta, me agaché sin pensarlo, me bajé el pantalón y le pelé la cola de una. Inmediatamente.  La cara que puso el chabón, fue de asombro total. Quizás, porque no se esperaba que fuera ahí el sitio elegido, o qu...

El trosko venoso.

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 En una tarde, casi noche, cualquiera, llego a mi casa abatido debido a mi pesada jornada laboral. Me pongo ropita cómoda (una calza gris y una remerita), cazo mi bici y me dirijo a la puerta para buscar mi propia aventura.  Voy de Paternal hasta villa Devoto pedaleando, pasando en el medio, por mi preferido: Villa del Parque. No es mucho ese trayecto, pero estaba bastante oxidado con las dos ruedas, ¿tenía que enterarme en aquel viaje que me dispuse a hacer?  El cansancio me dejó en la placita que se encuentra justo en frente del Shopping de aquel barrio recién arribado. Me bajo y me dispongo a caminar con ella a mi lado, hasta dar con una muchedumbre que se alcanzaba a divisar en una de las esquinas.  La extrañeza que me provocó aquel gentío, me obligó a intentar acercarme para averiguar qué estaban haciendo. Pateo unos metros y ahí estaban, dialogando fervientemente sobre la inseguridad de la zona, sobre la terrible gestión que estaba llevando a cabo el oficialism...

El electripija.

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 Como sabrán, mi putez, la tengo desde muy adolescente. Esto me permitió ser el peor durante mi más ferviente juventud (a los veintipoquitos, digamos), cuando mis hormonas se alborotaban con facilidad.  La historia comienza luego de una madrugada larga de jolgorio, en la que llego a mi casa. No recordé que mi vieja tenía que recibir al electricista en casa, por lo que me dormí placenteramente, despreocupado de todo.  Al ratito de quedarme mosca, suena el timbre. Era este señor. Le abre mi señora madre y, junto a la de ella, suena una voz ronca, como de fumador. Me asusté, pues recordé que tenía que venir el electricista a nuestra pieza. Alto susto.  Abro un ojo, que enfoca medio nublado, logro divisar a un tipo alto, medio desgarbado subido a la escalera. Parecía cincuentón, con un mameluco beige. Bigote tupido bajo una prominente nariz. Sí, a pesar de no tener la mejor de las visiones, para ver a un chongo, lo hago clarito.  Recordé que tenía de pijama solament...